sábado, 30 de octubre de 2021

CUADERNO DE MÉXICO

 

Cuaderno de México

Eduardo Lago

Firmamento

Cádiz, 2021

154 páginas

 


Una de las cuestiones que eludimos durante las vacaciones, es si el turismo, el nuestro, el que estamos ejerciendo, es parte de una forma de neocolonización.

Es cierto que con nuestras divisas damos de comer a mucha gente, como lo es que buscamos eso que ellos eran antes de que conocieran el color de nuestras divisas. Sea cual sea la fórmula con la que nos movamos durante los viajes, todo pasa a ser una versión del turismo y no podremos solventar nuestra inquietud, la de perjudicar mientras nos beneficiamos, mientras no reconozcamos que nos estamos ateniendo a los beneficios propios de las vacaciones, tras los que pueden quedar flecos, más o menos sofisticados, de emociones que nos harán mejores personas.

Esa distancia parece estar presente en estos Cuadernos de México, escritos por Eduardo Lago (Madrid, 1954) durante un viaje a Yucatán y Chiapas hace más de veinte años. Lago diseña un viaje a caballo entre el propio del mochilero, improvisando hoteles y restaurantes, y el del turista, contratando guías y pequeños itinerarios, durante dieciséis días. Acudimos a una suerte de desplazamientos en los que compartiremos con él comidas locales, habitaciones un tanto rústicas y populares, tramos en combi o autobús y calor, mucho calor, excepto en los días que transcurren en San Cristóbal de las Casas. La secuencia de actividad es densa, sin apenas detenerse a la reflexión que con frecuencia acompaña a los libros de viajes, ni permitirse ninguna intromisión erudita. El efecto es descriptivo, tanto del lugar como del viaje, y en la descripción Lago se muestra colorido a la par que preciso. Es alguien que describe sensiblemente, sabiendo que al otro lado del papel habrá un lector tratando de imaginar cómo es aquello que, a través de las palabras, el autor pretende compartir.

Lago viaja dos veces: una en desplazamiento físico, real, y otra a la hora de revisar el cuaderno. El libro tiene forma de diario, pero se nos despierta de vez en cuando para recordarnos que está revisado en el futuro de la acción, que es también la memoria del autor. En una época sin internet, pero con guías Lonely Planet, comprobamos cómo cierto espíritu de viaje, sin el aturdimiento de la aventura deportiva, nos resulta extraño, ajeno: Eduardo Lago es observador del viaje a la vez que protagonista del mismo. En la actualidad, con el exceso de imágenes compartidas en redes sociales, esta mirada podría quedar perdida. Pero la literatura de Lago nos permite su recuperación. Y así lo agradecemos, como agradecemos cualquier detalle de humanidad. Nada hay virtual y sí cierto misterio, como esa constante corriente que nos lleva a preguntarnos si existe la duda irónica, la que no daña. ¿Nos está invitando a preguntarnos si cabe alguna interpretación al relato? ¿Hay un contraste de baja intensidad entre lo que él ha vivido y lo que nos sugiere? La idea, reiteramos, de ser el viajero a la vez que el que observa al viajero y al viaje, nos lleva a quedarnos con la duda. Esa será la virtud que permanezca en nosotros una vez cerrada la obra. Y es mucho.

viernes, 29 de octubre de 2021

NUESTROS CUERPOS, SUS BATALLAS

 

Nuestros cuerpos, sus batallas

Christina Lamb

Traducción de Margarita Estapé

Principal de los libros

Barcelona, 2021

449 páginas

 


Acostumbrados a que todas las flechas aciagas que lanza la vida den en otras dianas, paseamos prestando atención a placeres y errores efímeros, alejados de los males desmesurados que acompañan al rodar del planeta.

Y estos males pueden llegar a tener tal medida, tal potencia, que si miramos para otro lado, será creyendo que así salvamos nuestra entereza, ese bienestar que es más bien hedonista y que, miserablemente, atribuimos a un exceso de sensibilidad. Lo siento, decimos, pero mi sensibilidad no me permite tener la certeza de que existe esta canallada, esta revuelta, estos actos de terror, estos festivales de sangre y vísceras, de satanismo y espanto. A pesar de blindarse uno para afrontar la lectura de este libro, por muy precavido que uno acuda a sus capítulos, llegará un momento en que no pueda dejar de apartar la mirada de las páginas. Tal vez, si uno no lo ha hecho antes, cuando se le describan las violaciones de bebés y la lucha desesperada de unos pocos caballeros y damas contra unos actos para los que no se han ideado adjetivos lo bastante brutos. Pero antes hemos ido leyendo estos encuentros de la autora con mujeres violadas en periodos de guerra: yazidíes en oriente a los que odian los soldados del ISIS; la falta de misericordia de los locos que integran Boko Haram en Nigeria; el desprecio salvaje hacia los Rohinyá en Myanmar; lo que sucedió en los Balcanes, lo que sucedió durante la dictadura militar argentina, lo que sucedió incluso en España, durante la guerra civil, lo que sucedió en Filipinas durante la invasión japonesa en plena guerra mundial, lo que sucedió en Ruanda, lo que está sucediendo en Siria.

Y, mientras tanto, vamos asistiendo a juicios en los que se pone de manifiesto todas las carencias de un sistema legal. Se intenta poner orden, o justicia, o lo que se que se pueda llamar la consecuencia de los crímenes, tras el paso de la guerra. Pero primero brotan los déficits, entre los que se apunta la nula convicción, hasta hace poco, de que la violencia sexual también era un crimen de guerra. Y luego las ineludibles carencias de los sistemas legales a los que tuvieron que enfrentarse víctimas, fiscales y jueces en Ruanda, en los Balcanes, en Nínive. De ello da cuenta Christina Lamb en un libro que es un reportaje y funciona, sobre todo, como tal. Se le podrá achacar alguna posible mejora, como al localizar la repetición de ciertas ideas a lo largo del texto; de haberlas integrado más, el libro cobraría una mayor potencia. Pero, ¿qué otra potencia necesita? En realidad, la estrategia lineal, descriptiva, basada en la transcripción de la experiencia, es suficiente como para arrojar nuestra atención a un pozo de realidad y nuestro sentido del asombro a la sensación del vértigo.

Al mismo tiempo, Lamb trata de ofrecer algunos apuntes de historia, para ayudarnos a ubicar los testimonios, junto con alguna interpretación psicológica o sociológica. Pero su especialidad es el testimonio. En este caso, vinculados a la guerra, a las salvajadas. Y el centro de interés serán las mujeres violadas. Uno no cesa de preguntarse, durante la lectura, cómo es posible tanta maldad y a quién beneficia tanta maldad. Porque, en realidad, de lo que habla es de ser demoníaco por la mera imposición de ser el más fuerte, de ser un canalla al saber más poderoso, al tener más músculo. Y también surgen algunas dudas de otro tipo. Por ejemplo, la de si realmente habitamos en un mundo tan maniqueo: se nos habla de víctimas y victimarios, sin conflictos interiores, en un mundo en el que unos deberían haber sido buena gente y los otros, sin duda, son peores que los demonios que pudo imaginar El Bosco. El mundo, en esta ocasión podemos decir que por suerte, es más complejo en cuanto a la condición humana. Como lo demuestra esa pregunta que flota constantemente: ¿qué harán las mujeres después, tras aceptar las insuperables consecuencias del trance? ¿Es trance la palabra adecuada? Hablamos de la guerra, que nos resulta demasiado familiar, como si fuera parte necesaria de nuestra cultura, de quienes somos. Pero no: es una gran canallada, en la que, por fortuna, Lamb también encuentra almas buenas, almas entregadas a sanar.

jueves, 28 de octubre de 2021

SUEÑO Y VERDAD. PIONERAS EN LA AVENTURA

 NOVEDAD EDITORIAL DE DESNIVEL

«Sueño y verdad: pioneras en la aventura», el último libro de Ricardo Martínez Llorca

Mujeres que han recorrido el planeta trepando por nieve, hielo o roca, en moto, en barco, caminando, corriendo o en avión. Pertenecen a la estirpe de quienes nos enseñaron a soñar y a vivir. Este libro es un homenaje, pero también una celebración del afán de vivir que nos inunda en los sueños y nos enseña la ruta hacia nuestra verdad.

Autor:  |  
Sueno y Verdad. Pioneras en la aventura. Por Ricardo Martínez Llorca
Sueno y Verdad. Pioneras en la aventura. Por Ricardo Martínez Llorca

MARY READ, AMELIA EARHART, CHANTAL MAUDUIT, CATHERINE DESTIVELLE, DIAN FOSSEY, LIV ARNESEN, EMELIE FORSBERG, ELLEN MACARTHUR, ANNE-FRANCE DAUTHEVILLE, LYNN HILL, LIEVE JORIS, EDURNE PASABAN, LAUREN ELKIN.

Los retratos que encierran las páginas del último libro de Ricardo Martínez Llorca no pretenden ser nada diferente a un estímulo para poner en marcha los resortes de la imaginación.

No son semblanzas totalmente objetivas sino que los hechos y sus referencias se mezclan con la propia visión del autor, con sus lecturas e interpretaciones en un amplio telar que va tejiendo con cada una de las historias y cada una de las protagonistas.

Sueño y verdad. Pioneras en la aventura empieza al abordaje con una pirata de finales del siglo XVIII, Mary Read, para pasar a volar con Amelia Earhart, célebre aviadora estadounidense que en 1932 se convirtió en la primera mujer en cruzar el Atlántico en solitario.

Recorremos la vida y la muerte de la célebre alpinista francesa Chantal Mauduit junto con la polifacética escaladora y alpinista Catherine Destivelle, dos de las mujeres del mundo de la montaña que más han inspirado a generaciones de alpinistas y escaladoras.

Y viajamos con Dian Fossey y los gorilas, para luego atravesar la Antártida recorriendo mil doscientos kilómetros en solitario, arrastrando un trineo de cien kilos, con el fin de alcanzar el Polo Sur geográfico de la mano de Liv Ragnheim Arnesen.

Con Emelie Forsberg disfrutamos de los descensos con entusiasmo, creando su propia existencia como le gusta decir, viviendo la naturaleza de manera sencilla, corriendo y esquiando por las montañas y generando proyectos que las cuidan y las sostienen.

«En la actualidad, con horarios tan ocupados, desbordados de trabajo y estrés, además de dedicando tanto tiempo a las cosas materiales, como la televisión, el smartphone o comprando ropa, es incluso más interesante que nunca la práctica deportiva en conexión con la naturaleza».

Emelie Forsberg

Ellen Macarthur nos habla de la economía circular, cuya idea se gestó a lo largo de todos los años que vivió en alta mar, en regatas en solitario o con pequeños equipos, sin otro suelo que el de un trimarán o su querido velero. También damos la vuelta al mundo en moto con Anne-France Dautheville, a pesar de que toda su gente le decía que estaba loca.

«A lo largo de los años puse mi vida en orden, es decir, transformé violencia en fuerza».

Anne-France Dautheville

Y nos detenemos con Lynn Hill y The Nose pero también en sus comienzos, en su filosofía de la escalada y lo que le llena este deporte. «La naturaleza es un lenguaje universal con reglas universales. No sientes límites», dice.

«A lo largo de toda mi vida, una de las cualidades subyacentes que me han inspirado a perseguir lo que es posible, y parece imposible, tiene que ver con confiar en lo que realmente quiero y deseo. Cultivar sentimientos de pasión y convicción es algo que me ha permitido abrir la fuente de mi ser y acceder a la inmensa fuerza del espíritu humano».

Lynn Hill
Sueno y Verdad. Pioneras en la aventura. Por Ricardo Martínez Llorca

Sueño y verdad: pioneras de la aventura

por Ricardo Martínez Llorca

La escritora y periodista belga, Lieve Joris nos sumerge en sus libros de viajes y crónica periodística basados en sus viajes por Malí y Senegal. Y Edurne Pasaban nos lleva a las cumbres de los 14 ochomiles y a algunos rincones de su interior.

«Lo importante es quererse a una misma, y rodearse de buena gente».

Edurne Pasaban

Y el viaje termina con la joven escritora neoyorquina Lauren Elkin, que nos plantea que quizá la aventura no está solo en los abordajes de los piratas o en las montañas o en los cielos o en las paredes o en los océanos… también está en la mirada.

Sueño y verdad. Pioneras en la aventura son perfiles de mujeres que demuestran que se puede hacer real lo que se creía imposible. Mujeres que imaginaron, desobedecieron, arriesgaron e hicieron de los sueños la verdad de sus días y sus noches.

miércoles, 20 de octubre de 2021

PARÍS SIEMPRE VALÍA LA PENA

 

París siempre valía la pena

Alejandro Padrón

Kálathos

Madrid, 2021

221 páginas

 


El amor platónico no defrauda.

La nostalgia imposible, tampoco. El deseo sano, como es por ejemplo el deseo de amistad, es un valor seguro. En un mundo donde hasta las ciencias exactas son líquidos, no está de más buscar cimientos personales en la imaginación. Conviene asentarse sobre los valores que uno crea para resistir a las tormentas, a los volcanes, a las mareas y a los discursos. Si uno tiene fe en la literatura, lo mejor que puede hacer es agarrarse a un mástil firme para asentar los pies en medio del tifón. El escritor venezolano Alejandro Padrón se aferra a Hemingway, que es una apuesta firme tanto en su obra como en su biografía. Hemingway representa al tipo duro al que le iba dar y recibir golpes en el ring, y también al intelectual que se negaba a serlo porque prefería mostrar una cara poco amable, un gusto por las armas y los animales como trofeos que también reflejaba en sus novelas. Sin embargo, a Hemingway se le escaparon algunas páginas de otro calado en obras como Las verdes colinas de África, en las que mostraba una sensibilidad más humana: ahí está reconociendo la más hermosa bóveda del cielo que uno puede contemplar, la belleza de la luz y homenajeando a la sabana.

Como homenaje es como debemos rendir cuentas ante esta novela, en la que Padrón crea una narradora, una fotógrafa, que acompañó a Hemingway en muchas circunstancias mientras pisaba las calles de París. Encontramos a un Hemigway arrollador, vital, pero al que vemos con una cierta distancia, como si el autor estuviera más preocupado por respetarle que por convivir con el héroe que recrea su imaginación. El centro de interés será el narrador amigo  que regresa a París cuarenta años después de aquellos sucesos y va disparando la cámara por los lugares que compartieron, cuya voz se confunde con la de una fotógrafa a su vez admirada. Y al mismo tiempo revive con una memoria en la que la melancolía se ve empañada por una redacción bastante neutra. Que no se quiera caer en un lirismo que el propio Hemingway hubiera odiado es una de las labores que marcan las costuras de esta novela.

Narrada desde el punto de vista de la amistad, por la obra van desfilando personajes que no entramos a conocer en profundidad, que son enumerados, y cuyo atractivo radica en lo que sabemos de ellos, como Gertrude Stein o Joan Miró. Damos por supuesto que sus personalidades, o lo que ha calado en el acervo cultural acerca de sus personalidades, será gancho suficiente para resultarnos de interés en una obra a la que a tantas buenas intenciones le convendría añadir, aunque sea muy de vez en cuando, una última revisión, como, por ejemplo, aquí: “Contó que había estado a punto de morir por las esquirlas de metralla recibidas en su pierna derecha, particularmente en su rodilla”. Es complicado morir por un disparo en la rodilla, a no ser que exista riesgo de gangrena, por ejemplo, o de amputación con grave pérdida de sangre o algo por el estilo. Se comprueba que lo truculento también está alejado de las pretensiones de un intelectual Alejandro Padrón.

martes, 19 de octubre de 2021

SOBRE LA NOCHE EL CIELO Y AL FINAL EL MAR

 

Sobre la noche el cielo y al final el mar

Raúl Zurita

Random House

Barcelona, 2021

229 páginas

 


Hay “un lugar donde la mente y la vida son espacios a corregir”.

Esto sostiene Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) en un libro que es memoria y la memoria se comporta como un líquido: busca su camino y lo va encontrando, drenándose por el suelo que nos impide ver bajo nuestros pies, atravesando los muros que deformaron el mundo. La voz de Zurita, tierna y lírica, libre, nos recuerda, una y otra vez, que necesitamos amor. O, para ser más concretos, que necesitamos amar y ser amados. Serán estos sentimientos los que corrijan la mente y la vida y, tal vez, sea la memoria el lugar donde intentaremos corregirlas.

Zurita gestiona su prosa a través de los años de juventud, que en Chile fueron años de terror, y consigue sacar belleza allí donde se impuso la oscuridad y el plomo. Va componiendo una serie de cuadros sentimentales que perfilan al narrador, o al poeta, pero que poco a poco construyen un paisaje colmado de seres humanos, de compañeros, de amigos. Su pretensión es atrapar sensaciones a partir de unos recuerdos que se han mostrado huidizos: el poeta tiene que convocarlos para trazar sus perfiles, y es la búsqueda a lo que asistimos. Las preguntas, bien lo sabemos, contienen más sabiduría que las respuestas. Envejecer significa despegarse del afán de certezas, pero también aprender a separar el grano de la paja y dejar que las pequeñas cosas se las lleve el viento.

Zurita se obliga a recordar, pero no se obliga con violencia, sino con el ímpetu que da la nostalgia. Sentimos nostalgia de la energía perdida, de la posibilidad de salir corriendo, de unos encuentros amorosos menos apagados, de sentirnos con capacidad de una lucha físicamente más activa. Aunque seguimos en la brecha, con las herramientas que aprendimos, gracias a las preguntas, a esgrimir para modelar el mundo, entre ellas la poesía. Tenemos la impresión de que Zurita está cancelando deudas políticas de un tono más o menos agresivo, o más bien agresivas. Y nos preguntamos si ésta es una de las funciones de la literatura. Zurita también parece cuestionárselo. Y la respuesta será más individual que social. La mejor conclusión que uno puede sacar de este libro de memorias de un gran poeta, es que ahora, en la vejez, somos más recuerdo que actividad, pero debemos ser conscientes de que no se puede vivir sólo de esa bondad. De ahí que tengamos que seguir encontrando amapolas que nacen en los estercoleros.

domingo, 17 de octubre de 2021

PARA HUIR

Para huir

Ricardo Martínez Llorca

El Desvelo



Cine y emociones. ¿Quién no ha 'vivido' sentimientos en el cine comparables a los reales? El autor reivindica el cine 'escapista' y recurre a él para hallar respuesta

En el cine, el tiempo pierde la condición de dimensión que le atribuimos y un segundo de buenas emociones nos rescata de lo más ruin del fango de los infinitos días, una sensación que sirve para justificar que eso de intentar seguir viviendo merece mucho la pena.

Los artículos que se recogen en este Para huir no son análisis cerebrales ni tienen la forma de crítica cinematográfica. Se trata, más bien, de agitar algún árbol para intentar que caiga alguna fruta, y estas frutas tienen más que ver con el mundo emocional. En realidad, las películas que se toman como referencia, bien sean clásicos o cine contemporáneo, Westerns o cintas de superhéroes, sirven de excusa para empezar a indagar en temas en buena medida universales: la sensibilidad, la soledad, la resiliencia, el miedo, el nomadismo, la rebelión. El autor ha intentado que abarcaran sentimientos que a todos nos han afectado en algún momento, y he intentado que las obras de referencia fueran bastante conocidas, incluso populares. No se trata tanto de afirmar ideas, conclusiones, como de sugerir que no es tan sencillo tener una idea formada sobre la condición humana y cada una de las ramas de la condición humana. Pero, eso sí, los fundamentos que nos llevan a conocerla se pueden descubrir en casi cualquier obra de cine, muchas veces a través de preguntas que ni siquiera los creadores -guionistas, productores, directores- se habían planteado.







viernes, 15 de octubre de 2021

EL PROFESOR A. DONDA

 

El profesor A. Donda

Stanislaw Lem

Traducción de A. Murcia y K. Moloniewicz

Impedimenta

Madrid, 2021

90 páginas

 


Siempre está detrás Sancho Panza.

Un hombre poseído por una locura, de la que podemos salir beneficiados y que al espectador resulta divertida, pone en marcha los resortes de una actitud que implica cierta condena social. El ímpetu conlleva una condena: no haremos daño a nada ni a nadie, pero a pesar de ello, seremos considerados parias, versos sueltos. Y detrás está Sancho Panza para dar testimonio de ello, desde un punto de vista que nos aproxima al loco con mucha ternura y, en este caso, mostrando cómo los resultados son pura expresión de humor.

El profesor Donda está obsesionado por demostrar, a partir de la acumulación de datos en la inteligencia artificial, que lo contrario del error será la verdad: “la información no es ni materia ni energía, pero está claro que existe. Por lo tanto, debería tener masa”. Su exilio, pues el viaje es una constante en el esquema de don Quijote y Sancho Panza, le lleva por territorios absurdos, inventados por Lem y ubicados en un fantasioso continente africano. Al tratar sobre datos que recogen información, trata sobre todas las articulaciones del conocimiento, hasta el punto de inventar neologismos como interología, para definir la ciencia central, o entretemas para referirse a sus contenidos.

Todo el conocimiento debería ser información y toda la información debería ser ladrillos que componen el conocimiento. Esos son los principios de un profesor que debe su nombre a la expresión inglesa Do not do it!, no lo hagas, que nos recuerda, inevitablemente, al preferiría no hacerlo de Bartleby, que es la némesis de Donda. Hiperactivo, el profesor que ha creado Lem obedece a una ráfaga creativa del autor. Esta obra corta parece surgir de un impulso que sintió Lem y no quiso retener. Para nosotros será una comedia de extrañamiento, con ciertos enredos y una versión del humor verbal que, sorprendentemente, nos recuerda la ingenuidad de humoristas casi mudos, como Jaques Tati y sus personajes tan inocentes, tan inocuos, pero con una presencia que permanece.

jueves, 14 de octubre de 2021

HERMANITO

 

Hermanito

Ibrahima Balde y Amets Arzallus Antia

Traducción de Ander Izagirre

Blackie Books

Barcelona, 2021

134 páginas

 


Hay emociones que son imposibles de reconocer. 

Aturden, sí, pero no nos sacan de una duda bastante existencial y nos preguntamos qué deberíamos hacer con eso que empaña todo nuestro interior. Podemos combatirlas con sueños y podemos integrarlas con el tiempo. Incluso podemos incorporar nuevas emociones para ir diluyéndolas, muchas veces a través de cualquier vía de escape. Pero de vez en cuando la memoria sentimental nos las devolverá. Y si no es la memoria propia, será la social, o la actualidad, que nos recuerda a los desfavorecidos sin descanso. Pero lo mejor es reconocer haber sentido esa emoción, para la que no existe nada que la defina, para la cual el lenguaje se rinde debido a sus limitaciones. Eso es lo que sucede durante la lectura de Hermanito, este testimonio que debería convertirse en uno de nuestros libros de cabecera.

Frente a la experiencia de su protagonista, cualquier viaje pasa a ser una mera descripción turística. Ibrahima Balde ha recorrido el desierto del Sáhara en canal, muchos días caminando entre cadáveres, ha sobrevivido al acoso y la violencia de los fusiles y todo por el afán de encontrar a su hermano pequeño. Esta es la historia de un subsahariano que llega a España, con la voluntad del amor fraterno por combustible, en una travesía que dura años y en la que el sufrimiento es la constante.

Miñán, ¿por qué querías irte a Europa? No era eso lo que habíamos acordado, te dije que debías seguir estudiando, te dije que tenías unos ojos muy grandes”.

Existen algunas buenas almas, que brotan como amapolas en el estercolero, gracias a las cuales logra sobrevivir. Pero desde que se inicia el relato, contando doce años y emigrando de Guinea Conakry a Liberia para intentar conseguir algo de dinero con que alimentar a su familia tras la muerte del padre, hasta que alcanza la costa española, Balde sufre una suerte de situaciones que llevan al aprendizaje que padecemos durante la adolescencia a un grado extremo. Es probable que crecer con estas experiencias se convirtiera, bajo cualquier otra piel, en una toxina. En las palabras de Balde encontramos, sin embargo, una ingenuidad muy sagrada, propia del hombre sensible, de una fragua sentimental bien consolidada.

            “Yo no querría hablarte más de estas cosas, porque cuando hablo empiezo a ver, delante de mis ojos, todo lo que estoy explicando. Tu ahora estás aquí, escuchando, pero yo estoy otra vez allí, dentro de mi carne”.

El texto que resulta de la traslación de un relato oral no puede ser más expresivo. Frases cortas, sencillas, de una engañosa simplicidad, que nos muestran que no es necesario deslumbrar para atrapar a un lector. Y aun así, de vez en cuando deslumbran, casi sin darse cuenta: “Allí fuera todo era arena, la arena sabe estar en silencio”. O “No sé cuántos tragos le di, diez, veinte, hasta que empecé a sentir el cuerpo otra vez. Las piernas, la tripa, los brazos, los ojos, todo. Eso es el agua, el agua hace tu cuerpo”.

En muy pocas ocasiones la literatura nos va a estremecer tanto como aquí. Pero sentimos que estremecerse nos impone la convicción de que vivir es necesario. Como lo es intentar llegar hasta los lugares que ha vivido gente como Balde, incluida esa inmensa sabiduría de la pureza: “Mi madre tiene mucha paciencia pero poca fuerza. Cuando digo fuerza, quiero decir poder, y cuando digo poder, quiero decir dinero”. ¿Se puede decir más con menos? Nada justifica no sentir el impulso de leer este libro. Nada.

miércoles, 13 de octubre de 2021

ABRE LOS OJOS

 

Abre los ojos

Pepa Blanes

Fuera de Ruta

Valencia, 2021

229 páginas

 


Los estereotipos son una maldición.

Ideas preconcebidas, prejuicios, lugares comunes, todo lo que suponga aparcar las funciones del cerebro para alimentar proles infames, como las que atañen al egoísmo o al odio. Uno de los problemas que ha brotado con el cine, es la facilidad para divulgarlos. El cine ha homogeneizado demasiadas ideas, como esa farsa que es la familia ideal, la de los anuncios de margarina, o que la justicia es lo mismo que la venganza. Este pensamiento único se convertirá en una trampa que se multiplica a medida que avanzamos en la vida. ¿Por qué nada es como lo hemos presenciado en el cine? ¿Es el cine una mentira? No, ni es una mentira ni es cierto que nada sea como sucede en las pantallas. Porque si uno sabe mirar y buscar, encuentra entre los fotogramas la propia batalla contra los estereotipos, contra los tópicos, contra el pensamiento acomodado y un tanto burgués, entendiendo burgués como un término peyorativo, de consumo de hábitos del vividor bien adaptado.

Sobre esta lectura cinematográfica a contracorriente trata este libro de Pepa Blanes, Abre los ojos, que reivindica el papel del relato que da voz a quien no la tiene. Frente a la narración que justifica y crea el poder, solicita un contrapoder, un pensamiento contraintuitivo, teniendo en cuenta que la intuición se educa y a nosotros nos educaron con muchos estereotipos. La realidad debería retratarse con todos sus escollos, sabiendo que los relatos impondrán una norma que persigue un interés, o que es la que interesa a alguien, a los más fuertes, a los más poderosos, a los que muchas veces son los más malos.

El libro va desgranando temas que atañen a lo manipulable, a lo normativo, lo que ha generado impedimentos de diálogo, lo que se da por supuesto, tomando como referencias una serie de películas que, en muchos casos, nos descubren que la lectura no es unidireccional. Blanes retoma el asunto de la lucha de clases y la manipulación que existe para negarla, planteándose una interpretación sociológica del cine y concluyendo que los estratos sociales siguen siendo capas impermeables. Nos habla de los estigmas que siguen azotando a lo transgénero. Se refiere al racismo y a los derechos civiles, mostrando cómo se continúa luchando por recuperarse de las caídas, por cobrar una merecida notoriedad. Se refiere al mismo orientalismo que denunciara Edward Said: “al legitimar la idea del “otro” y controlar su representación, Occidente puede seguir teniendo el control para preservar la jerarquía”. Confronta el tema básico del cine de la Cenicienta con la realidad de la prostitución, que es un balance entre amor e ideología, que puede plantear el problema del clasismo de una manera reducida. Habla de la enfermedad mental y la vincula al neocapitalismo, y a una de las expresiones más severas del neocapitalismo que es la televisión. Se refiere al realismo social, directamente, mencionando el instinto de bondad, que reclama sea sincero. Entra en el tema del bien y el mal, de la utilidad de la risa y de la sororidad. Todo ello a partir de películas, con frecuencia americanas, que es de donde procede la mayor parte del cine que consumimos, que a veces no se crearon para ser interpretadas como ella lo hace. Y nos advierte contra los peligros de una nueva forma de esclavitud. De ahí que esta lectura sea un hallazgo sobre educación social que no deberíamos eludir.

martes, 5 de octubre de 2021

MANERAS DE ESTAR VIVO

 

Maneras de estar vivo

Baptiste Morizot

Traducción de Silvia Moreno Parrado

Errata Naturae

Madrid, 2021

393 páginas

 


¿Qué es el pensamiento convencional contra el que se rebela Baptiste Morizot (Draguignan, 1983)? 

La traducción directa del francés del equivalente a lugares comunes es ideas recibidas. Necesitamos una nueva traducción, porque las ideas tradicionales no se adaptan a la situación contemporánea. Los bosques deberían estar sometidos a una política creativa, tal vez, en lugar de contemplarlos como paisajes. O tal vez no, tal vez deberíamos seguir la corriente que promulgaba John Muir y permitir a la humanidad destrozar una parte del planeta mientras reserva la otra para la naturaleza. Pero Morizot parece ser más partidario de la primera postura, basada en una experiencia sobre el terreno, una convivencia con la naturaleza, que moldea la práctica de su especialidad, que es la filosofía. Sorprende este aparente oxímoron, práctica de la filosofía, pero resulta que considerar a la filosofía como un acontecer teórico, algo que sucede únicamente dentro de la cabeza, es otro lugar común. Morizot es partidario de cambiar lo que sucede dentro de la cabeza, las deducciones, a partir de la observación directa. Y para eso es necesario pisar el terreno y dormir al raso, tener infinita paciencia y enamorarse de los animales hasta entender que el respeto, la cortesía, es el medio y es el fin.

“Esta ambigüedad la hemos recibido compartida, entre perro y lobo. Y la oveja también está ahí, en alguna parte, en nuestro zoológico interior: nosotros también hemos tenido depredadores. Nada de lo que está vivo me es extraño.

“Todos llevamos en nosotros la condición viva al completo.”

La etología se transforma en un humanismo de proyecciones. Imantado por el comportamiento animal, Morizot se entrega al aullido del lobo y a su capacidad de rastreo. O debate cuál es el lugar del hombre entre los seres vivos, a partir de la consideración de ser agua salada, de nuestra evolución y la memoria del mar del que procedemos. Los planteamientos de Morizot atañen a la rama de la filosofía que se conoce como ética, sobre la que se ha pensado mucho, pero que es la que más ejercemos a diario, pues está unida a los actos y las actitudes, es decir, a la práctica de la filosofía. Y en su ética entiende que el humanismo, a pesar de la etimología de la palabra, es una connotación que implica a todo ser, a todo el que posee una vida interior. Y hasta se remite a Spinoza para intentar comprobar si su tesis se acerca a la verdad, mientras desconfía de la separación de cuerpo y mente, otro lugar común, otra idea convencional. No existe modificación de la pasión sin modificar la razón, ni modificación de la razón que no afecte a la pasión, como no existe es convencional diferencia, típica de los libros de texto, que separa forma y fondo.

Somos en tanto que somos en relación o en relaciones, somos interdependientes y esto no debería ser una debilidad. La crisis ecológica es una crisis de nuestras relaciones con los seres vivos. Deberíamos “reaprender, como sociedad, a ver que el mundo está habitado por entidades que son prodigiosas de otra manera, distintas de las colecciones de conches y las galerías de los museos”, lo cual “supone un reto de gran envergadura. Igual que reconocer que exigen una transformación de nuestras maneras de vivir y habitar en común”. Morizot considera que la manera humana de estar vivo adquiere sentido al sentirla enredada con las otras maneras de estar vivo, las propias de animales, bacterias, vegetales y ecosistemas. Y reivindica estor valores con un ímpetu tan sensato como pasional.

sábado, 2 de octubre de 2021

TRES TRUENOS

 

Tres truenos

Marina Closs

Tránsito

Madrid, 2021

150 páginas

 


Volver a las consecuencias de morder el fruto del Árbol del Bien y del Mal es regresar al diablo y regresar a la inocencia. En esta esencia sobreviven las tres narradoras de los relatos de Tres truenos, la obra de Marina Closs (Misiones, Argentina, 1990) que sigue los pasos de autoras como Sara Gallardo, llevando a sus protagonistas a lugares donde tener alma sería un privilegio. Expulsadas del paraíso, de un probable hogar, aunque jamás se hayan movido del mismo emplazamiento, y también cuando emigran a pie, nos obligan a preguntarnos por la metáfora de la expulsión del Paraíso: ¿Cuándo cometimos el error que nos condena? Y está, además, esa impresión de posible infierno en la Tierra, una sensación demasiado real, al preguntarnos dónde sucede lo que se nos relata, un lugar que se nos antoja escondido pero, tal vez, a muy escasa distancia. En realidad, somos inocentes. Eso pensamos mientras leemos episodios que nos hablan de un incesto muy ingenuo o de una infidelidad sin consideración por el duelo. También cuando confundimos tener sexo con amar. Es el sexo uno de los grandes desencadenantes del mal, parece decirse, uno de los motivos por los que somos seres perdidos. Y, sin embargo, consigue exponerse con una ingenuidad adolescente, con una sinceridad que nos empuja a perdonar cualquier pecado, o al menos a perdonarlo como hombres, pues ya habrá un dios que lo considere motivo para desalojarnos del Paraíso.

El destino está en las filias de nacimiento de las tres narradoras: son perdedoras desde el minuto cero de su vida. Así es como poseen tanta libertad para hablarnos. Se trata de tres monólogos directísimos, pues hablan sin cortapisas con uno o varios interlocutores. Closs manipula el lenguaje para darle una forma oral que podríamos considerar poco literaria, si consideráramos que la literatura tiene que ser solemne. Por suerte, no lo es. De ahí que este tono de confesiones resulte tan depurado y tan natural, y, sin embargo, se trate de un ejercicio de estilo muy elaborado. De ahí que la inocencia se entrelace con el desgarro. La muestra nos habla de una soledad que nos atañe, pues cada cual somos protagonistas de nuestra vida, a pesar de que las decisiones no las tomemos solos, a pesar de que se nos impongan las consecuencias del pecado original. Hay algo de absurdo en los ambientes que recrea Closs, algo que con un poco más de impulso nos llevaría al humor, por las estúpidas costumbres impuestas que se reflejan, por ejemplo, o por la crueldad de las leyendas en las que crecieron las protagonistas. Pero se impone la imposibilidad de adaptarse. Se impone la sensación de que no existe la opción al descanso ni la alteración del placer. No se les dará ninguna satisfacción a las narradoras, a no ser que consideremos follar como una satisfacción. Son tres mujeres muy jóvenes, sin defensas elaboradas ante los acosos del planeta. Viven desconociendo que vivir puede entenderse como un regalo. Caminan por la selva brasileña o se alojan en una aldea endogámica. Cosen trajes para las bailarinas y entran a servir en la casa de un hombre con el espíritu tullido. Son seres que nacieron minusválidos y cuya confesión solo explica, no justifica nada, porque eso que conocemos como destino carece de justificación posible.

 Fuente: Revista de letras