viernes, 14 de febrero de 2025

HITORIA NATURAL

 

Historia natural

Andrea Barrett

Traducción de Magdalena Palmer

Nórdica

Madrid, 2025

235 páginas

 

 


No es que queramos desvelar el final del último (y tal vez más importante) de los relatos que componen Historia natural, pero la propia Andrea Barret (Boston, 1954) nos facilita una buena pista sobre la intención, y el logro, de su literatura: «”¿Por qué?”, le preguntaba la gente (…) solo podía decir que no lo sabía (…). Que se había sentido sola en su antigua vida». Pero la soledad no acaba ahí: el personaje se ha sentido fagocitado, ha dudado sobre si pertenece a un grupo y ha temido pertenecer a él. Odia y ama su trabajo, porque le gusta la actividad, pero la aleja del mundo. Desprecia y necesita los halagos. No puede dejar de pasar por el mundo sin dejar cicatrices y sin llevarse algunas cicatrices puestas. Y luego están los cambios, que se nos imponen o que no llegan a suceder porque nos encabezonamos en permanecer, o que somos nosotros los que cambiamos, o no, o que lo único que cambia es la ciencia. No saber y pasar por el mundo dándonos cuenta, en definitiva, de que sí vamos aprendiendo. Así se manejan los personajes de estos relatos, que son figuraciones que pertenecen todos a un mismo grupo, a una misma familia y al entorno de esta familia. De hecho, se incluye, unos árboles genealógicos entrelazados a modo de apéndice para poder seguir los vínculos entre los personajes.

Barrett vuelve a utilizar voces de narradores tranquilos, a veces en primera persona, otras en tercera, para mostrarnos trozos de vida. No hay grandes fantasías ni enormes golpes de efecto, pero sí la afectación que nos puede provocar sentir que lo que estamos leyendo ha podido ser real, y como tal merece la pena contarse. Comienza por llevarnos a la época contemporánea de Darwin, lo cual no es una coincidencia en esta autora, aficionada a la historia natural, amante de la ciencia y la naturaleza. Y a medida que vamos avanzando cronológicamente, con cada relato, se la época queda como algo más que un decorado, es una condición. No se trata de que subyugue a los personajes, sino de que les centra en lo que atañe a la relación: van cambiando las inquietudes, van evolucionando las actividades, y tanto inquietudes como actividades están enfocadas al conocimiento, a las ganas de ampliar el mundo.

Estamos ante un elenco de personajes femeninos, muchas de ellas mujeres naturalistas, de origen más bien humilde. La intención de Barrett es una digna y serena reivindicación de mostrar que la historia no es lo que figura en los libros de texto, sino aquello que le ha ido sucediendo a las personas. Sí que el tiempo que nos toca vivir nos impone muchos sesgos, pero Barrett también nos habla sobre lo universal, aquello que se da entre las relaciones, entre los seres humanos y entre los seres humanos y el entorno natural, que ha sido, es y será universal. Uno se atrevería a decir que eterno si no es por que teme que la muerte de la historia natural del planeta esté en ciernes.

El libro se termina con el relato que da título al volumen, en el que comprobamos que lo que más posibilidades tiene de salvarnos, lo que nos hace humanos, sigue siendo la memoria. Y esta memoria es personal, por supuesto, pero también familiar. Andrea Barrett ha compuesto un bonito libro sobre los asuntos que más importan y menos histeria producen, lo cual es muy de agradecer en los tiempos que corren.

martes, 11 de febrero de 2025

EL VIAJE

 

El viaje

Estíbaliz Madrazo San Emeterio

Nazarí

Granada, 2024

166 páginas



 

Vivir consiste en ir descubriendo que uno está vivo. La palabra clave de la afirmación es el verbo descubrir. No se trata de caerse del caballo durante el camino a Damasco, una y otra vez, porque no es necesario un golpe tan fuerte. A veces basta con mirar alrededor. Y si lo que uno encuentra no es lo bastante sugerente, o es demasiado conocido, puede largarse a otro lugar que le facilite los descubrimientos. Si tienes dentro un alma con algún rasgo de poeta, al regreso estarás en condiciones de descubrir, o de volver a descubrir, como si nunca lo hubieras hecho, aquello que creías conocer.

El mérito de Estíbaliz Madrazo San Emeterio (Bilbao, 1979) en este dietario que se titula El viaje, es el de una persona convencida de que es posible mantener, a lo largo de muchos años, una mirada no contaminada. La obra se ha ido gestando a lo largo de diecisiete años, aunque uno debe añadir que son esos años más toda la vida. Aunque incluye algunos apuntes desde otros lugares, el grueso del dietario está escrito en Ciudad de Guatemala, Buenos Aires y Bilbao. Los tres lugares donde se ha formado la autora que confiesa, en una de las primeras páginas, el sentido de estos viajes: «Ahora que me estoy quedando sola conmigo misma, empezando a querer y a quererme mejor, es como si tocara el fondo de las cosas y ya no sé siquiera cuáles son las preguntas». Es posible que a la hora de la verdad no existan tales preguntas. Es posible que el descubrimiento sea más fructífero si uno no sabe lo que busca, pues se trata de estar abierto a que la vida te sorprenda.

Durante su estancia en Guatemala, la autora se centra en microhistorias, en anécdotas, en sucesos, en lo que le sale al paso, mientras que más tarde y, nos atreveríamos a decir, más madura, durante los años de estancia en Argentina, se vuelve reflexiva. A ambos sitios acude como cooperante, es decir, a ambientes en los que va a reconocer la necesidad, y en ambos lugares recurre, de vez en cuando, a la poesía, que es lo que nos salva en los peores momentos de crisis. Es sensible y no esconde que se ve afectada. De hecho, demuestra que afilar los sentidos en condiciones sólo puede significar estar dispuesta a mostrarse sensible con lo que sucede al otro lado de la piel. Pero eso afecta al interior, y así nos va descubriendo lo que la ha construido, o al menos lo que ella considera que la ha construido, dejando este libro entre esos del género que podrían llevar por subtítulo una confesión. Escrito con sencillez, en este dietario subyace constantemente la cuestión de la felicidad, tomándose a uno mismo por el mejor registro: ¿soy feliz? ¿Qué me hace feliz? No se trata de definir la felicidad, que es un concepto confuso, sino de sentirla, que es un sentimiento claro:

«Percibir el movimiento. Ser consciente de mí en este momento. Atreverme a soltar. Reconocer la atracción, el encanto, el enamoramiento, como expresión de Amor que sostiene la Vida. Celebrar que lo que me apasiona vivir no es solo mío, sino cómplice del universo. Recorrer el laberinto con asombro e impaciencia. Conmoverme por la sensación de que todo lo que sueño, lo que anhelo en este tiempo, ya lo viví, lo estoy viviendo. Saber que tengo el coraje para decidir y actuar. Sentir que es tiempo de sacarme los zapatos y correr hacia el mar.»

lunes, 10 de febrero de 2025

VICTOIRE

 

Victoire

Maryse Condé

Traducción de Martha Asunción Alonso

Impedimenta

Madrid, 2025

257 páginas

 



«En estas páginas pretendo reivindicar el legado de una mujer que, aparentemente, no dejó ninguno». La frase la escribe Maryse Condé (Guadalupe, 1937 – Gordes, Francia, 2024) poco antes de llegar a la mitad de la obra. Victoire, que es quien da título a la narración fue su abuela o, como se subtitula en esta edición en castellano, la madre de su madre, en un giro que parece innecesario, pero no lo es: el libro busca explicar una parte de lo que ella es a través de una parte de lo que fue su madre, reivindicar, en la medida de lo posible, cómo nos construimos y por qué nos hemos construido así. En el original en francés, el subtítulo es les saveurs et les mots, algo así como sabores y palabras, en clara referencia a lo que llenó la vida de la abuela, la cocina, y la de la autora, la literatura. La investigación a la que se somete Condé para ser tan fiel como pueda a la realidad que vivió su abuela, le da a la obra un tono explicativo, que nos indica que se trata más de un estudio que de una obra de invención. Nos hallamos frente a la voz de alguien tan consciente de su cometido que para ser sincera, para recrear con sinceridad, trata de no permitirse juegos florales. De lo contrario, caería demasiado en una mitificación que dejaría al lector demasiado expuesto emocionalmente.

Esta distancia obedece a la intención de mantenerse firme en el impulso que genera el relato, y que no es otro que el de saber quiénes somos a través de conocer de dónde venimos. Para ello no sólo dispone de los actos y las reacciones de Victoire, sino también del conocimiento de cómo se vivía en una época de la que apenas conocimos nada y que, dada la veloz evolución del mundo, se nos antoja ficción. La obra tiene así un cierto ambiente coral, una acción en la que los vínculos son la fuente de las actuaciones de unos personajes que viven como si se estuvieran inventando el mundo. Dentro de ese grupo de gente, Victoire pertenece a quienes habitan dentro de una cadena de calvarios, a los que sufren humillaciones. Las miserias, los marginados y los marginadores, el racismo y el clasismo, todo lo que tenga que ver con expresiones humanas y sociales de amor y odio, son el motor y la gasolina de esta obra. Siendo así, la relación entre Victoire y su hija, la madre de Condé, tendrá que ser incómoda, por momentos incluso ausente, en ocasiones áspera. No se impone la ternura, que no deja de estar ahí, al fondo, casi más como deseo que como realidad. Para Condé este lazo es fundamental, dado que así va conociendo a la madre que la educó a ella, dado que esta cascada de orígenes de tantas cosas, mayormente de afectos, la ayuda a entender a su madre y a conocerse mejor a ella misma. En realidad, este tipo de trabajo deberíamos intentar ponerlo todos en práctica, parece ser una de las principales intenciones de la autora, porque esta suerte de reconciliación es imprescindible a la hora de vivir en calma sobre la superficie del planeta.

Hay dos factores especialmente emotivos que quisiéramos destacar: el primero es musical, es la intervención constante del aria de la Habanera de la ópera Carmen, de Bizet —El amor es un pájaro rebelde / que nadie puede dominar—, donde se habla de la dificultad para entablar relaciones de amor compensadas; el otro es ese ambiente en el que parecen convivir, en el que da la impresión de que cada uno habita dentro de su soledad y que sólo en ocasiones se comparte. Sólo por esta inquietud que genera, sobre el amor y la soledad, Victoire ya merece ser leída. Estamos frente a una mediación para reflexionar sobre lo que nos enturbia y lo que nos puede hacer felices.


Fuente: Zenda

viernes, 7 de febrero de 2025

TAL VEZ VIAJAR en CULTURAMAS

 

Tal vez viajar

Ricardo Martínez Llorca

La huerta grande

Madrid, 2025

260 páginas

 

Por Carlos Marín

 


La sensibilidad es un bien escaso. En el campo de la literatura, se ha confiado con demasiada frecuencia a la poesía, en raras ocasiones al relato y, desde luego, casi nunca al ensayo. De hecho, cuando ha querido aparecer combinando percepción y pensamiento en prosa, nos ha entregado algunas de las mejores páginas de la historia, como en El libro del desasosiego. Este ensayo que tenemos delante, este tratado sobre el viaje, a lo que más nos recuerda es al espíritu con el que está escrito el libro de Pessoa. Y en la comparación no desmerece. La sensibilidad que demuestra Martínez Llorca nos hace pensar que ésta es una forma de inteligencia, que la sensibilidad es tal vez la versión más respetable de la inteligencia, si es que no son la misma cosa. No es la primera vez que nos lleva a estas reflexiones: ahí está su ópera prima, la novela Tan alto el silencio, o el estremecedor libro testimonial Luz en las grietas, ambos, como este Tal vez viajar, vinculados a la aventura que supone la mochila, la naturaleza, lo ajeno, la montaña, un territorio donde Martínez Llorca se mueve como pez en el agua. Pero no será un pez cualquiera.

La elegancia en el tono que sostiene este ensayo se convierte en una carga de profundidad en el oído y la comprensión del lector. Cada párrafo puede obligarnos a detenernos un buen rato para profundizar en su significado. Martínez Llorca no escribe utilizando calderilla y ha construido un libro que no es apto para los amantes de la velocidad.

La obra se construye en distintos capítulos que atienden a diferentes parcelas del viaje: el turismo, los tópicos, el miedo, la aventura, el sueño, la emulación, el neocolonialismo, las redes sociales, la lectura, la libertad, caminar, el mestizaje, el nómada frente al sedentario, el colapso y la desaparición de la naturaleza y las culturas, etc. Aunque bien sabe Martínez Llorca que las emociones y sentimientos son casi imposibles de compartimentar, de ahí que subyazca a lo largo de todo el ensayo el mismo espíritu, el de alguien que lamenta que el mundo entre en mala deriva, entre otras razones debido al exceso de turismo. Es bien sabido que esta costumbre que ha adquirido la gente, convencida de la necesidad de moverse utilizando el verbo viajar cuando quiere decir hacer turismo, está reduciendo el mundo a una máscara. Desconocemos qué tipo de viajes protagonizaba Martínez Llorca, aunque es fácil deducirlo cuando él afirma que al viajero que más le hubiera gustado acompañar mientras leía sus libros es a Paul Theroux: un tipo tranquilo que busca lo especial en la tranquilidad.

No es casualidad que el ensayo lleve por subtítulo Agenda de jardines, oasis, horizontes: jardines y oasis constituyen un fenómeno similar, son islas en medio de los desiertos, los naturales y los de cemento; en cuanto al horizonte, se nos viene a la cabeza esa afirmación de Eduardo Galeano cuando decía que la utopía sirve para caminar, pues otro tanto sucede con el concepto de horizonte que defiende Martínez Llorca, un lugar que jamás alcanzaremos, pero siempre motivará a intentarlo. Lo importante es no rendirse.

Acaba de empezar el año y ya tenemos sobre la mesa un ensayo que, nos atrevemos a decir, puede competir por ser el mejor libro de 2025. Una obra depuradísima, que no sabemos cuánto tiempo ha necesitado para redactarse, pero está escrita a lo largo de toda una vida. Uno de esos libros que el autor ha necesitado detenerse para poder escribir. Martínez Llorca confiesa que la enfermedad le obligó a cambiar de estilo de vida, como le ocurriera a Manu Leguineche, pero gracias a esa enfermedad Leguineche nos entregó La felicidad de la tierra, que es una obra genial. Tal vez viajar es otra de esas obras magníficas que debemos al malestar que sólo se puede combatir con el alma de un poeta.

 

domingo, 2 de febrero de 2025

ANTOLOGÍA DE SPOON RIVER

 

Antología de Spoon River

Edgar Lee Masters

Traducción de Eduardo Moga

Galaxia Gutenberg

Barcelona, 2025

693 páginas

 



Cuando Luis Mateo Díez matiza en la presentación el sentido de la obra, acierta como acierta no ya un lector, sino un creador: «Su cósmica verbalización de voces, ensueños, amargura, injurias, deseos abortados, reformas traicionadas y, en fin, vidas sin sentido que se yerguen majestuosas contra el miedo y las contrariedades que las despedazaron, es fruto de una imaginación que pertenece a la literatura universal». La enumeración descriptiva se completa más adelante cuando menciona «esa fina hebra de pasiones, éxtasis y locura que componen los trabajos y los días del común de los mortales». Edgar Lee Masters (Garnett, Kansas, 1868 – Melrose Park, Pensilvania, 1950) hace en esta Antología de Spoon River, una de las obras más magníficas que ha dado la poesía estadounidense, una recreación emocional de toda una civilización encerrada en su microcosmos. Para ello elabora los epitafios de sus habitantes, es decir, imagina que está paseando por un lugar colmado de fantasmas.

Estos versos, que atribuye a lo que dicta uno de los personajes, podrían muy bien representar el sentido de la obra: «y vosotros, que deambuláis por entre las tumbas, / creéis saber de la vida. / Creéis que vuestros ojos abarcan un ancho horizonte, quizá; / en realidad, solo veis el interior de vuestro tonel / (…) /Estáis sumergidos en el tonel que sois. / Los tabús, las normas y las apariencias / son las duelas de vuestro tonel». Resulta abrumador pensar en lo universal que es esa advertencia. Lo común a cada uno de estos habitantes es la dificultad de vivir, el estúpido sentido que da el pensar para qué ha vivido uno. No se trata del sentido de la vida, de por qué vivir, sino de para qué. Están al otro lado de la tumba, donde se supone que ya no tienen cuentas que rendir, y ahí desatan todo tipo de miserias humanas, en toda suerte de volúmenes, explicando que sí existe el bien y el mal, sobre todo el mal, tan ligado a la estupidez, a las debilidades, el que genera el malestar de las deudas pendientes.

No se cuentan las historias, y sin embargo se apuntan con tal fuerza que uno da por supuesto que tras cada vida hay una gran novela. Una descomunal novela si tiene en cuenta que las vidas se entrelazan, de manera que Spoon River es un lugar que haría parecer el tránsito por Macondo o por Yoktapanawpha algo así como un paseo por el parque una mañana de domingo. La construcción, y la medida de la construcción del relato coral, queda a la imaginación del lector. Y espolear la creatividad de quien recibe la poesía es uno de los grandes logros literarios que se pueden alcanzar. Ya solo por eso, sabemos que Antología de Spoon River es una obra maestra. Marcharemos con cuidado sobre las tumbas y entre los espíritus, que construyen un lugar en que no se desea vivir, un lugar donde haber nacido nos habla de la maldición del destino, que es la primera de las injusticias a la que nos enfrentamos. Y esta obra no deja de ser una denuncia constante de injusticias.

Las pérdidas, el desgaste de haber vivido, los sucesos que se imponen sobre las voluntades, los culpables y los diferentes grados de crueldad, atraviesan todos los versos de unos personajes que enuncian parte de los secretos, pero tal vez no el contenido completo de cada secreto. Al fin y al cabo, la voz es algo subjetivo. Hay, eso sí, un trasfondo de querer honrar a la comunidad, un concepto que indica que este pudo haber sido un gran sitio si tal vez las circunstancias hubieran cambiado. Pero los pequeños gestos, los que definen la personalidad de cada individuo, los que nos empujan a querer saber más de ellos, no pueden nada contra una vida que les ha arrollado.

Galaxia Gutenberg ha fiado la edición a Eduardo Moga, que ya hiciera un excelente trabajo en la traducción de Hojas de hierba. Ofrecer una edición bilingüe es todo un acierto y permite disfrutar y entretenerse más tiempo en estas páginas que, repetimos, son una de las más grandes obras de la literatura universal. Bienvenidos a Spoon River, un lugar que visitaremos miles de veces y en cada ocasión entendiendo que estamos yendo un paso más allá en las virtudes de la obra, que son infinitas.

martes, 28 de enero de 2025

TAL VEZ VIAJAR

Tal vez viajar

Ricardo Martínez Llorca

La huerta grande

262 páginas



Tal vez viajar es un homenaje y un lamento, una muestra más de que el amor, también el amor por el viaje, es un conflicto entre la realidad y el deseo.
A uno le hubiera gustado pasarse la vida viajando, pero el viaje no tiene sentido si no viene acompañado de belleza, y la belleza viene definida por lo que importa, que es la amistad, que es la solidaridad.
De nada sirve salir de viaje si uno no se da cuenta de que la travesía de la vida supone un aprendizaje en querer y en ser querido.
Tal vez viajar clama contra el viaje que sirve para figurar en redes e indaga, tras muchos años de su autor moviéndose de acá para allá con bajo presupuesto y mucho tiempo de reflexión, sobre qué es lo que nos puede salvar del turismo y el dolor del turismo.

sábado, 25 de enero de 2025

ANARQUÍA PARA JÓVENES

 

Anarquía para jóvenes (y para los que no lo son tanto)

Carlos Taibo

Libros de la Catarata

Madrid, 2025

126 páginas

 



Un día Robin Hood decidió refugiarse en el bosque, pero eso que parecía una huida no consistía tanto en esconderse como en crear una nueva sociedad. Allí reunió a un grupo de proscritos, cuenta la leyenda, con todas sus familias, y crearon una comunidad resistente. Todo se gestionaba entre ellos. La escala de las decisiones sólo podía ser humana, porque todos se conocían y todos se querían. Al fin y al cabo, les había reunido un malestar común, la persecución y el acoso de un tirano. Refugiados en el bosque, que convirtieron en su territorio, se encontraban a salvo y aunque Robin Hood tuviera las características de un líder, sobre todo en la batalla, cada voz era escuchada y cada decisión que se tomaba tenía que ser aprobada por la mayoría de la tribu. Podríamos interpretar esta leyenda como la primera experiencia popular e intencionada de socialismo libertario, o comunismo libertario o comunidad anarquista, que se lleva a cabo en Occidente. Es una leyenda, pero el fundamento es el bienestar, es generar bienestar convenciéndonos de que es posible una civilización, una sociedad, amable, de escala humana.

Carlos Taibo (Madrid, 1956) lleva años solicitando permiso para exponer que este tipo de sociedades son posibles. Ahora vuelve a indicarlo con este ensayo pensado en cómo explicar este tipo de sociedades a los jóvenes, pero cuyas garantías de comprensión se extienden mucho más allá. No está mal revisar en qué consiste en anarquismo en un momento en que se da por supuesto que la sociedad no puede ser otra que esta, dividida en Estado y gobernada por la avaricia de una economía capitalista que no tiene freno. Taibo divide el ensayo en tres partes: una consideración general del proyecto anarquista/libertario, que ocupa el grueso del volumen; unas reflexiones y observaciones sobre la juventud, que no dejan de ser subjetivas y cariñosas; y unas conclusiones en las que se incluyen las principales reflexiones que se han ido gestando a lo largo del libro. El lenguaje es, como siempre en este autor, divulgativo, claro y sencillo, lo cual equivale a decir que su elaboración está bien fraguada. No es fácil escribir sin caer en la oscuridad.

Taibo atiende a cada faceta en un capítulo corto, aunque a lo que mas importancia irá dando será a factores ecológicos, a la autogestión, a la dimensión social y colectiva. El anarquismo, sostiene, cuestiona la jerarquía, rechaza todas las formas de dominación, defiende cabalmente la igualdad y contesta a lo que significa la propiedad privada. El anarquismo supone apoyo mutuo, democracia participativa y construye una sociedad emancipada producto de la libre decisión de las personas. Para ello es preciso convencernos de que el Estado es un sistema de distribución del poder que siempre beneficia a unos privilegiados. De ahí que Taibo se refiera constantemente a cuestiones éticas, que son las más abandonadas por la política actual y las corrientes mediáticas, que la limitan a la corrupción, algo inherente al Estado, como es inherente el latido al corazón. Sus ejemplos sobre los beneficios y las dimensiones humanas de la sociedad anarquista (o libertaria, pues usa ambos términos como sinónimos y lamenta la apropiación que de este segundo hacen políticos salvajes, como Milei) son constantes y atienden a momentos históricos, pero también a situaciones comprometidas en las que el pueblo tuvo que organizarse al margen de las autoridades, y este pueblo suele ser el pueblo humilde. La renuncia a los tópicos es una de las apuestas de divulgación de nuestro autor, que nos sugiere que desde hoy mismo se puede empezar a demostrar que las cosas se pueden hacer de una manera diferente, más humana, más próxima a nosotros.

Tal vez no haga falta ni siquiera reformular la teoría anarquista, da por supuesto Carlos Taibo, pues basta con prestar atención a los beneficios de la vida a pequeña escala, de la convivencia, para darse cuenta sus buenas aportaciones. Lo que sí conviene, en temporada de huracanes, es repetir el mensaje con calma, serenamente, para combatir lo que siempre quiso combatir el anarquismo: la desigualdad y la pobreza.

miércoles, 22 de enero de 2025

HE DECIDIDO DECLARARME MARXISTA. VOLUMEN 1

 

He decidido declararme marxista. Volumen 1

Jon Lee Anderson

Varios traductores

Debate

Barcelona, 2024

788 páginas

 

 


Contaminados por los exabruptos, por el parloteo idiota, por los insultos y todos los discursos de muchos fanáticos que nos acosan tratando de hacernos odiar a cuenta de estupideces, volver a leer las crónicas de Jon Lee Anderson (California, 1957) nos hace recordar cuáles son los motivos por los que merece la pena preocuparse, perder el sueño. Estamos frente a un cronista que entiende que el oficio de escribir es una forma de lealtad: hacia las propias líneas que elabora y hacia el propio planeta al que mira. A pesar de enfrentarnos a algunos de los peores momentos que se han vivido en el planeta en las últimas décadas —esta antología recoge artículos publicados entre 1980 y 2024—, uno siente que hay cierto enamoramiento en su capacidad de observación y comprensión, o en la dificultad para comprender. La escritura, que es pensamiento, sirve para intentar poner en orden las ideas que van cruzando por su cabeza de forma caótica. El caos, bien lo sabe Lee Anderson, es imprevisible y el universo es caos. También a pequeña escala, donde sentimos más claro que está caminando, no que se ha llegado a ningún destino.

El lector puede tener la impresión, durante la lectura de las crónicas, de estar asistiendo de nuevo a la historia reciente, por todo lo que le afecta emocionalmente. Lee Anderson es un escritor impecable, alguien que teniendo muy claro a dónde pretende llegar se limita a sugerir, permitiendo que el lector saque conclusiones. Sorprende la facilidad con la que oculta sus ideas previas, como si no existieran, cuando sabemos, concluyentemente, cuáles son los principios ideológicos a los que se agarra Lee Anderson, por haberlos leído en sus entrevistas, donde da buena cuenta de su sensibilidad política e histórica. De hecho, el título de esta antología, He decidido declararme marxista, es una frase que escribió en un diario adolescente pero que no ha sido capaz de olvidar. En cualquier caso, tampoco empaña su labor, en la que nos hace asistir a distintos lugares del planeta para mostrarnos las naturalezas abiertas impregnadas de virus a los que él es receptivo como lo somos frente a una película que nos emociona. En este primer volumen, que reúne textos alrededor de dos centros de interés, por un lado guerras y conflictos, y por otro poder y política, viajaremos por todo el planeta, con esa habilidad que destaca David Rieff en el prólogo, encontrándose con el perpetrador antes que con la víctima para tratar de explicar por qué se perpetra la violencia, sin moralizar, intentando trasladar la información necesaria para que sea el lector quien pueda moralizar. El periodista, nos muestra Lee Anderson con su oficio, es testigo, no fiscal.

Vuelve a sorprendernos la vitalidad que sobrenada en las crónicas de Lee Anderson, a pesar de estar mostrándonos los estragos que ocasiona quien ocasiona los peores conflictos. Para transmitirnos tanta entereza, es imprescindible seguir conservando la fe en la raza humana. Y es que no cesa de encontrar humanidad, rebeldía, allí a donde va este hombre que se confiesa antifascista, escéptico ante la autoridad, que aborrece la injusticia racial y el colonialismo, y es ajeno a los puntos de vista conservadores, que creció en varios países. Sobre este sustrato ha ido creciendo la documentación que va acumulando Lee Anderson para entender que aquello que él refleja no es un paréntesis, pues todo remite al humus del pasado —geopolítico, social, económico y, sobre todo, humano y de fracaso humano—, sobre el que habitan estos protagonistas de los que él habla tras haber empapado con sus vidas y absorbiendo lo frenético. Lo que Lee Anderson consigue transmitir es que aunque un periodista de campo no debe perder nunca el vértigo, para compensar bebe de algo que se asemeja mucho a la amistad: no se trata de ser un héroe, sino de intentar ser uno más, estar cerca de los locos y los sufrientes. Lo que nos seguirá emocionando es la sinceridad. Y ahí es donde se muestra como el gran maestro. He decidido declararme marxista es, posiblemente, el libro más importante que se ha publicado en España este año. Después de su lectura, solo cabe esperar un rato muy largo para recobrar el aliento.


Fuente: Zenda

miércoles, 15 de enero de 2025

UN HÉROE OLVIDADO

 

Un héroe olvidado

Michael Smith

Traducción de Tomás Fernández Aúz

Capitán Swing

Madrid, 2024

520 páginas


 


Para quien esté familiarizado con la época en que las expediciones suponían descubrimiento, los apellidos Amundsen y Scott, Shackleton o Nansen no le resultarán extraños. Pero también será familiares otros, como el del propio Tom Crean, el irlandés que participó en varias expediciones a la Antártida y de todas ellas regresó ileso. Era un secundario de lujo, una de esas personas que garantizaban suelo firme, un pilar que sostenía todo el edificio. En este libro, el especialista en exploraciones antárticas Michael Smith (Londres, 1946) reivindica su figura y nos convence de que Crean se merece una leyenda, su propia Eneida, su propio canto epopéyico. Este proyecto lo inicia Smith intentando construir una biografía, pero lo que termina por escribir es un nuevo relato de las expediciones británicas más populares al gran continente helado, las lideradas por Robert Scott y por Ernest Shackleton. El gran problema al que se enfrenta el autor es a la escasa documentación que se puede hallar sobre la vida de Tom Crean. Tal vez fuera suficiente como para escribir una biografía novelada, pero la intención de Smith no es esa, la intención de Smith es reflejar la dureza de la vida en las expediciones extremas a principios del siglo XX, y el mérito que tiene no ya la propia supervivencia, sino ser un partícipe activo en la supervivencia de los compañeros de viaje.

Crean, no quepa duda, es uno de esos personajes que portan la antorcha cuando todos nos adentramos en una cueva oscura. Porque es un titán, pero también un tipo muy humilde. Vive en la época en que los viajes no tenían fecha de regreso, y estas grandes expediciones podrían demorarse hasta quién sabe cuántos años, si es que conseguían regresar los que participaban de ellas. Una buena parte del libro está concentrada en representar la dureza del territorio, y en consecuencia el esfuerzo que suponía su exploración para los que viajaban hasta allí, tal vez rayando la locura, pero sin duda mostrándonos la mejor faceta humana, esa que solo aparece en situaciones extremas. La filosofía de la exploración que expone Smith a lo largo de más de quinientas páginas es la filosofía del aprendizaje, de quienes desean participar del mismo en un diálogo permanente con la geografía y los encuentros.

Es fácil deducir, por lo que estamos comentando, que la figura de Tom Crean, que no deja de ser elogiada una y otra vez por el autor, es el centro de interés del libro, sirve para organizar la exposición principal, que son los relatos de las expediciones en que participó. Volvemos a acompañar a Robert Scott en su coronación de plata, y volvemos a conocer a los que navegaron en el Endurance y resistieron en la que es la mayor batalla épica de supervivencia que de la que se tiene noticia en el mundo de la exploración. Ante la dificultad que supone construir al personaje con lo poco que se puede hallar sobre él, Smith opta por construir su entorno y nos entromete en él de modo que volvemos a darnos cuenta de lo que supuso cada paso que él dio. El lamento por todo lo que no podemos saber sobre él es constante. Incluso en los capítulos finales, donde se nos habla de un Crean familiar, empeñado en llevar una vida hogareña en una aldea de su viejo condado de Kerry.

Smith se propuso llevar a cabo un proyecto muy ambicioso, tanto como escribir una obra voluminosa sobre alguien que se merece mucho más que esto. Esa ambición le lleva a entregar lo mejor de sí mismo a la hora de mostrarnos la erudición que posee sobre estas expediciones, y a la hora de analizar los aciertos y errores de las mismas. El libre está lleno de detalles precisos que lo enriquecen. Pero lo que más lo enriquece, sin duda, es la emoción de compartir otra vez estas aventuras con los personajes que tanto queremos, porque son los que van a encender la luz en épocas oscuras.


Fuente: Zenda