Horizonte móvil
Una
expedición literaria a la Antártida
Daniele
Del Giudice
Traducción
de Elena Rodríguez
Ático
de los libros
Barcelona,
2016
168
páginas
De
aquel mapa que contemplaba el Joseph Conrad adolescente, ese con tantos
espacios en blanco, con tanto territorio por descubrir, apenas queda nada.
Algunos valles del Himalaya, un rincón del Tíbet, el barrio más peligroso de
Baltimore… Pero, por encima de ellos, siempre estará el verdadero territorio
blanco, la Antártida. Apenas habitada por unos pingüinos y una docena de
científicos, preparados para soportar el invierno con el mismo rigor con que se
preparan los astronautas, siempre será un territorio virgen. En cuanto alguien
acabe de dejar su huella, esta desaparecerá barrida por una tormenta. Ir al
territorio helado es ir a sufrir. Y el reconocimiento no recompensa tanto
esfuerzo. La cuestión, entonces, es ¿por qué viajar a la Antártida?
Daniele
Del Giudice (Roma, 1949) se embarca en esa dirección con el propósito de
responder a una pregunta sin respuesta. Su viaje obedece a un homenaje al
valor. Aparenta ser una travesía en solitario por el sur de la Patagonia y por
algunos recodos del continente helado, pues en solitario será como reconozca el
alma de quienes exploraron esos territorios, jugándose el pescuezo por tierra,
mar y aire, a finales del siglo XIX. De hecho, cuando cambia el relato, para
dejar de dar testimonio de su ruta y reflejar la biografía de los aventureros
de hace más de cien años, mantiene la narración en primera persona. Si uno no
se pone en el pellejo del otro, jamás podrá comprenderle. Y aquí entramos en
una confusión en la que audacia y violencia se trasladan de lado a lado de los
personajes, como si se tratara de aire volando de un pulmón al otro. En
cualquier caso, todos son muy temperamentales. Las reacciones parecen ser
extremas.
El
factor común, concluye Daniele Del Giudice, es la indiferencia por el resto del
mundo, así como la indiferencia del resto del mundo por ellos. Solo existe la
dureza del viaje, en distintas versiones: por las aguas del estrecho, contra la
gente inhóspita, alcohólicos luchando a brazo partido con las muestras de
brutalidad de la naturaleza. Los relatos se suceden en forma de diario de a
bordo, de pura narración o de estudio antropológico. Si bien este último se
caracteriza por el prejuicio de tratar a los indios fueguinos como inferiores
al hombre, por no vivir bajo la sombra de la cruz. Así pues, hay algo de exilio
en esta forma de aventura. Hasta el punto de que parece que les importa bien
poco sus propias vidas. Lo que prevalece es vivir al límite. O a los límites,
pues en cada episodio, en cada capítulo, Del Giudice maneja un centro de
interés diferente.
Así,
con mucha soltura, va desgranando eso que llamaremos tribulaciones, por usar un
eufemismo, hasta que él llega a la Antártida y la conoce de primera mano. En
los últimos párrafos quita el suelo de debajo de los pies del lector: la
Antártida no es esa estampa blanca con el cielo azul; el paso de los humanos
por allí no es nada romántico. Nos limitamos a negar lo que uno espera o desea,
pero si alguien quiere conocer las reflexiones finales ante el único paraje
blanco que queda en el mapa del mundo, deberá llegar al final de este libro. No
será difícil, pues Daniele Del Giudice conoce los recursos para captar la
atención del lector.
Fuente: Culturamas
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