El camino de la bestia
Flaviano
Bianchi
Traucción
de Raquel Bermúdez y José Feliú
Pepitas
de calabaza
Logroño,
2016
313
páginas
“Cada
uno vela por sí mismo, pero no hay un dios que vele por todos”.
A
no ser que ese dios tenga la misma cara que la maldición. Porque este es un
libro sobre los auténticos ángeles caídos. Un libro que no se debería haber
escrito, pero que todo el mundo debería leer. Sí o sí. No hay marcha atrás en
esta enmienda. Este libro trata sobre los emigrantes del centro y sur de América
que atraviesan por su cuenta y riesgo, a pulmón vacío, sin más alhajas que la
humedad de los ojos, un país tan extenso y tan variado como México para
alcanzar la costa de los Estados Unidos e intentar sobrevivir allí, aterrizando
desnudos. Para tal fin caben dos opciones: la primera pagar a un coyote, un
especialista en trasladar gente desde cualquier punto del mapa a la franja sur
de los Estados Unidos, o la que utilizan los ángeles caídos, quienes no han
podido arrancar a la tierra el dinero suficiente para pagar ese paraguas. Estos
emigrantes se suben a lomos de la Bestia, que es como se llama a los trenes que
surcan de sur a norte un país con la desdicha del infierno y las pequeñas
bendiciones de los seres humanos.
Flaviano
Bianchini (Flaviano, Italia, 1982) fue alpinista de élite antes de entregarse a
la lucha por los derechos humanos. Los derechos humanos son una invención del
hombre para proteger a los más humildes, a los débiles. Lo contrario es una
carta de naturaleza para que se les permita ser devorados. Y los devoradores
agreden en dos formas anónimas: una consiste en acopiar más y más riqueza desde
una jaula de oro, ser un psicópata al que le importa una mierda las condiciones
laborales de la gente, que los niños se mueran de hambre, mientras sus acciones
suban en bolsa. La otra es formar parte de un grupo, en el que pierdes la
personalidad para adquirir la máscara violenta que terminará por apropiarse del
alma de esos asesinos que forman parte de los violentos y sádicos Zetas, en
México, o los imbéciles de los minutemen en Estados Unidos. Cualquiera de ellos
puede acabar con la vida de los migrantes porque sí, porque les encanta apretar
el gatillo.
Para
denunciar lo que viven estos migrantes, Bianchini se disfraza de uno de ellos,
siguiendo la estrategia de periodistas como Gunter Wallraff, y lleva su
vivencia al extremo, al hambre absoluta, a la sed inhumana, una falta de agua
que es sinónimo de falta de vida, a la desorientación espacial y en el tiempo,
a la falta de sueño que enloquece, a la fatiga extrema, al intenso frío y al
desgarrador calor. Jamás abandona su empeño, ni cuando le apuntan las
metralletas de grupos que controlan alguna región, ni cuando vive horas de
angustia encerrado en un calabozo de ocho metros cuadrados con otras veinte
personas, con el aire hecho una papilla de orín. El mismo aire que se repite
durante las veinticuatro horas que sobrevive en el doble fondo de un camión,
sin luz. Ese aire casi sólido, ácido, mortal, que representa mejor que ninguna
otra figura lo que respiran los que sufren la globalización. Pues este libro no
deja de formar parte de aquellos textos nobles que nos exponen cuál es el
vertedero de la globalización, donde está, quienes viven en él. A lo largo del
viaje, Bianchini no cesa de repetirse que no debe fiarse de nadie. Y, sin
embargo, ninguno de los desesperados migrantes con los que comparte trayecto
hace otra cosa que ayudar a los demás. Como ayudan ciertos buenos samaritanos
que se arriman a las vías para regalar galletas, tortillas, agua a los
migrantes. Este es un libro que demuestra que no se puede ser otra cosa que
anarquista, en el sentido más estricto del término: creer en las personas,
desconfiar de los grupos.
Repetimos:
este libro no se debería haber escrito, porque no deberían haber ángeles
caídos. Pero dado que existe esa maldad que les empuja al vacío, es una obra
que debería ser obligatorio leer en las facultades de derecho, de filología, de
física, de lo que sea. Y también fuera de las facultades. Una obra diseñada
para ser leída en voz alta en familia. Un recorrido al que una vez que uno se
sube, es imposible bajarse, aunque pase una noche en vela. Este libro es una
pesadilla. Por eso es por lo que resulta tan creíble.
Fuente: Culturamas
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