jueves, 25 de mayo de 2023

BARRANCOS

 

Barrancos

Pablo Matilla

Témenos

Barcelona, 2023

241 páginas

 



A nuestros padres les debemos un respeto y por eso deberíamos tratarles de usted. Lo que ocurre es que hemos perdido la cordura, porque ahora al tratar de usted a cualquiera lo que puede parecer es que nos estamos riendo de él. La distancia entre dos personas que se tratan de usted provoca que por el medio cruce un océano sin afectos. Pero cuando uno trata de usted a otro, como el hijo al padre, mientras que el segundo no cesa de gruñir al primero, la situación claramente trata sobre la desigualdad y vaya usted a saber qué fantasmas. En este caso, el de una madre que falleció durante el parto, que nuestro autor maneja con mucho acierto para evitar la condena de la culpa que en otras manos parecería evidente, y un descarrilamiento afectivo que pesa tanto como para no indicarlo. Estamos ante una novela de personaje, Barrancos, un tipo de veintinueve años que es dependiente económico, un tipo que no quiere comprometerse a nada, al menos en los términos en los que la sociedad entiende el compromiso. En realidad, se limita a ser un bebedor, identificando el alcohol como el único estímulo decente para sentirse vivo. No tiene ni idea de cómo comenzar a quererse a uno mismo, porque en esa farsa de familia que ha vivido, constituida por su padre y él, no ha habido ternura. Pero para poder mantener la clase de vida que le apetece, se ve obligado a cumplir la última voluntad del padre, consistente en transportar las cenizas para esparcirlas en su aldea de origen.

Son varias las obras que se han trazado a partir de la conducción de un difunto, del final de la vida de un progenitor. Fácilmente se nos viene a la cabeza Mientras agonizo o El extranjero. Aquí asistimos a dos partes diferenciadas, la primera que es el itinerario hacia, y la segunda que es el encuentro con. En ambas lo prioritario son los encuentros con otros protagonistas, algunos de apenas unos minutos, que sirven para lo que parece que se han creado tantos secundarios en narrativa: para que nuestro protagonista descubra, aprenda, crezca. Los otros le ayudan a hacer un repaso vital, del que van brotando constantes defectos. Y, tal y como nos tememos, de nuestros defectos y errores, de aquellas partes que nos cuesta desprendernos, sólo podremos concluir nuestra oscuridad, o "una mixtura de rencor y confianza, camaradería y rechazo", que es una bipolaridad que nos traslada, de nuevo, a la oscuridad interior.

La novela, desarrollada con soltura, que se lee con facilidad, trata sobre el tema esencial de lo que supone ir sumando años: lo complicado que resulta encontrar la serenidad, que es, a la postre, lo que todos ansiamos. Y el mayor problema que tenemos para alcanzarla será la suma de tantos momentos de nuestro pasado, de tantos episodios que debieron ser fugaces y permanecen porque nos cuesta arrepentirnos o nos arrepentimos demasiado. Eso por no hablar de la imposibilidad del perdón y la conversión de esta imposibilidad en un falso motivo para creernos más personas que los demás. Pablo Matilla (Mieres, 1986) ha construido una de estas novelas que conviene leer, porque nunca sobra que nos recuerden las verdades esenciales de la vida, y lo hagan sin provocar dolores de cabeza.

lunes, 22 de mayo de 2023

UNA VIDA POSIBLE

 Una vida posible

José Alejandro Adamuz

Menguantes

León, 2023

238 páginas




Lo que comienza con el aspecto de un libro de viajes en el que el autor va a presumir de un largo recorrido de dos años por América Latina, termina por ser una revisión de la melancolía. El verdadero asunto que provoca que José Alejandro Adamuz (Olesa de Montserrat, 1976) revisite sus apuntes de aquel viaje no es tanto mostrarnos de lo que somos capaces como rendir cuentas con la memoria. De hecho, Una vida posible es un libro escrito con el afán de asegurar la memoria, de garantizarse que todo aquello ocurrió. En ese sentido es un proyecto muy personal, pero que el autor quiere compartir porque no tiene sentido no intentar predicar que existen otras formas de vivir en un planeta en el que se elogia tanto el sentido común, que es una mera convención social a la que cabría calificar como hortera con demasiada frecuencia.

Empezaremos confiando en que se nos llenará el tiempo de lectura con anécdotas y estampas de viaje, y terminaremos comprobando que la desolación y el deleite pueden expresarse a la ver en un mismo rostro. Siempre hay un punto de celebración en la melancolía, que aquí pasa a un primer plano en ocasiones, como cuando se detiene a enumerar: «Niños que salen de la nada, mochileros con guitarra y ukelele a cuestas, taxistas a la caza de clientes, pedigüeños, borrachos, locos, familias que dejaron su casa, contrabandistas de artículos de primera necesidad que después venden en los mercadillos fronterizos, policías que se hacen los despistados, perras famélicas con las ubres arrastradas de tanto parir y amamantar camadas entre el polvo…». Y coexiste con esa memoria, y el lamento porque lo vivido sea memoria, una cierta sacralización del viaje que «abre los sentidos y el mundo se aprehende a través del cuerpo», que va abandonándose a medida que uno se adentra en estos párrafos. Adamuz sabe que a los melancólicos hay que escucharlos, pero no hacerles demasiado caso. De ahí que a medida que avancemos el libro pase a ser también de otros autores, en este caso unos viajeros por los que no podremos jamás dejar de sentir cariño: Pigafetta, Darwin, Humboldt, Chatwin, W.H. Hudson.

Sucede que este libro no sólo muestra el afán por caminar, sino también por leer. En ocasiones incluso por leer demasiado o, para ser más exactos, por mostrar demasiado que hemos leído. Lo cual, por otra parte, sigue siendo un estímulo para llevar a cabo una de las actividades más sencillas y satisfactorias que conocemos. Viajar, leer, vivir, todo ello para intentar dar un sentido a una existencia que tal vez no debería tenerla, que nos muestra la inutilidad constantemente y que Adamuz expresa con acierto en una pregunta: «¿Es esto la felicidad o hay que seguir aún más lejos?». Volvemos a la búsqueda de la felicidad, que es un tema muy vinculado a la memoria y a la melancolía, pues alguna vez hemos sido felices o recordamos haber sido felices.

Adamuz construye el libro en breves capítulos, en apuntes elaborados como se elabora un aforismo o un epigrama. Iniciamos el recorrido sintiendo envidia por ese proyecto que realizó alguien que acababa de abandonar su trabajo en la construcción, que tal vez sea el antónimo del viaje, pero terminamos dándonos cuenta de lo importante que es el respeto: Adamuz escribe no sólo para representar la memoria propia y decantar aquello que merece la pena de entre los recuerdos, sino como si la tierra, el mismísimo planeta, tuviera también memoria, guardara recuerdos de quienes habitaron sobre ella y la convirtieron en un lugar mejor, en un sitio acogedor, y por tanto allí donde morar se convierte en una acción que merece la pena experimentar.

 


 Fuente: Zenda

viernes, 19 de mayo de 2023

EN LO QUE PREFERIRÍA NO PENSAR

 

En lo que preferiría no pensar

Jente Posthuma

Traducción de Catalina Ginard Féron

Bunker Books

Córdoba, 2023

224 páginas

 



Acostumbrados a pensar que el vértigo es el miedo al vacío, es decir, a algo que no tiene fondo, que no se termina nunca, nos sorprende cualquier reflexión que nos asegure que nada da más vértigo que ser conscientes del final. Nada como saber que se acaban la cosas, los asuntos, todo, para sentir vértigo, miedo. Nada como la finitud para liquidarle a uno la respiración y comprimirle el riego sanguíneo.

Si a ese malestar le unimos la conciencia de vivir una vida fragmentada, lo terrible es poder concluir que cada fragmento es finito. Y, por tanto, el miedo debería ser algo común, esto que estamos sintiendo constantemente, con lo que se supone que estamos acostumbrados a vivir. Pero vivir no puedo ser algo que hagamos como costumbre. No se puede vivir a la sombra de nada. Ni siquiera a la de tu propio hermano gemelo, y mucho menos cuando escribes porque él se ha suicidado, escribes como una forma de cortesía con la memoria o de cauterización. Escribes porque no has entendido nada y piensas que a lo mejor así conseguirás poner en orden alguna idea, o creerás que encontrarás aunque sea por casualidad una frase, que te ayude a dar sentido a este paso por este lugar tan extraño que llamamos vida.

Nuestra narradora sabe que la relación con su hermano ha sido una patología, pero de esa patología ella ha salido viva y su hermano extinto. Cuando el que demostraba tener intención de dominar al destino era él. De hecho, ella padece el síndrome de la Cenicienta, cierto deseo de encontrar otra familia. Ahí está esa obsesión por salir de su país, gris, para irse a vivir a Nueva York, el lugar que cualquier adolescente puede identificar como una ilusión, como el epítome del bullicio, si es que el bullicio es un indicador de las ganas de vivir. Pero ella trabaja en una tienda de ropa y el hermano atiende en un bar. Así vamos leyendo esta novela sin trama, en la que el conflicto surge en lo que concierne a describir el mundo moderno. ¿De verdad es así el mundo moderno, el de la clase media europea? Sincopado, amargo, insensato, sin metas ni belleza. La relación con la vida se complica y entra en un ánimo existencialista, pues uno desearía que hubiera poesía, dignidad o victoria, y se va encontrando con que está llena de ”martes por la tarde vacíos”. El problema es que no podemos dejar de acordarnos de que la vida existe, y no es como quisiéramos, lo bastante lírica como para que pudiéramos olvidarnos de ella. Y así la memoria se transforma en un caos, pero un caos que tiene sentido, el de esta novela, que es el de recordarnos que nos toca vivir a la contra la mayor parte de las veces, las grandes y las pequeñas.

miércoles, 17 de mayo de 2023

VIAJES POR MI JARDÍN

 

Viajes por mi jardín

Nicolas Jolivot

Traducción de Inés Clavero

Errata Naturae

Madrid, 2023

206 páginas



 

Se cuenta que cuando Ernest H. Shepard fue a entrevistarse antes de ilustrar la obra de Kenneth Grahame El viento en los sauces, el autor, un anciano que miraba a su alrededor con serenidad, se despidió de él deseándole que hiciera un buen trabajo porque «a estas criaturas les tengo mucho cariño». Las criaturas son una rana, un tejón, un ratón de campo… El trabajo del ilustrador no desmereció al del autor, y las ediciones que se han publicado resultan una delicia porque atañen a ese deseo de querer permanecer inocentes, que es una de las mejores partes de nuestra conciencia.

Cuando uno comienza a leer y contemplar este Viajes por mi jardín, siente que esa emoción vuelve a conformarse dentro de él. El libro es bueno porque nos hace sentir mejores, y mejores no quiere decir superiores a otros en fuerza o inteligencia, sino sinceros y sencillos. La sabiduría consiste en un par de ideas humildes: aprender a separar el trigo de la paja y dejar que las cosas sin importancia se las lleve el viento: «Este jardín pertenece tanto a mis predecesores como a mis sucesores, pues los lugares son como galones infinitos, donde las personas no son más que motivos dibujados encima. Y yo soy el pupilo de paso en este trocito de planeta».

Nicolas Jolivot (1965) ha viajado durante treinta años y ahora siente el impulso a ser sedentario. Su jardín le ofrecerá la posibilidad de descubrir que la naturaleza en pequeñas dosis es más que suficiente como para rellenar toda una vida. Ahí están las plantas, los insectos y los pájaros. De alguna manera, quisiera hablar con ellos, sentir que el jardín le habla. De alguna manera, es un sucesor del espíritu que leemos en la leyenda de San Francisco de Asís. Pero Jolivot, además de expresarse con palabras, ilustra. O, sobre todo ilustra.

El libro es un regalo visual, una preciosa edición que contiene imágenes nítidas, puras, delicadas y precisas. Unas composiciones bien mimadas y un sentido visual táctico, efectivo, pero sin estridencias, a los que acompaña un afán divulgativo: cada personaje, cada insecto, planta o ave, viene acompañada por su nombre técnico y, en muchas ocasiones, por una explicación que es personal, pero podría ser la que todos compartiríamos de haber tenido contacto con ellos.

El mundo, o las sensaciones del mundo, se concentran en unos metros cuadrados y en el periodo de un año. Un poco a modo de dietario, el libro está diseñado en doce partes, tantas como meses, para así centrarse en la evolución de lo que acontece en el jardín. Mientras tanto, viajamos en el tiempo y conocemos la historia del terreno, de la casa y de los abuelos que son, en buena medida, los que darán el tono nostálgico al libro. Porque, aunque nos hable de lo que sucede en presente, nos enfrentamos a una serie de emociones que hoy en día se producen con escasa, por no decir nula, frecuencia. Hoy imperan las pantallas, Tik-Tok, Instagram, Tínder, y no esta ausencia total de tecnología con la que vamos conociendo el mundo, el microcosmos que contiene todo lo que de valor hay en el cosmos. Hoy la atención está dispersa, si es que existe, y Jolivot reivindica todo lo bueno que podemos extraer, en lo tocante a lo sentimental, si la ponemos al día: «Al remover la tierra, voy descubriendo regularmente restos del pasado. Antes de ayer, exhumé el cristal de una lupa, ayer unos juguetes de mis hijos, una figurita Pokémon y un dinosaurio de plástico. Siempre los entierro de nuevo por el placer, casi doloroso, de encontrarlos otra vez dentro de unos años y volver a recordar». Estamos ante un libro precioso.

 Fuente: Zenda


 

domingo, 14 de mayo de 2023

100 RAZONES POR LAS QUE LLORÓ TOLSTÓI

 100 razones por las que lloró Tolstói

Katia Guschina

Impedimenta




De pequeño, el célebre escritor ruso Lev Tolstói tenía «una facilidad indecente para el llanto». Pero, mientras que sus contemporáneos aprendieron a contener las lágrimas al hacerse mayores, Tolstói nunca dejó de llorar. Lloraba de dolor, de emoción, de alegría, de impotencia… Este libro es un homenaje al Tolstói que siempre optó por vivir lo mejor y lo peor de este mundo con esa intensidad que induce al llanto. Las lágrimas de Tolstói nos abren una ventana por la que comprender a uno de los mayores artistas del siglo XIX, y hacen que nos preguntemos: ¿a qué viene este empeño nuestro por dejar de llorar? En este collage de momentos reales y ficticios, perfilado con deliciosas ilustraciones, Katia Gushina nos invita a asomarnos al alma más o menos secreta de un gigante de la literatura.








sábado, 13 de mayo de 2023

DIARIO DEL LADRÓN

 

Diario del ladrón

Jean Genet

Traducción de Lydia Vázquez Jiménez

Cabaret Voltaire

Madrid, 2023

345 páginas



 

No vivimos por inercia, aunque es lo que nos gustaría a la mayor parte de nosotros. La vida sucede cuando hay escollos de por medio, cuando uno tiene que intervenir, tomar decisiones, crear una moral. Lo que cabe preguntarse, ante ciertas construcciones humanas, ciertas condiciones humanas, ciertas formas de ética, es de dónde surgen, cómo brotaron, por qué existen. Las preguntas, que tal vez podríamos llamar intrigas, están constantemente alterándonos durante la lectura de este Diario del ladrón, una obra que sigue sin envejecer, que sigue siendo un gran atrevimiento. Que alguien la haya escrito nos puede incomodar; pero que alguien haya vivido lo que aquí se expone, nos llena de cicatrices, unas cicatrices de una batalla que ni siquiera hemos protagonizado, que, en buena medida, nos cuesta creer que nadie haya podido protagonizarla.

«—Hay que ser vicioso para follar con ese tipo me dijo un día Stilitano refiriéndose a Salvador.

»¡Admirable vicio, dulce y benévolo, que me permite amar a los feos, a los sucios y a los desfigurados!»

Con un ritmo de galope, en ocasiones sincopado, pero siempre atento al oído para que no desfallezca la cabalgada a lomos del realismo, Jean Genet (París, 1910 – 1986) nos sigue sorprendiendo, pues lo que otros veríamos como suciedad, para él es el orden natural de las cosas. En buena medida, nuestra única forma de intervenir en ese ambiente es esta lectura, pues no será frecuente que quienes hayan navegado a través del robo y el sexo como él lo ha hecho dediquen su tiempo posterior a la literatura. Hemos dicho literatura y deberíamos significar que es arte, pues el juego del sexo, que no esconde descripciones que podríamos catalogar como pornográficas, cala de forma erótica, y el del ambiente lumpen en una comunicación poética. Lo que ocurre es que no se aproxima al lirismo, huye de lo cursi. Tal vez porque posee la potencia de los relatos autobiográficos escritos por quien realmente tiene algo que contar. Pensamos, por ejemplo, en Mohamed Chukri, por mencionar a un autor al que esta misma editorial recupera en ediciones maravillosas.

Cabe volver a mencionar el valor de Genet a la hora de exponerse. «Les reconozco a los ladrones, a los traidores, a los asesinos, a los malvados, a los delincuentes, una belleza profunda una belleza en bajorrelieve que no veo en vosotros». En ese sentido, siendo una estrategia psicoanalítica, es todo lo contrario a un psicoanálisis. La terapia no sucede en un diván y en una comunicación con uno mismo, pues el autor pretende la divulgación universal. No se trata de sanar, porque no existe una enfermedad que nos asedie. Es posible que los enfermos seamos los demás, que nos encontremos en el lado equivocado, presos de esa construcción social que llamamos conciencia. Genet será, en ese sentido, valiente, además de sincero. Nos muestras que se puede ser autodidacta en términos morales, partiendo desde cero; nos indica que la nobleza no es, necesariamente, lo que hemos ido identificando con nobleza, porque nos hemos encontrado a merced del relato de los que quieren que les creamos a ellos como nobles. «Mi valor consistió en destruir las habituales razones para vivir y descubrirme otras. El descubrimiento se hizo lentamente».

Genet es descriptivo y es reflexivo. Recuerda sin nostalgia, sin rencor, con la dosis justa de orgullo como para mantenerse entero: «La traición, el robo y la homosexualidad son los temas fundamentales de este libro. Entre ellos existe una relación no siempre aparente en la que me parece reconocer una especie de intercambio vascular».

Esta edición corrige las imperfecciones de las anteriores, que han venid en forma de frases censuradas o eufemismos, en ocasiones con metáforas imprecisas. Y sigue siendo uno de los grandes testimonios literarios del siglo XX:

«Si intento recomponer con palabras mi actitud de entonces, no engañaré al lector, ni a mí mismo. Sabemos que nuestro lenguaje no es capaz de recordar ni siquiera el reflejo de esos estados difuntos, extraños. Lo mismo sucedería con todo este diario si tuviera que ser la transcripción de lo que fui. Así que precisaré que revela lo que soy hoy, al escribirlo. No va en busca del que fui en el pasado, sino que es una obra de arte cuya materia-pretexto es mi vida de antaño. Será un presente fijado con ayuda del pasado, no al revés. Sabed, pues, que los hechos fueron como digo, pero la interpretación que extraigo procede de quien soy hoy, de aquel en quien me he convertido».

miércoles, 10 de mayo de 2023

EL PAISAJE VACÍO

 El paisaje vacío

Ricardo Martínez Llorca

Debate

Premio Jaén




¿Puede el desierto, escenario simbólico de la soledad, convertirse en cruce de caminos? En una aldea sin nombre, perdida entre las dunas, coincidirán los destinos de tres personajes. Un enfermero que huye de su pasado y que se ve obligado a hacerse cargo de las vidas de unos obreros que trazan las vías ferroviarias destinadas a atravesar el desierto. Un ex boxeador sin olfato que ha sido contratado por un inválido para enterrar en las arenas los restos de un cadáver. Una adolescente embarazada que se une a una caravana de mercaderes y durante semanas viaja en camello hasta llegar a la aldea, cuya existencia nadie parece conocer.

Tres historias y un encuentro: el origen de una voz que es síntesis de tres vidas, que se erige en la única voz capaz de describir un paisaje vacío.

martes, 9 de mayo de 2023

EL PRECIO DE SER PÁJARO

 

EL PRECIO DE SER PÁJARO

GRANDES TRAGEDIAS DEL ALPINISMO ESPAÑOL



Desnivel




Ninguna tragedia supera en tamaño a otra. A la hora de pesar su gravedad, si es que existe alguna aritmética capaz de medir tragedias, el primer parámetro debería ser el sufrimiento del que ve desaparecer a su amigo, a su compañero, a su hermano, a su hijo. Porque la tragedia no es la desaparición, sino la supervivencia del que sigue respirando pese a la ausencia del desaparecido.

Pero, ¿a esto se reduce la existencia de quienes sobrenadan por todas las horas de sus días y de sus noches tras la muerte de un ser amado? ¿Sería este el deseo de quien falleció tras consagrarse a una vida marcada por la aventura, que nos limitáramos a lamentar su pérdida? Posiblemente, será el mismo fantasma del recuerdo el que haga del destino de estas personas una vida épica en la que el recuerdo de quienes se fueron, unido a la entereza que muestran con ocasión de rememorar los días de la pérdida, agarra al lector por las solapas para meterlo de lleno en estas historias reales, donde las cualidades del hombre vivo superan en intensidad a las del alpinista.

Arriesgando en el género periodístico, con un lenguaje de fuerte presencia poética, El precio de ser pájaro es un viaje indiscreto a las vidas de los otros. Siguiendo la estela de quienes marcaron época en la historia del alpinismo español – Rabadá y Navarro, Pedro Acuña, Eduardo Benedé, Míram García Pascual, Marisa Montes, José Ángel Lucas, Antonio Miranda, Atxo Apellániz, Lorenzo Ortiz, Javier Olivar, Javier Escartín, Manuel Álvarez, Alfonso Vizán, Félix Iñurrategi, Manel de la Matta y otros– los amigos y familiares relatan anécdotas sobre los desaparecidos, describen sus refugios para no caer en el desconsuelo y cómo consiguen conservar la memoria de aquel a quien tanto echan de menos.

lunes, 8 de mayo de 2023

¿DE QUIÉN ES ESTA HISTORIA?

 

¿De quién es esta historia?

Rebecca Solnit

Traducción de Antonia Martín

Lumen

Barcelona, 2023

222 páginas

 



«No nos distinguimos demasiado por contar historias sobre cien personas que actúan ni por pensar que las cualidades decisivas para salvar un valle o cambiar el mundo no son en general el arrojo físico y la violencia atlética, sino por la capacidad de animar a otras muchas personas y conectar y coordinarse con ellas para crear historias sobre lo que es posible y cómo conseguirlo».

Así se expresa Rebecca Solnit (Connecticut, 1961) en el artículo Un héroe es una catástrofe. Estereotipos frente a la unión hace la fuerza. A lo largo del mismo, va mostrando su confianza en la sociedad civil, en tanto que está compuesta de personas que podrán mostrar humanidad, a la hora de recomponernos y plantar cara a las emociones que gestan desigualdad. El libro está compuesto por diecinueve artículos en los que se denuncia, con intención de concluir en un diagnóstico, la falta de igualdad en el mismo estrato social, que generalmente se traduce en temas raciales o de género, y será a estos segundos a los que más atienda nuestra autora. El diagnóstico de Solnit contiene, a su vez, una intención, que no es la de exponer el mal para que nos sintamos culpables, sino relacionar los puntos en los que debemos proponer cambios. Y estos cambios comienzan por el relato y la esencia del relato, que son las creencias. A lo largo de buena parte del libro nos va trasladando a un Estados Unidos al que catalogaremos, sirviéndonos del apelativo y su intención peyorativa, de profundo. Allí muchos hombres imponen el voto a las mujeres, a sus esposas, con violencia. Y con el estilo que requiere la actualidad, que es próximo al periodismo, la autora de obras maestras del pensamiento como Un paraíso en el infierno o El arte de perderse, nos recuerda que no tenemos bastante presente el promover la voz del desfavorecido, que dejamos demasiado tiempo que quien promulga relatos agresivos permanezca hablando sin contestación. Y su inmoralidad afecta demasiado a la gente, pues atiende a dar respuestas concretas, imprecisas pero fáciles, acerca de temas que creen que son los que generan el malestar. Y lo creen porque son, precisamente, los asuntos sobre los que hablan quienes deciden sobre qué se habla.

«Así aprendí que la cultura es importante, que constituye la infraestructura de creencias que determinan la política, que el cambio comienza en los márgenes y entre las sombras y se expande hacia el centro (…). Sin embargo, hoy en día me doy cuenta de que lo más importante no son los márgenes, el sitio donde se empieza, ni el centro, el lugar de llegada, sino la generalización.»

Hay que conseguir que todo el mundo entienda la voz del sensato.

Solnit mencionará la polarización de los relatos y la resistencia que siente tanta gente a cambiar paradigmas, que es tanto como decir al odio. Nos hablará acerca de la integridad, de el sentido de los valores morales que se saltan los poderosos y oligarcas, del respeto y de la empatía. Expondrá que la mentira es poder, y una herramienta para el poder en manos de quien pretende ser totalitario. Vinculará prejuicios y desigualdad. Indagará en el machismo doméstico, que es agresivo, que es una cárcel. Comentará la relaciones entre los que se llaman provida y las promentiras acerca de la soberanía corporal. Unirá las justificaciones y las consecuencias del maltrato con la credibilidad de víctimas y victimarios, sobre todo en lo referido a temas de violencia sexual. Defenderá la creación de una sociedad en donde se cuente la historia de todo el mundo. Denunciará la falta de compasión e imaginación de los inceles (célibes involuntarios), mientras aboga por amar como cura. Considerará el trabajo del escritor como una amable entrega por la liberación de los seres. Identificará la ira como una enfermedad y el maltrato como consecuencia. Defenderá ser libres. Reclamará comprensión hacia el inmigrante y la mayor presencia de modelos femeninos en los que puedan consolarse y refugiarse las mujeres. Solnit volverá a ser, en definitiva, la inteligencia y la voz que estamos necesitando para dar savia a los movimientos que intentan mejorar el mundo.

martes, 2 de mayo de 2023

ASENTIR O DESESTABILIZAR

 

Asentir o desestabilizar

Rafael Chirbes

Altamarea

Madrid, 2023

340 páginas

 



No existe la fuente de la eterna juventud, ni el Santo Grial ni el vellocino de oro. Es imposible que los años no hagan mella, pero envejecer no significa que uno deba deformarse. No hace tanto, apenas unas semanas en las que no nos ha dado tiempo a hacernos mucho más maduros, que leíamos la última entrega de los diarios de Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, 1949 – 2015), en los que podíamos llegar a la conclusión de que el autor lamentaba, sin rencor, no ser ya lo bastante joven como para saberlo todo. Apenas unos días más tarde nos llega esta entrega, en la que se reúnen textos de crítica literaria, cinematográfica y sociocultural, además de algunas entrevistas, escritos por Chirbes cuando era joven, rondando los treinta años, y podremos convencernos de que, efectivamente, en esa época era capaz de saber si no todo, sí buena parte de lo que más le importaba. En realidad, el conocimiento es bastante intelectual y obedece a una inquietud de relación con el mundo, mientras que en los diarios encontramos la preocupación por el ser y la nada. En realidad, esta forma de saber que nos muestra es la que se obtiene gracias a ser independiente y tener toda la energía por delante. Todavía no hay deudas ni apenas presiones contra las que no sea uno capaz de rebelarse.

Chirbes habla sobre el «funesto vicio de pensar y sentir» cuando se refiere al eje sobre el cual construir aquella idea, o sentimiento, que nos indicará cuál es la diferencia entre un texto escrito y la literatura: «Escribir no deja de ser la forma, lo otro, los sustancial». Está estableciendo las bases de lo que debería ser un proyecto literario, pero este libro supone algo más, sobre todo para quienes quisieran recordar la etapa cultural de la transición, o para quien quiera ampliar su conocimiento acerca de la misma. Lo que se editaba entonces, y algún estreno cinematográfico, para por sus manos y queda expuesto a su erudición literaria, pero también a la herramienta lectora que más nos llama la atención: no puede ser bueno si no demuestra sinceridad y es justo con el arte y la gente. Para Chirbes no vale cualquier causa; lo importante será elegir bien la causa y, entonces sí, al servicio de ella vale casi cualquier recurso. Nos hablará de Juan Benet, de André Malraux, de Jorge Semprún, de los premios Planeta… Hablará sobre y con Juan Goytisolo, Luis Goytisolo o Carmen Martín Gaite. Se preocupará por los recursos literarios, sobre todo en narrativa y sobre todo en novela, pero también por el contenido social de la literatura. No será capaz de despegar las formas del arte de los contenidos de la vida, es decir, de lo que atañe a las personas, la parte en que nos debería ayudar a soportar nuestros días, o que nos debería ayudar a hacerlos mejores. Se referirá a la época que está viviendo, finales de los años setenta, en la que debe encajar lo literario con el desarrollo social, sin obviar lo político, teniendo por político no la política institucional, sino los movimientos y desarrollos de la sociedad civil, con lo que supone para la misma, eso sí, cualquier decisión institucional.

No estamos frente a los primeros escritos de quien será, más adelante, uno de nuestros mejores escritores, o no sólo ante ellos. Nos encontramos con unos textos consistentes, muy bien trazados, que nos dan envidia por la libertad e independencia de su autor, por su inteligencia y sensibilidad. Este libro es una de las recopilaciones más necesarias que hemos leído en mucho tiempo.

lunes, 1 de mayo de 2023

UN LARGO CAMINO

 

Un largo camino

Ishmael Beah

Traducción de Esther Roig

Big Sur

Barcelona, 2023

278 páginas

 



Así es como enuncia su primer disparo contra los rebeldes durante su primer encuentro bélico: «Maté a un hombre». Un largo camino, que lleva por subtítulo Memorias de un niño soldado, es uno de los grandes libros que ensordecen por su sencillez, como formulación literaria, y por su contundencia en los hechos narrados. Ishmael Beah nació en Sierra Leona y sobrevivió a todos los males, a los peores, que el hombre ha podido crear: una diáspora escondiéndose en la selva siendo púber, apenas acompañado por otros jóvenes tan perdidos y hambrientos como él; ser niño soldado y convertirse en un tipo sanguinario, drogado; un violentísimo proceso de recuperación. Estas memorias están escritas desde cierta seguridad, tras años de vida en una población de Estados Unidos, donde encuentra refugio y familia.

La historia de supervivencia de Beah está relatada sin rencor. Ni siquiera apuntes nostálgicos aparecen en ningún momento. El estilo puede llegar a ser telegráfico y es esa simplicidad la que hace creíble la historia. La capacidad expresiva se reduce a lo esencial, porque la realidad no precisa de gestos fuera de lo común. La potencia ya está en la pesadilla, sin alardes, sin recursos de lenguaje. Nada hay más verosímil que un sí o un no, nada más atado al suelo que pisamos que mencionar nuestro primer asesinato soltando, sin amparo, maté a un hombre. De no ser porque se nos advierte en la biografía, no adivinaríamos que esta obra está narrada desde un hogar: podría tratarse de unas memorias dictadas en una celda. De hecho, la constante que recorre el texto es la imposibilidad de hallar refugio. El conflicto, y decir que la palabra conflicto es un eufemismo resulta, a su vez, un eufemismo, no cesa de perseguirle, y uno lee que ese mismo conflicto, esa misma guerra, ese sadismo, está presente en todas las vidas de los habitantes de Sierra Leona. Casi cualquier narración de cualquiera de las personas con las que se cruza o convive tendría idéntico interés, idéntica pegada, provocaría el mismo estremecimiento.

Y hablamos de uno de los mayores estremecimientos que podrá provocarnos ningún libro hasta ahora leído.

Hemos seguido al muchacho en un itinerario demoledor, en el que el miedo, que tampoco concede al autor una excusa para el lucimiento expresivo, es una constante. «Nuestra inocencia se había tornado en miedo y nos habíamos vuelto monstruos». Beah confiesa que no sabía lo que iba a hacer con su vida porque «tenía la sensación de estar empezando una y otra vez. Siempre estaba en movimiento (..). Sobrevivir era mi único objetivo en la vida». Al dejar de controlar su futuro, y su presente, se limita a aprender a sobrevivir. Hasta que se convierte en un drogado niño de la guerra, armado, y se transforma en un loco violento, capaz de obligar a los vencidos a cavar su propia tumba, bajo la lluvia, y enterrarlos vivos mientras fuma marihuana, después de apuñalarles las piernas mientras se ríe: «se quedaron quietos mirándonos con ojos tristes y pálidos. Forcejearon debajo del barro con todas sus fuerzas. Los oía gruñir debajo, luchando por respirar. Poco a poco se rindieron y nosotros nos alejamos».

Sabemos que su final, o al menos el final desde el que están escritas las memorias, es casi feliz, pero también sabemos que es privilegiado: son más los que quedaron enterrados, real y psicológicamente, en esos episodios, que los que salieron a flote. Acostumbrados a las novelas de iniciación, al Dickens de Oliver Twist y David Copperfield, este libro nos hará sentir que cualquier otro relato, cualquier otra ficción, que trate el tema es una menudencia. Hay que ser valiente para leerlo y la recomendación para quien quiera sentirse vivo siempre será armarse de valor.

 

 Fuente: Zenda

miércoles, 26 de abril de 2023

LOS INTRUSOS

 

Los intrusos

Carlos Manuel Álvarez

Anagrama

Barcelona, 2023

267 páginas

 



Galardonada con el Premio Anagrama / UANL de Crónica Sergio González Rodríguez, esta obra nos traslada a uno de los momentos más críticos de Cuba, en lo que se refiere al ambiente político y social, de los últimos años. El 11 de julio de 2021 miles de manifestantes se lanzan a la calle para reclamar derechos, y protagonizan episodios nunca vistos hasta la fecha en la isla, como volcar coches de policía o saquear las tiendas en dólares. En el año 2018 comenzó a rodar el Movimiento San Isidro, en el que un grupo de intelectuales y artistas disidentes se rebela contra los dictados del gobierno cubano regulando sus actividades, realizando numerosas actividades públicas en protesta. Carlos Manuel Álvarez (Matanzas, 1989) recorre el tiempo y el espacio que media entre ambos momentos a través de varios perfiles y de su experiencia personal, por otra parte reflexiva, dando a estos años el peso de una revolución que funciona más como una carcoma dulce que como una revuelta armada.

El libro alterna una serie de perfiles con la relación de la visita del autor a la isla, una visita a partir de la cual va recogiendo sus propias impresiones acerca de lo que ha supuesto el régimen, de los motivos por los que ha podido mantenerse, de su imbricación en la vida del pueblo y cómo ha afectado al malestar en el que vive. El trazado de los perfiles no puede ser más profesional, más correcto; es fruto de una decantación del conocimiento, de los datos y los encuentros, y al autor no le faltan recursos expresivos para ayudar a que nos atrape la redacción, sin que en ningún momento abuse de ellos. En lo que se refiere a sus impresiones, tanto las reales, las que sufre en la piel y la carne como a las que atañen a lo intelectual y emocional, el interés nace del modo en que podrá transmitir algo que llamaremos miedo político: Carlos Manuel Álvarez lo siente y lo ve, sufre acoso y expresa que su acoso no es único, que está extendido entre todos los habitantes de Cuba. Se podría criticar, contradecir al autor replicándole la presencia de cierto descontento o agravio, pero por más que uno busque, no aparece ningún énfasis que nos haga sentir que es reo de resquemor, no hay apuntes de rabia, el tono es medido pero la intención es patente: este régimen totalitario ha demolido la ilusión de casi todos.

Si los perfiles de los protagonistas del movimiento de rebelión artístico son las ramas del árbol, los pareceres personales y la experiencia propia serán el tronco. En realidad, donde más convence, donde mejores momentos alcanza, es en los momentos en los que se refiere a su paso por un país que vuelve a visitar con el alma en vilo. A lector le queda la impresión de que todavía debe hacerse un buen balance, que alguien debería terminar de explicarle los papeles de todos y cada uno de los habitantes de la isla, que no sabe en qué grado un individuo es víctima ni en qué medida los intermediarios con los que trata son victimarios. Será en esa balanza, en la que en un fiel está el mártir y en el otro el verdugo, con todos sus movimientos hacia uno y otro lado, donde se obtendrá el mejor sustrato para las crónicas que van hablándonos de Cuba, como en La isla oculta, Cuba en la encrucijada o el anterior libro de Carlos Manuel Álvarez: La tribu, retratos de Cuba.

martes, 25 de abril de 2023

LA TRIBU DE LOS ÁRBOLES

 

La tribu de los árboles

Stefano Mancuso

Traducción de David Paradela López

Galaxia Gutenberg

Barcelona, 2023

195 páginas

 



En lugar de un Estado, los árboles crean bosques. La mayor diferencia entre un bosque y un Estado está en una de esas ideas que constituyen la esencia del anarquismo: uno no cree en gobiernos o administraciones, uno no tiene fe en la polis ni siquiera en las ciudades-estado griegas ni en las grandes organizaciones colectivas, sean religiosas o ideológicas, porque uno sólo cree en la felicidad. Si existe una forma de organizarse natural, si existiera porque los árboles cobraran movilidad y habla, sería, más bien, la propia de la tribu: una complicidad colectiva en la que el individuo no pierde su identidad mientras forma parte de una identidad de grupo. Con cierta cortesía y ambigüedad, podríamos hablar de que la tribu es una forma de amar.

El profesor y neurobiólogo Stefano Mancuso (Catanzaro, 1965) nos ha venido recordando que la vida vegetal la trama sobre la que generamos todo lo demás, que la Tierra debería ser considerada el mundo de las plantas, que su existencia puede leerse como una aventura, que la fitosociología es algo más que una ciencia en la que colgar su tiempo algunas personas a las que les gusta el aire libre, que los árboles se comunican y cooperan. Las plantas viajan, memorizan y resuelven problemas cotidianos, nos muestran otro modelo de organización social, sin pirámides. Hasta aquí, podríamos hablar de un Mancuso sabio y muy efectivo en su relato, porque un ensayo, que es el género que en el que se ha venido expresando, también es un relato: parte de su éxito consiste en que nos creamos lo que dice. Pero en La tribu de los árboles intenta generar una novela, pura ficción, a partir de sus pasiones y conclusiones. La reivindicación sigue siendo mucho más que digna, sin embargo, la impresión es que la obra no termina de cuajar dentro del género al que se entrega.

Entramos a través de un mapa de una tierra ficticia, conocemos a unos protagonistas, que son árboles, divididos en clanes, nos movemos en un territorio que se podría parecer a nuestro planeta, aunque si se tratara de él nos ubicaría en una época fuera del tiempo conocido. Y desde el inicio uno identifica los principios ecológicos que rigen las intenciones del autor. A lo largo de la lectura, podemos pensar en ciertas obras de Ursula K. Leguin, y hasta en la película La princesa Mononoke, por ejemplo, para aclarar cuál es el ambiente en el que se mueven nuestros árboles, los aventureros que necesitan encontrar algo de sabiduría para reiniciar una convivencia que combata el cambio climático. A través de la memoria del protagonista, lo cual nos lleva de nuevo a la añoranza, asistimos a un movimiento algo lento, como el de los Ents que ideó Tolkien, de gente que intenta reestablecer el equilibrio. El narrador nos habla de sus años de juventud, cuando a uno no le queda más remedio que crecer, y mientras se va haciendo mayor cuestionarse quién es. El eje, eso sí, será el universo: somos parte del cosmos, somos parte del flujo de la naturaleza.

El pero que le podemos poner a tantas buenas intenciones, a tantos buenos mimbres, es que la inocencia que transmite la obra resulta un tanto infantil. La inocencia puede ser un valor literario, de hecho, tal vez sea el valor literario más grande y menos valorado, pero la narración se queda en un apunte, en una sencilla fábula. Nos falta un poco de potencia para que funcione del todo la ingenuidad, en el sentido más etimológico del término: en latín ingenuus quería decir nacido libre. Con todo, sólo cabe leer con respeto esta novela, que imita a las leyendas antiguas para reclamar la prioridad más moderna, que es la necesidad de cambiar tantos y tantos paradigmas.


Fuente: Zenda

jueves, 20 de abril de 2023

ELIZABETH FINCH

 

Elizabeth Finch

Julian Barnes

Traducción de Inga Pellisa

Anagrama

Barcelona, 2023

201 páginas

 

 


En la antigua Grecia existían dos estrategias de formación: a los hombres libres se les educaba en el ágora y a los esclavos en una escuela de instrucción. Hemos heredado el segundo sistema, el que crea súbditos y no personas con la capacidad para desarrollar pensamientos propios. Nuestros sistemas educativos están anclados en las necesidades de la Revolución Industrial. Hace tiempo que olvidaron el diálogo socrático y el aire libre. De ahí que llame tanto la atención la idea de una maestra, alguien que educa a adultos, capaz de retomar, contra cualquier iniciativa pedagógica oficial y cualquier corriente administrativa, la iniciativa de los antiguos griegos: hay que enseñar a pensar, los conceptos vendrán por sí solos. Julian Barnes (Leicester, 1946) crea a este personaje o, para ser más exactos, crea a este personaje a través de la mirada de uno de sus alumnos, que será el narrador de esta novela. No sólo es socrática, o así la entiende quien la admira, sino que además es seductora, flemática, anticonvencional, fumadora y muestra una nobleza moral a prueba de bombas: «Una mezcla de franqueza absoluta y secretismo repentino. Y también empatía absoluta y distanciamiento ocasional», dirá de ella uno de nuestros personajes.

Tras asistir a sus cursos, el narrador, un tipo que confiesa tambalearse entre creer que tiene el control y comprender que todo está perdido, mantiene una relación de veinte años que no interrumpe el platonismo, limitándose a verla una vez a la semana para comer en un restaurante italiano. Durante la primera parte de la novela asistimos a esa admiración que poco a poco se nos antoja hiperbólica, y por tanto nos hará ponernos en guardia, no sea que vaya a querer significar lo contrario de lo que nos sugiere. Pero el relato se interrumpe bruscamente, con el fallecimiento de ella, antes de que nuestra duda se coagule, y entraremos en una segunda parte que parece confirmar ese asombro a través de una investigación. El narrador se consagrará a un proyecto de investigación sobre la figura clave en el pensamiento y sentimiento— de su amiga y profesora: Juliano el Apóstata. Lee, con mucha reverencia, los cuadernos que ella le ha legado, llenos de aforismos y referencias al pensamiento del emperador romano. Al mismo tiempo, investiga acerca de él, un estudio que está lleno de diálogos con los libros y entre los textos. Juliano da pie al debate y esta segunda parte de la novela nos revela que es posible hablar con la literatura.

Barnes, a través de su narrador, escribe un perfil de Juliano, mostrando su poder, su influencia y las consecuencias de lo que él construyó o se construyó sobre él. La religión, por supuesto, pasa constantemente a primer término, pero la idea es que incluso ahí donde la historia ha querido hacerle polémico, fue reflexivo. En realidad, el narrador va descubriendo por qué le llamaba tanto la atención a su maestra: el contenido de su vida invita a la creación constante de paradojas, pero, al contrario de a lo que suelen invitar, están muy alejadas de cualquier tentación de cinismo.

En la tercera parte de la novela, planificada como una sinfonía, se retoma la acción presente para ir cerrando capítulos con las personas que intervinieron en la vida del narrador en los mismos momentos en que apareció ella, Elizabeth Finch. A los que se añade el hermano de la maestra, alguien bastante pragmático que comparte con su hermana la apariencia de serenidad. Pero todo sin perder de vista la idea de que para ella la historia es «activa, efervescente, volcánica a veces». La novela obedece a un homenaje, nos aseguran. Es, por tanto, una de esas obras que se le imponen a un autor. Y que a un autor del talento de Julian Barnes se le imponga una obra supone que el resultado sólo puede ser magnífico, posiblemente una obra maestra.


Fuente: Zenda