martes, 30 de mayo de 2023

EL AMOR EL MAR

 

El amor el mar

Pascal Quignard

Traducción de Ignacio Vidal-Folch

Galaxia Gutenberg

Barcelona, 2023

271 páginas

 



Tal vez el proyecto literario de Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, 1948), reciente premio Formentor 2023, se pueda resumir en una expresión que encontramos al inicio de esta novela: «A la melancolía lo único que le gusta es el paisaje en el que se calma, porque puede derramarse en él. Así se hace tan grande como la vista alcanza». Su intencionado lirismo y su deseo de recuperar el pasado durante unos instantes, y traerlo a colación con intenciones de mostrar que podemos volver a la pureza si sabemos utilizar la imaginación, quedan patentes a lo largo de cada una de las frases que van componiendo la obra. Estas frases van formando un follaje que nos oculta el árbol, y a su vez los árboles, como en la famosa sentencia, no nos dejarán ver el bosque. La solución pasaría, lo sabe todo buen jardinero, por una poda. La intención de llevar las frases a un ideal de sentencia sanadora o salvífica no cesan, y Quignard va cayendo sin rubor en sentencias que nos aclaran que el enamoramiento es una duda, valga la paradoja, o que «Haga uno lo que haga, espere lo que espere de la deriva de su propia vida, no sabe cuál es su norte. Ni siquiera lo descubre al final, cuando su luz se apaga», para reincidir, a continuación, en que «Cada alma es una desconocida para sí misma».

Las intenciones de Quignard parecen ser las de mostrar que en escritura también se puede ser impresionista. Se preocupa constantemente por la textura del texto, por el aspecto, tal vez por agradar todo lo posible al lector, y esta textura cobra el sabor del lamento. De los sentidos que se utilizan durante la escritura, el que se impone es el oído. Vuelve a ser imposible obviar la tristeza de cierta música barroca, que no parece tener una intención reconocida de ser triste. En los madrigales de Monteverdi, por ejemplo, uno reconoce ciertas ganas de vivir y disfrutar de la vida, mientras se nos va expresando que existen muchas trabas a la hora de desarrollar la vida.

No se pude ser sublime sin interrupción, y este recorrido por las ideas de belleza que Quignard expone, muchas veces recurriendo al adjetivo bello, nos presenta una sucesión de momentos congelados en la que desfilan personajes del siglo XVII, la mayoría de ellos vinculados a las artes, al mundo de lo delicado y amable, que refleja cómo le gustaría a Quignard que fuera nuestra relación con el paisaje y entre las personas. Vuelve, una y otra vez, a ese camino de quien pretende llegar a entender y cree que entiende o va entendiendo, intentando reducir lo asequible a cuatro colores: amor, mar, música, muerte la enumeración es suya—, en un ambiente donde a los personajes nadie los ha acariciado antes, y así les cuesta explicarse a sí mismos la dulzura y la pena de no haber conocido el cariño, la ternura. En este afán, los párrafos más conseguidos son aquellos en los que Quignard cambia de estrato y baja al barro, a unos lugares donde se sucede la crueldad, donde conviven las clases bajas con los animales y las enfermedades. Es entonces cuando las formas de pretensión lírica y hermosa se redimensionan y nos sorprenden, porque el lenguaje se desajusta de la historia que nos está contando, que es una historia de enamoramientos: entre humanos y con la música, con el propio amor y con el mar.

Vamos perdiendo, a medida que leemos, constantemente el eje de la novela, debido a que a Quignard no le interesa vertebrar, porque la vida, tampoco en los tiempos que refleja él, no está estructurada. Eso es algo que queda en manos de los guionistas de cine y de los novelistas, de quienes, en cierta medida, parece estar renegando. Tal vez su virtud sea su punto débil. Sólo hay una manera de cerciorarse, que es leyendo la obra.


Fuente: Zenda

jueves, 25 de mayo de 2023

BARRANCOS

 

Barrancos

Pablo Matilla

Témenos

Barcelona, 2023

241 páginas

 



A nuestros padres les debemos un respeto y por eso deberíamos tratarles de usted. Lo que ocurre es que hemos perdido la cordura, porque ahora al tratar de usted a cualquiera lo que puede parecer es que nos estamos riendo de él. La distancia entre dos personas que se tratan de usted provoca que por el medio cruce un océano sin afectos. Pero cuando uno trata de usted a otro, como el hijo al padre, mientras que el segundo no cesa de gruñir al primero, la situación claramente trata sobre la desigualdad y vaya usted a saber qué fantasmas. En este caso, el de una madre que falleció durante el parto, que nuestro autor maneja con mucho acierto para evitar la condena de la culpa que en otras manos parecería evidente, y un descarrilamiento afectivo que pesa tanto como para no indicarlo. Estamos ante una novela de personaje, Barrancos, un tipo de veintinueve años que es dependiente económico, un tipo que no quiere comprometerse a nada, al menos en los términos en los que la sociedad entiende el compromiso. En realidad, se limita a ser un bebedor, identificando el alcohol como el único estímulo decente para sentirse vivo. No tiene ni idea de cómo comenzar a quererse a uno mismo, porque en esa farsa de familia que ha vivido, constituida por su padre y él, no ha habido ternura. Pero para poder mantener la clase de vida que le apetece, se ve obligado a cumplir la última voluntad del padre, consistente en transportar las cenizas para esparcirlas en su aldea de origen.

Son varias las obras que se han trazado a partir de la conducción de un difunto, del final de la vida de un progenitor. Fácilmente se nos viene a la cabeza Mientras agonizo o El extranjero. Aquí asistimos a dos partes diferenciadas, la primera que es el itinerario hacia, y la segunda que es el encuentro con. En ambas lo prioritario son los encuentros con otros protagonistas, algunos de apenas unos minutos, que sirven para lo que parece que se han creado tantos secundarios en narrativa: para que nuestro protagonista descubra, aprenda, crezca. Los otros le ayudan a hacer un repaso vital, del que van brotando constantes defectos. Y, tal y como nos tememos, de nuestros defectos y errores, de aquellas partes que nos cuesta desprendernos, sólo podremos concluir nuestra oscuridad, o "una mixtura de rencor y confianza, camaradería y rechazo", que es una bipolaridad que nos traslada, de nuevo, a la oscuridad interior.

La novela, desarrollada con soltura, que se lee con facilidad, trata sobre el tema esencial de lo que supone ir sumando años: lo complicado que resulta encontrar la serenidad, que es, a la postre, lo que todos ansiamos. Y el mayor problema que tenemos para alcanzarla será la suma de tantos momentos de nuestro pasado, de tantos episodios que debieron ser fugaces y permanecen porque nos cuesta arrepentirnos o nos arrepentimos demasiado. Eso por no hablar de la imposibilidad del perdón y la conversión de esta imposibilidad en un falso motivo para creernos más personas que los demás. Pablo Matilla (Mieres, 1986) ha construido una de estas novelas que conviene leer, porque nunca sobra que nos recuerden las verdades esenciales de la vida, y lo hagan sin provocar dolores de cabeza.

lunes, 22 de mayo de 2023

UNA VIDA POSIBLE

 Una vida posible

José Alejandro Adamuz

Menguantes

León, 2023

238 páginas




Lo que comienza con el aspecto de un libro de viajes en el que el autor va a presumir de un largo recorrido de dos años por América Latina, termina por ser una revisión de la melancolía. El verdadero asunto que provoca que José Alejandro Adamuz (Olesa de Montserrat, 1976) revisite sus apuntes de aquel viaje no es tanto mostrarnos de lo que somos capaces como rendir cuentas con la memoria. De hecho, Una vida posible es un libro escrito con el afán de asegurar la memoria, de garantizarse que todo aquello ocurrió. En ese sentido es un proyecto muy personal, pero que el autor quiere compartir porque no tiene sentido no intentar predicar que existen otras formas de vivir en un planeta en el que se elogia tanto el sentido común, que es una mera convención social a la que cabría calificar como hortera con demasiada frecuencia.

Empezaremos confiando en que se nos llenará el tiempo de lectura con anécdotas y estampas de viaje, y terminaremos comprobando que la desolación y el deleite pueden expresarse a la ver en un mismo rostro. Siempre hay un punto de celebración en la melancolía, que aquí pasa a un primer plano en ocasiones, como cuando se detiene a enumerar: «Niños que salen de la nada, mochileros con guitarra y ukelele a cuestas, taxistas a la caza de clientes, pedigüeños, borrachos, locos, familias que dejaron su casa, contrabandistas de artículos de primera necesidad que después venden en los mercadillos fronterizos, policías que se hacen los despistados, perras famélicas con las ubres arrastradas de tanto parir y amamantar camadas entre el polvo…». Y coexiste con esa memoria, y el lamento porque lo vivido sea memoria, una cierta sacralización del viaje que «abre los sentidos y el mundo se aprehende a través del cuerpo», que va abandonándose a medida que uno se adentra en estos párrafos. Adamuz sabe que a los melancólicos hay que escucharlos, pero no hacerles demasiado caso. De ahí que a medida que avancemos el libro pase a ser también de otros autores, en este caso unos viajeros por los que no podremos jamás dejar de sentir cariño: Pigafetta, Darwin, Humboldt, Chatwin, W.H. Hudson.

Sucede que este libro no sólo muestra el afán por caminar, sino también por leer. En ocasiones incluso por leer demasiado o, para ser más exactos, por mostrar demasiado que hemos leído. Lo cual, por otra parte, sigue siendo un estímulo para llevar a cabo una de las actividades más sencillas y satisfactorias que conocemos. Viajar, leer, vivir, todo ello para intentar dar un sentido a una existencia que tal vez no debería tenerla, que nos muestra la inutilidad constantemente y que Adamuz expresa con acierto en una pregunta: «¿Es esto la felicidad o hay que seguir aún más lejos?». Volvemos a la búsqueda de la felicidad, que es un tema muy vinculado a la memoria y a la melancolía, pues alguna vez hemos sido felices o recordamos haber sido felices.

Adamuz construye el libro en breves capítulos, en apuntes elaborados como se elabora un aforismo o un epigrama. Iniciamos el recorrido sintiendo envidia por ese proyecto que realizó alguien que acababa de abandonar su trabajo en la construcción, que tal vez sea el antónimo del viaje, pero terminamos dándonos cuenta de lo importante que es el respeto: Adamuz escribe no sólo para representar la memoria propia y decantar aquello que merece la pena de entre los recuerdos, sino como si la tierra, el mismísimo planeta, tuviera también memoria, guardara recuerdos de quienes habitaron sobre ella y la convirtieron en un lugar mejor, en un sitio acogedor, y por tanto allí donde morar se convierte en una acción que merece la pena experimentar.

 


 Fuente: Zenda

viernes, 19 de mayo de 2023

EN LO QUE PREFERIRÍA NO PENSAR

 

En lo que preferiría no pensar

Jente Posthuma

Traducción de Catalina Ginard Féron

Bunker Books

Córdoba, 2023

224 páginas

 



Acostumbrados a pensar que el vértigo es el miedo al vacío, es decir, a algo que no tiene fondo, que no se termina nunca, nos sorprende cualquier reflexión que nos asegure que nada da más vértigo que ser conscientes del final. Nada como saber que se acaban la cosas, los asuntos, todo, para sentir vértigo, miedo. Nada como la finitud para liquidarle a uno la respiración y comprimirle el riego sanguíneo.

Si a ese malestar le unimos la conciencia de vivir una vida fragmentada, lo terrible es poder concluir que cada fragmento es finito. Y, por tanto, el miedo debería ser algo común, esto que estamos sintiendo constantemente, con lo que se supone que estamos acostumbrados a vivir. Pero vivir no puedo ser algo que hagamos como costumbre. No se puede vivir a la sombra de nada. Ni siquiera a la de tu propio hermano gemelo, y mucho menos cuando escribes porque él se ha suicidado, escribes como una forma de cortesía con la memoria o de cauterización. Escribes porque no has entendido nada y piensas que a lo mejor así conseguirás poner en orden alguna idea, o creerás que encontrarás aunque sea por casualidad una frase, que te ayude a dar sentido a este paso por este lugar tan extraño que llamamos vida.

Nuestra narradora sabe que la relación con su hermano ha sido una patología, pero de esa patología ella ha salido viva y su hermano extinto. Cuando el que demostraba tener intención de dominar al destino era él. De hecho, ella padece el síndrome de la Cenicienta, cierto deseo de encontrar otra familia. Ahí está esa obsesión por salir de su país, gris, para irse a vivir a Nueva York, el lugar que cualquier adolescente puede identificar como una ilusión, como el epítome del bullicio, si es que el bullicio es un indicador de las ganas de vivir. Pero ella trabaja en una tienda de ropa y el hermano atiende en un bar. Así vamos leyendo esta novela sin trama, en la que el conflicto surge en lo que concierne a describir el mundo moderno. ¿De verdad es así el mundo moderno, el de la clase media europea? Sincopado, amargo, insensato, sin metas ni belleza. La relación con la vida se complica y entra en un ánimo existencialista, pues uno desearía que hubiera poesía, dignidad o victoria, y se va encontrando con que está llena de ”martes por la tarde vacíos”. El problema es que no podemos dejar de acordarnos de que la vida existe, y no es como quisiéramos, lo bastante lírica como para que pudiéramos olvidarnos de ella. Y así la memoria se transforma en un caos, pero un caos que tiene sentido, el de esta novela, que es el de recordarnos que nos toca vivir a la contra la mayor parte de las veces, las grandes y las pequeñas.

miércoles, 17 de mayo de 2023

VIAJES POR MI JARDÍN

 

Viajes por mi jardín

Nicolas Jolivot

Traducción de Inés Clavero

Errata Naturae

Madrid, 2023

206 páginas



 

Se cuenta que cuando Ernest H. Shepard fue a entrevistarse antes de ilustrar la obra de Kenneth Grahame El viento en los sauces, el autor, un anciano que miraba a su alrededor con serenidad, se despidió de él deseándole que hiciera un buen trabajo porque «a estas criaturas les tengo mucho cariño». Las criaturas son una rana, un tejón, un ratón de campo… El trabajo del ilustrador no desmereció al del autor, y las ediciones que se han publicado resultan una delicia porque atañen a ese deseo de querer permanecer inocentes, que es una de las mejores partes de nuestra conciencia.

Cuando uno comienza a leer y contemplar este Viajes por mi jardín, siente que esa emoción vuelve a conformarse dentro de él. El libro es bueno porque nos hace sentir mejores, y mejores no quiere decir superiores a otros en fuerza o inteligencia, sino sinceros y sencillos. La sabiduría consiste en un par de ideas humildes: aprender a separar el trigo de la paja y dejar que las cosas sin importancia se las lleve el viento: «Este jardín pertenece tanto a mis predecesores como a mis sucesores, pues los lugares son como galones infinitos, donde las personas no son más que motivos dibujados encima. Y yo soy el pupilo de paso en este trocito de planeta».

Nicolas Jolivot (1965) ha viajado durante treinta años y ahora siente el impulso a ser sedentario. Su jardín le ofrecerá la posibilidad de descubrir que la naturaleza en pequeñas dosis es más que suficiente como para rellenar toda una vida. Ahí están las plantas, los insectos y los pájaros. De alguna manera, quisiera hablar con ellos, sentir que el jardín le habla. De alguna manera, es un sucesor del espíritu que leemos en la leyenda de San Francisco de Asís. Pero Jolivot, además de expresarse con palabras, ilustra. O, sobre todo ilustra.

El libro es un regalo visual, una preciosa edición que contiene imágenes nítidas, puras, delicadas y precisas. Unas composiciones bien mimadas y un sentido visual táctico, efectivo, pero sin estridencias, a los que acompaña un afán divulgativo: cada personaje, cada insecto, planta o ave, viene acompañada por su nombre técnico y, en muchas ocasiones, por una explicación que es personal, pero podría ser la que todos compartiríamos de haber tenido contacto con ellos.

El mundo, o las sensaciones del mundo, se concentran en unos metros cuadrados y en el periodo de un año. Un poco a modo de dietario, el libro está diseñado en doce partes, tantas como meses, para así centrarse en la evolución de lo que acontece en el jardín. Mientras tanto, viajamos en el tiempo y conocemos la historia del terreno, de la casa y de los abuelos que son, en buena medida, los que darán el tono nostálgico al libro. Porque, aunque nos hable de lo que sucede en presente, nos enfrentamos a una serie de emociones que hoy en día se producen con escasa, por no decir nula, frecuencia. Hoy imperan las pantallas, Tik-Tok, Instagram, Tínder, y no esta ausencia total de tecnología con la que vamos conociendo el mundo, el microcosmos que contiene todo lo que de valor hay en el cosmos. Hoy la atención está dispersa, si es que existe, y Jolivot reivindica todo lo bueno que podemos extraer, en lo tocante a lo sentimental, si la ponemos al día: «Al remover la tierra, voy descubriendo regularmente restos del pasado. Antes de ayer, exhumé el cristal de una lupa, ayer unos juguetes de mis hijos, una figurita Pokémon y un dinosaurio de plástico. Siempre los entierro de nuevo por el placer, casi doloroso, de encontrarlos otra vez dentro de unos años y volver a recordar». Estamos ante un libro precioso.

 Fuente: Zenda


 

domingo, 14 de mayo de 2023

100 RAZONES POR LAS QUE LLORÓ TOLSTÓI

 100 razones por las que lloró Tolstói

Katia Guschina

Impedimenta




De pequeño, el célebre escritor ruso Lev Tolstói tenía «una facilidad indecente para el llanto». Pero, mientras que sus contemporáneos aprendieron a contener las lágrimas al hacerse mayores, Tolstói nunca dejó de llorar. Lloraba de dolor, de emoción, de alegría, de impotencia… Este libro es un homenaje al Tolstói que siempre optó por vivir lo mejor y lo peor de este mundo con esa intensidad que induce al llanto. Las lágrimas de Tolstói nos abren una ventana por la que comprender a uno de los mayores artistas del siglo XIX, y hacen que nos preguntemos: ¿a qué viene este empeño nuestro por dejar de llorar? En este collage de momentos reales y ficticios, perfilado con deliciosas ilustraciones, Katia Gushina nos invita a asomarnos al alma más o menos secreta de un gigante de la literatura.








sábado, 13 de mayo de 2023

DIARIO DEL LADRÓN

 

Diario del ladrón

Jean Genet

Traducción de Lydia Vázquez Jiménez

Cabaret Voltaire

Madrid, 2023

345 páginas



 

No vivimos por inercia, aunque es lo que nos gustaría a la mayor parte de nosotros. La vida sucede cuando hay escollos de por medio, cuando uno tiene que intervenir, tomar decisiones, crear una moral. Lo que cabe preguntarse, ante ciertas construcciones humanas, ciertas condiciones humanas, ciertas formas de ética, es de dónde surgen, cómo brotaron, por qué existen. Las preguntas, que tal vez podríamos llamar intrigas, están constantemente alterándonos durante la lectura de este Diario del ladrón, una obra que sigue sin envejecer, que sigue siendo un gran atrevimiento. Que alguien la haya escrito nos puede incomodar; pero que alguien haya vivido lo que aquí se expone, nos llena de cicatrices, unas cicatrices de una batalla que ni siquiera hemos protagonizado, que, en buena medida, nos cuesta creer que nadie haya podido protagonizarla.

«—Hay que ser vicioso para follar con ese tipo me dijo un día Stilitano refiriéndose a Salvador.

»¡Admirable vicio, dulce y benévolo, que me permite amar a los feos, a los sucios y a los desfigurados!»

Con un ritmo de galope, en ocasiones sincopado, pero siempre atento al oído para que no desfallezca la cabalgada a lomos del realismo, Jean Genet (París, 1910 – 1986) nos sigue sorprendiendo, pues lo que otros veríamos como suciedad, para él es el orden natural de las cosas. En buena medida, nuestra única forma de intervenir en ese ambiente es esta lectura, pues no será frecuente que quienes hayan navegado a través del robo y el sexo como él lo ha hecho dediquen su tiempo posterior a la literatura. Hemos dicho literatura y deberíamos significar que es arte, pues el juego del sexo, que no esconde descripciones que podríamos catalogar como pornográficas, cala de forma erótica, y el del ambiente lumpen en una comunicación poética. Lo que ocurre es que no se aproxima al lirismo, huye de lo cursi. Tal vez porque posee la potencia de los relatos autobiográficos escritos por quien realmente tiene algo que contar. Pensamos, por ejemplo, en Mohamed Chukri, por mencionar a un autor al que esta misma editorial recupera en ediciones maravillosas.

Cabe volver a mencionar el valor de Genet a la hora de exponerse. «Les reconozco a los ladrones, a los traidores, a los asesinos, a los malvados, a los delincuentes, una belleza profunda una belleza en bajorrelieve que no veo en vosotros». En ese sentido, siendo una estrategia psicoanalítica, es todo lo contrario a un psicoanálisis. La terapia no sucede en un diván y en una comunicación con uno mismo, pues el autor pretende la divulgación universal. No se trata de sanar, porque no existe una enfermedad que nos asedie. Es posible que los enfermos seamos los demás, que nos encontremos en el lado equivocado, presos de esa construcción social que llamamos conciencia. Genet será, en ese sentido, valiente, además de sincero. Nos muestras que se puede ser autodidacta en términos morales, partiendo desde cero; nos indica que la nobleza no es, necesariamente, lo que hemos ido identificando con nobleza, porque nos hemos encontrado a merced del relato de los que quieren que les creamos a ellos como nobles. «Mi valor consistió en destruir las habituales razones para vivir y descubrirme otras. El descubrimiento se hizo lentamente».

Genet es descriptivo y es reflexivo. Recuerda sin nostalgia, sin rencor, con la dosis justa de orgullo como para mantenerse entero: «La traición, el robo y la homosexualidad son los temas fundamentales de este libro. Entre ellos existe una relación no siempre aparente en la que me parece reconocer una especie de intercambio vascular».

Esta edición corrige las imperfecciones de las anteriores, que han venid en forma de frases censuradas o eufemismos, en ocasiones con metáforas imprecisas. Y sigue siendo uno de los grandes testimonios literarios del siglo XX:

«Si intento recomponer con palabras mi actitud de entonces, no engañaré al lector, ni a mí mismo. Sabemos que nuestro lenguaje no es capaz de recordar ni siquiera el reflejo de esos estados difuntos, extraños. Lo mismo sucedería con todo este diario si tuviera que ser la transcripción de lo que fui. Así que precisaré que revela lo que soy hoy, al escribirlo. No va en busca del que fui en el pasado, sino que es una obra de arte cuya materia-pretexto es mi vida de antaño. Será un presente fijado con ayuda del pasado, no al revés. Sabed, pues, que los hechos fueron como digo, pero la interpretación que extraigo procede de quien soy hoy, de aquel en quien me he convertido».

miércoles, 10 de mayo de 2023

EL PAISAJE VACÍO

 El paisaje vacío

Ricardo Martínez Llorca

Debate

Premio Jaén




¿Puede el desierto, escenario simbólico de la soledad, convertirse en cruce de caminos? En una aldea sin nombre, perdida entre las dunas, coincidirán los destinos de tres personajes. Un enfermero que huye de su pasado y que se ve obligado a hacerse cargo de las vidas de unos obreros que trazan las vías ferroviarias destinadas a atravesar el desierto. Un ex boxeador sin olfato que ha sido contratado por un inválido para enterrar en las arenas los restos de un cadáver. Una adolescente embarazada que se une a una caravana de mercaderes y durante semanas viaja en camello hasta llegar a la aldea, cuya existencia nadie parece conocer.

Tres historias y un encuentro: el origen de una voz que es síntesis de tres vidas, que se erige en la única voz capaz de describir un paisaje vacío.

martes, 9 de mayo de 2023

EL PRECIO DE SER PÁJARO

 

EL PRECIO DE SER PÁJARO

GRANDES TRAGEDIAS DEL ALPINISMO ESPAÑOL



Desnivel




Ninguna tragedia supera en tamaño a otra. A la hora de pesar su gravedad, si es que existe alguna aritmética capaz de medir tragedias, el primer parámetro debería ser el sufrimiento del que ve desaparecer a su amigo, a su compañero, a su hermano, a su hijo. Porque la tragedia no es la desaparición, sino la supervivencia del que sigue respirando pese a la ausencia del desaparecido.

Pero, ¿a esto se reduce la existencia de quienes sobrenadan por todas las horas de sus días y de sus noches tras la muerte de un ser amado? ¿Sería este el deseo de quien falleció tras consagrarse a una vida marcada por la aventura, que nos limitáramos a lamentar su pérdida? Posiblemente, será el mismo fantasma del recuerdo el que haga del destino de estas personas una vida épica en la que el recuerdo de quienes se fueron, unido a la entereza que muestran con ocasión de rememorar los días de la pérdida, agarra al lector por las solapas para meterlo de lleno en estas historias reales, donde las cualidades del hombre vivo superan en intensidad a las del alpinista.

Arriesgando en el género periodístico, con un lenguaje de fuerte presencia poética, El precio de ser pájaro es un viaje indiscreto a las vidas de los otros. Siguiendo la estela de quienes marcaron época en la historia del alpinismo español – Rabadá y Navarro, Pedro Acuña, Eduardo Benedé, Míram García Pascual, Marisa Montes, José Ángel Lucas, Antonio Miranda, Atxo Apellániz, Lorenzo Ortiz, Javier Olivar, Javier Escartín, Manuel Álvarez, Alfonso Vizán, Félix Iñurrategi, Manel de la Matta y otros– los amigos y familiares relatan anécdotas sobre los desaparecidos, describen sus refugios para no caer en el desconsuelo y cómo consiguen conservar la memoria de aquel a quien tanto echan de menos.

lunes, 8 de mayo de 2023

¿DE QUIÉN ES ESTA HISTORIA?

 

¿De quién es esta historia?

Rebecca Solnit

Traducción de Antonia Martín

Lumen

Barcelona, 2023

222 páginas

 



«No nos distinguimos demasiado por contar historias sobre cien personas que actúan ni por pensar que las cualidades decisivas para salvar un valle o cambiar el mundo no son en general el arrojo físico y la violencia atlética, sino por la capacidad de animar a otras muchas personas y conectar y coordinarse con ellas para crear historias sobre lo que es posible y cómo conseguirlo».

Así se expresa Rebecca Solnit (Connecticut, 1961) en el artículo Un héroe es una catástrofe. Estereotipos frente a la unión hace la fuerza. A lo largo del mismo, va mostrando su confianza en la sociedad civil, en tanto que está compuesta de personas que podrán mostrar humanidad, a la hora de recomponernos y plantar cara a las emociones que gestan desigualdad. El libro está compuesto por diecinueve artículos en los que se denuncia, con intención de concluir en un diagnóstico, la falta de igualdad en el mismo estrato social, que generalmente se traduce en temas raciales o de género, y será a estos segundos a los que más atienda nuestra autora. El diagnóstico de Solnit contiene, a su vez, una intención, que no es la de exponer el mal para que nos sintamos culpables, sino relacionar los puntos en los que debemos proponer cambios. Y estos cambios comienzan por el relato y la esencia del relato, que son las creencias. A lo largo de buena parte del libro nos va trasladando a un Estados Unidos al que catalogaremos, sirviéndonos del apelativo y su intención peyorativa, de profundo. Allí muchos hombres imponen el voto a las mujeres, a sus esposas, con violencia. Y con el estilo que requiere la actualidad, que es próximo al periodismo, la autora de obras maestras del pensamiento como Un paraíso en el infierno o El arte de perderse, nos recuerda que no tenemos bastante presente el promover la voz del desfavorecido, que dejamos demasiado tiempo que quien promulga relatos agresivos permanezca hablando sin contestación. Y su inmoralidad afecta demasiado a la gente, pues atiende a dar respuestas concretas, imprecisas pero fáciles, acerca de temas que creen que son los que generan el malestar. Y lo creen porque son, precisamente, los asuntos sobre los que hablan quienes deciden sobre qué se habla.

«Así aprendí que la cultura es importante, que constituye la infraestructura de creencias que determinan la política, que el cambio comienza en los márgenes y entre las sombras y se expande hacia el centro (…). Sin embargo, hoy en día me doy cuenta de que lo más importante no son los márgenes, el sitio donde se empieza, ni el centro, el lugar de llegada, sino la generalización.»

Hay que conseguir que todo el mundo entienda la voz del sensato.

Solnit mencionará la polarización de los relatos y la resistencia que siente tanta gente a cambiar paradigmas, que es tanto como decir al odio. Nos hablará acerca de la integridad, de el sentido de los valores morales que se saltan los poderosos y oligarcas, del respeto y de la empatía. Expondrá que la mentira es poder, y una herramienta para el poder en manos de quien pretende ser totalitario. Vinculará prejuicios y desigualdad. Indagará en el machismo doméstico, que es agresivo, que es una cárcel. Comentará la relaciones entre los que se llaman provida y las promentiras acerca de la soberanía corporal. Unirá las justificaciones y las consecuencias del maltrato con la credibilidad de víctimas y victimarios, sobre todo en lo referido a temas de violencia sexual. Defenderá la creación de una sociedad en donde se cuente la historia de todo el mundo. Denunciará la falta de compasión e imaginación de los inceles (célibes involuntarios), mientras aboga por amar como cura. Considerará el trabajo del escritor como una amable entrega por la liberación de los seres. Identificará la ira como una enfermedad y el maltrato como consecuencia. Defenderá ser libres. Reclamará comprensión hacia el inmigrante y la mayor presencia de modelos femeninos en los que puedan consolarse y refugiarse las mujeres. Solnit volverá a ser, en definitiva, la inteligencia y la voz que estamos necesitando para dar savia a los movimientos que intentan mejorar el mundo.

martes, 2 de mayo de 2023

ASENTIR O DESESTABILIZAR

 

Asentir o desestabilizar

Rafael Chirbes

Altamarea

Madrid, 2023

340 páginas

 



No existe la fuente de la eterna juventud, ni el Santo Grial ni el vellocino de oro. Es imposible que los años no hagan mella, pero envejecer no significa que uno deba deformarse. No hace tanto, apenas unas semanas en las que no nos ha dado tiempo a hacernos mucho más maduros, que leíamos la última entrega de los diarios de Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, 1949 – 2015), en los que podíamos llegar a la conclusión de que el autor lamentaba, sin rencor, no ser ya lo bastante joven como para saberlo todo. Apenas unos días más tarde nos llega esta entrega, en la que se reúnen textos de crítica literaria, cinematográfica y sociocultural, además de algunas entrevistas, escritos por Chirbes cuando era joven, rondando los treinta años, y podremos convencernos de que, efectivamente, en esa época era capaz de saber si no todo, sí buena parte de lo que más le importaba. En realidad, el conocimiento es bastante intelectual y obedece a una inquietud de relación con el mundo, mientras que en los diarios encontramos la preocupación por el ser y la nada. En realidad, esta forma de saber que nos muestra es la que se obtiene gracias a ser independiente y tener toda la energía por delante. Todavía no hay deudas ni apenas presiones contra las que no sea uno capaz de rebelarse.

Chirbes habla sobre el «funesto vicio de pensar y sentir» cuando se refiere al eje sobre el cual construir aquella idea, o sentimiento, que nos indicará cuál es la diferencia entre un texto escrito y la literatura: «Escribir no deja de ser la forma, lo otro, los sustancial». Está estableciendo las bases de lo que debería ser un proyecto literario, pero este libro supone algo más, sobre todo para quienes quisieran recordar la etapa cultural de la transición, o para quien quiera ampliar su conocimiento acerca de la misma. Lo que se editaba entonces, y algún estreno cinematográfico, para por sus manos y queda expuesto a su erudición literaria, pero también a la herramienta lectora que más nos llama la atención: no puede ser bueno si no demuestra sinceridad y es justo con el arte y la gente. Para Chirbes no vale cualquier causa; lo importante será elegir bien la causa y, entonces sí, al servicio de ella vale casi cualquier recurso. Nos hablará de Juan Benet, de André Malraux, de Jorge Semprún, de los premios Planeta… Hablará sobre y con Juan Goytisolo, Luis Goytisolo o Carmen Martín Gaite. Se preocupará por los recursos literarios, sobre todo en narrativa y sobre todo en novela, pero también por el contenido social de la literatura. No será capaz de despegar las formas del arte de los contenidos de la vida, es decir, de lo que atañe a las personas, la parte en que nos debería ayudar a soportar nuestros días, o que nos debería ayudar a hacerlos mejores. Se referirá a la época que está viviendo, finales de los años setenta, en la que debe encajar lo literario con el desarrollo social, sin obviar lo político, teniendo por político no la política institucional, sino los movimientos y desarrollos de la sociedad civil, con lo que supone para la misma, eso sí, cualquier decisión institucional.

No estamos frente a los primeros escritos de quien será, más adelante, uno de nuestros mejores escritores, o no sólo ante ellos. Nos encontramos con unos textos consistentes, muy bien trazados, que nos dan envidia por la libertad e independencia de su autor, por su inteligencia y sensibilidad. Este libro es una de las recopilaciones más necesarias que hemos leído en mucho tiempo.

lunes, 1 de mayo de 2023

UN LARGO CAMINO

 

Un largo camino

Ishmael Beah

Traducción de Esther Roig

Big Sur

Barcelona, 2023

278 páginas

 



Así es como enuncia su primer disparo contra los rebeldes durante su primer encuentro bélico: «Maté a un hombre». Un largo camino, que lleva por subtítulo Memorias de un niño soldado, es uno de los grandes libros que ensordecen por su sencillez, como formulación literaria, y por su contundencia en los hechos narrados. Ishmael Beah nació en Sierra Leona y sobrevivió a todos los males, a los peores, que el hombre ha podido crear: una diáspora escondiéndose en la selva siendo púber, apenas acompañado por otros jóvenes tan perdidos y hambrientos como él; ser niño soldado y convertirse en un tipo sanguinario, drogado; un violentísimo proceso de recuperación. Estas memorias están escritas desde cierta seguridad, tras años de vida en una población de Estados Unidos, donde encuentra refugio y familia.

La historia de supervivencia de Beah está relatada sin rencor. Ni siquiera apuntes nostálgicos aparecen en ningún momento. El estilo puede llegar a ser telegráfico y es esa simplicidad la que hace creíble la historia. La capacidad expresiva se reduce a lo esencial, porque la realidad no precisa de gestos fuera de lo común. La potencia ya está en la pesadilla, sin alardes, sin recursos de lenguaje. Nada hay más verosímil que un sí o un no, nada más atado al suelo que pisamos que mencionar nuestro primer asesinato soltando, sin amparo, maté a un hombre. De no ser porque se nos advierte en la biografía, no adivinaríamos que esta obra está narrada desde un hogar: podría tratarse de unas memorias dictadas en una celda. De hecho, la constante que recorre el texto es la imposibilidad de hallar refugio. El conflicto, y decir que la palabra conflicto es un eufemismo resulta, a su vez, un eufemismo, no cesa de perseguirle, y uno lee que ese mismo conflicto, esa misma guerra, ese sadismo, está presente en todas las vidas de los habitantes de Sierra Leona. Casi cualquier narración de cualquiera de las personas con las que se cruza o convive tendría idéntico interés, idéntica pegada, provocaría el mismo estremecimiento.

Y hablamos de uno de los mayores estremecimientos que podrá provocarnos ningún libro hasta ahora leído.

Hemos seguido al muchacho en un itinerario demoledor, en el que el miedo, que tampoco concede al autor una excusa para el lucimiento expresivo, es una constante. «Nuestra inocencia se había tornado en miedo y nos habíamos vuelto monstruos». Beah confiesa que no sabía lo que iba a hacer con su vida porque «tenía la sensación de estar empezando una y otra vez. Siempre estaba en movimiento (..). Sobrevivir era mi único objetivo en la vida». Al dejar de controlar su futuro, y su presente, se limita a aprender a sobrevivir. Hasta que se convierte en un drogado niño de la guerra, armado, y se transforma en un loco violento, capaz de obligar a los vencidos a cavar su propia tumba, bajo la lluvia, y enterrarlos vivos mientras fuma marihuana, después de apuñalarles las piernas mientras se ríe: «se quedaron quietos mirándonos con ojos tristes y pálidos. Forcejearon debajo del barro con todas sus fuerzas. Los oía gruñir debajo, luchando por respirar. Poco a poco se rindieron y nosotros nos alejamos».

Sabemos que su final, o al menos el final desde el que están escritas las memorias, es casi feliz, pero también sabemos que es privilegiado: son más los que quedaron enterrados, real y psicológicamente, en esos episodios, que los que salieron a flote. Acostumbrados a las novelas de iniciación, al Dickens de Oliver Twist y David Copperfield, este libro nos hará sentir que cualquier otro relato, cualquier otra ficción, que trate el tema es una menudencia. Hay que ser valiente para leerlo y la recomendación para quien quiera sentirse vivo siempre será armarse de valor.

 

 Fuente: Zenda