Insularidad
Ralph
del Valle
Desnivel
Madrid,
2014
127
páginas
Comprar |
“¿Por
qué nos caemos?” “Para aprender a levantarnos”.
La
pregunta y la respuesta padecen de ese maldito tono de libros de autoayuda, o de
película de Hollywood. Y, sin embargo, sigue siendo el mejor de los criterios
para darse cuenta de que si no aprendes, no vives.
Desnivel
acaba de publicar un libro, Insularidad,
de Ralph del Valle (Madrid, 1978),
en el que se dibuja y colorea esa lección en un tono en el que no hay nada que
quepa reprochársele. Sin seguir un orden del todo cronológico, a mitad del
libro nos relata qué le llevo, a los doce años, a convertirse en un corredor de
fondo, pero negándose a ser una estrella entre los corredores de fondo. Algo
que él vive como un fracaso a una edad en la que la sensibilidad se confunde
con la piedad, algo que le lleva al desconsuelo, a una autocompasión tan pueril
que uno podría acabar arrepintiéndose, con el tiempo, de haberla padecido. Pero
Ralph del Valle la relata sin pudor, sin vergüenza, aunque con un atisbo de
rencor que ayuda a darle un poco de potencia al hecho. Y, sobre todo, a
reconocernos en él. Nadie se ha librado, en algún momento de su vida, de ese
rostro bermejo que es un grito que significa “quiero desaparecer”.
Aún
así, no olvida esa deuda pendiente con su dignidad. Y durante algunas páginas
en las que relata qué significa para él correr, da la impresión de que pretende saldar deudas. La dignidad
trata en buena medida sobre la imposibilidad de olvidarse de la vida. Que es lo
que hacemos cuando todo va bien. Y para el autor todo va bien cuando calza sus
zapatillas y sale a correr a 5 o 12 grados bajo cero. Pero la dignidad no es
algo que se conquiste colgándose medallas. Eso apenas genera una sugestión de
un sucedáneo de dignidad. La dignidad sale sola, no hay forma de obligarla a
salir a base de conquistas. Ahí el autor gana, pues no se propone batir ningún
récord. Cuando intenta mejorar sus marcas en una media maratón no está
batallando por algo tan tópico como la superación personal, sino por
sobreponerse, por darse cuenta de que hay algo en la vida que raya con la vida,
y eso es lo que menos incordia de todo lo que vamos a encontrar en el paso por
este planeta.
No
hay mucha fuerza en su lírica, hay algo de compasión bien entendida, esa que
significa padecer con los otros. Porque al reconocer cada sensación, cada
momento del aprendizaje sensorial, reconoce la existencia y el valor de las
demás personas. Ralph del Valle es un narrador sincero, pero además es un
escritor dotado para la metáfora, para el ritmo de una prosa que no cansa. Eso
ayuda, sobre todo en los momentos en que da la impresión de repetir alguna idea
ya recibida en páginas anteriores. Un mal menor.
Insularidad es
una demostración de que hoy, tal vez, sea el momento de hablar de la realidad y
no de inventar más historias. No hay imposturas en el libro. Todo lo que sea
correr se relaciona con una vida que va poco a poco enumerándose. Y a lo largo
del texto, el protagonista va evolucionando. Al principio cree que corre para
huir; después cree que corre para meditar o cree que corre para pensar mejor,
lo cual sería una contradicción; más tarde cree que corre para reconocerse
porque ahí están tantas y tantas sensaciones. En definitiva, Insularidad es una reflexión en la que
hay algo de urgente: deberíamos leer este libro cuanto antes.
Fuente: La línea del horizonte
No hay comentarios:
Publicar un comentario