Dos caras de una misma Corea
Viaje al paralelo 38
Daniel
Wizenberg y Julián Varsavsky
Clave
Intelectual
Madrid,
2016
186
páginas
Todo
se fundamenta en odiar a los que gritan “¡Al ladrón, al ladrón!”, sin reconocer
en realidad el fundamento del supuesto robo. Para robar, es imprescindible que
se haya establecido un esquema de distribución de poder, de otra forma, no hay
pobre que robe al rico. Desde la época de Napoleón hasta nuestros días, ese
sistema se conoce como estado. Los extremos de modelos de estado hasta ahora
ingeniados, se dividen en el paralelo 38, separando dos países de poca
extensión que son las dos Coreas. “Este libro”, nos dicen los autores, “no
habla de los coreanos sino de las relaciones de poder en cada una de las dos
sociedades”. Y lo consiguen sin intervención de la ideología, porque no
distinguen entre el fin y los medios, porque el periodo de vigencia de los
estados que pueden abarcar es demasiado corto como para plantearse otra cosa
que no sea los diferentes maquillajes de la sociedad del cansancio. En
cualquiera de las dos Coreas, se reproducen las enfermedades del sistema
nervioso, los infartos psíquicos, la esclavitud. Con mucho hermetismo en el
Norte. Con el sacrificio del individuo en el Sur. En ambos casos, imponiéndose
unos sesgos totalitarios, dos versiones del Big
Brother: la hiperbólica consagración del líder en el Norte, y el mercado y
el Big Data en el Sur. Si en el norte
el señor feudal hereda el nombre en una dinastía que solo se remonta tres generaciones,
en el sur el señor feudal se llama Facebook.
El
libro comienza con el relato del argentino Daniel Wizenberg, que para visitar
Corea del Norte no tiene otro remedio que seguir la cuarentena de un viaje
organizado. Los guías turísticos responden con consignas ensayadas y apenas se
puede visitar nada que no sea faraónico y, por lo general, vacío de personas.
Nos describe un país tan gris como frío, en el que para salir adelante uno debe
tomar con humor la vida, algo casi imposible. Lo que le muestran es una farsa,
una caricatura. Lo único que no pertenece al terreno de lo falsario, son esas
pequeñas diapositivas que se ven desde la ventanilla del tren, en la que lo
rural apenas ha avanzado en los últimos dos siglos. Mientras tanto, la
exageración de los números que certifican la gran nación que les van
presentando, hace del discurso un relato nada creíble. La narración es
cronológica, y lo más llamativo es conseguir detallar que Corea del Norte es un
país con fronteras reales, con protocolos de seguridad geográficos y que
truncan la llegada de los media.
Por
su parte, Julián Varsavsky nos presenta una Corea del Sur deshumanizada. El
índice de suicidio juvenil debido al fracaso escolar es uno de los secretos
mejor guardados del país. Si en Corea del Norte a la gente le robaban la
humanidad, aquí les roban la infancia por culpa de una sociedad en la que o
compites a todo vapor, o mueres. Los monjes budistas, se limitan a actuar según
lo previsto, como parte de un decorado. El hiperdesarrollo tecnológico deforma
y atrofia las relaciones entre personas, en una intoxicación digital que hace
vivir a la gente en realidades virtuales. La multinacional Samsung se presenta
como paradigma de la historia de Corea del Sur: las últimas décadas de la
empresa y del estado viajan entrelazadas. Uno concluye, tras la lectura del
texto de Vasarvsky, que es casi imposible el retorno a lo analógico, donde el
ser humano encontraría la salvación.
Y
así, con cierto paralelismo y diferente estructura, reconocemos los males,
equivalente en cada una de las dos sociedades: frente a la austeridad, el
hedonismo; frente al hormigón, los gatos; frente a la psicosis social del
pobre, la psicosis social del rico; frente a la pasividad, la obediencia;
frente al nivel de sacrificio, la deshumanización. La distancia que encuentran
los autores para exponer y denunciar, es la que precisa aquel que antes de
gritar “¡Al ladrón, al ladrón!”, piensa en que tal vez el ladrón se esté
ganando las gachas del día, o que el robado practica, a su vez, otra forma de
latrocinio.
Fuente: La línea del horizonte
No hay comentarios:
Publicar un comentario