Ilf &
Petrov
Traducción de
Víctor Gallego Ballesteros
Acantilado
Barcelona,
2009
498 páginas
En septiembre
de 1935, Iliá Ilf y Evgeni Petrov, dos periodistas del diario Pravda acostumbrados a escribir crónicas
a cuatro manos en las que impera una buena dosis de sorna, se embarcan en un
periplo de varios meses por la geografía de Estados Unidos. Su intención no es
otra que la que acostumbra a confesar cualquier viajero y cualquier escritor:
comprender. En este caso, comprender a una sociedad que ya se desmarca del
resto del planeta por su culto al capitalismo, a la publicidad, al
individualismo, a la plutocracia, al consumo, a la mecanización, a la búsqueda
de beneficios económicos y a toda una serie de males tópicos que no han dejado
de acuciarse, una sociedad a la que apenas le interesa, como relatan
refiriéndose a la ciudad de Gallup, “los acontecimientos de Europa, Asia o
África… Pero qué orgullosa está de que sus seis mil habitantes dispongan de
agua fría y caliente, cuartos de baño, duchas, frigoríficos y papel higiénico
en los retretes”. De este modo, en compañía de una anciana pareja de Nueva
York, emprenden una travesía que se va convirtiendo en un Road Movie carente de trama, en una sucesión de episodios y
encuentros que van trazando la cartografía del país, un mundo repleto de
contrastes, “el triunfo del absurdo”, en el que se combinan lo más cotidiano
con lo más extraordinario, en el que participan tanto los seres excepcionales como
la clase media más vulgar, tanto los obreros, marginados y autoestopistas como
el mismísimo Henry Ford.
Para impedir
abarcar demasiado, ese escritor de tan buen tono como es Ilf & Petrov se
centra en el registro de los acontecimientos que les suceden, no saliéndose de
su ruta en ningún momento de una narración que transita en primera persona del
plural, implicando así al lector en el viaje. Y la América que descubren está
más próxima a Norman Rockwell que a Edward Hopper. Les llama poderosamente la
atención la estupidez –“Más de una vez tuvimos ocasión de admirar esas
manifestaciones de la técnica americana. Son los objetos fool-proof, a prueba de imbéciles”-, pero no cesan de encontrar
pequeñas épicas en la vida mundana. Se cuestionan, con laconismo, la monotonía
social y denuncian la inevitable decadencia de un sistema que expulsa al
individuo, todo expresado a partir de detalles, de anécdotas, del conocimiento
que van adquiriendo de primera mano y que expresan con un desenfado sin los
prejuicios malsanos que impusieron a Charles Dickens la escritura de sus Notas de América. En buena medida, este
libro se halla más próximo al sentido común que impera en Lo que vi en América, al “doble esfuerzo de humildad moral y
energía imaginativa” que solicita Chesterton para evitar que al viajero se le
estreche la mente, y también comparte, por momentos, la poesía narrativa de los
libros que Stevenson le dedicó al país: El
emigrante por gusto, Los colonos de Silverado y De praderas y bosques.
En la
introducción al libro, de Alexandra Ilf, se reivindica la actualidad del mismo,
una actualidad que pasa, precisamente, por la falta de puesta al día de la
misma. Lo que en la obra es una lectura inteligente, honesta y sin tintes
ideológicos del standard of life
americano, constituido en la prioridad del pueblo y que ya ha colonizado el
planeta, ayudará al lector a cuestionarse la verdad de tantos tópicos bien
implantados desde mucho antes de que él tuviera uso de razón. Basta con
acercarse, como hicieron ellos, a un espectáculo automovilístico en el que los
espectadores rugen en medio de un mortal aburrimiento: “Para entretener al
público habría sido necesario un accidente. Por lo demás, es la esperanza con
que se acude a esos lugares”. O con interpretar las razones del tranvía que
“sigue circulando, con su estrépito infernal… por la única razón de que es
beneficioso para un solo hombre: el propietario de esta arcaica compañía”. Esa
es la advertencia de este libro, su humildad moral, recordarnos que las formas
de vida de ese país en movimiento, pernicioso y fantástico, se han extendido
por todo el planeta.
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