Europa en el parabrisas
Robert
Byron
Confluencias
Málaga,
2013
296
páginas
Conocido
por su excelente libro Viaje a Oxiana,
Robert Byron (1905-1941) se había
estrenado como escritor de viajes con apenas veinte años, en un texto que no
pretende ser literario. Pero una vez impreso el texto, este ya no pertenece al
autor (excepto a la hora de percibir los derechos por la venta del mismo), sino
a los lectores. Y como literatura puede ser valorado. Este mal afecta incluso a
las crónicas de las corridas de toros o a los mensajes escritos en las
cajetillas de tabaco. Cuatro sílabas como son fumar mata, dan para un análisis de interpretación de texto que
abarca varias páginas. Las casi trescientas páginas de Europa en el parabrisas también, aunque sería mejor centrarse en lo
que de verdad se impone de su lectura, para resumir asuntos. Se trata de un
texto escrito a toda pastilla, dando la impresión de que ese frenesí ha sido el
que se impuso en el viaje. Lo que les llevó a complicar la tarea del viajero de
interpretar aquello que estaban atravesando, una labor a la que se consagraría
más tarde Byron, con la serenidad de los años y el ansia por aprender del
mundo.
Byron
se embarca en un automóvil con otros dos amigos para recorrer la geografía que
va de Londres a Atenas. Estamos en los años veinte, en plena época entre
guerras o, para ser más exactos, en el paréntesis que sucedió en una guerra que
se prolongó treinta años. Las fronteras son lugares siniestros y la única forma
de combatir los miedos es el humor. Gran Bretaña sigue siendo un país europeo
al margen de Europa, y viajar al continente es una experiencia equivalente a la
que hoy disfrutaría un antropólogo marciano en nuestro planeta. Aparentemente,
Byron se limita a redactar lo que registra, una secuencia de anécdotas
interrumpidas por descripciones de lugares y personas. Pero detrás de su mirada
hay todo un modo de ser, un ímpetu juvenil en el que el descubrimiento solo
puede ser divergente, algo cínico y con la facultad estética batida a punto de
nieve. Apasionados, a Byron y a sus amigos lo que les sale al paso les provoca
sensaciones extremas: mucho placer o mucho horror, mucha diversión o mucha
lástima.
Como
buen viajero de su época y su cultura, en Byron hay algo de anglocentrismo, ese
que consiste en extrañarse de las otras costumbres que imperan en el viejo
continente, por el mero placer de extrañarse. Una experiencia a la que no le
falta un hedonismo un tanto aristocrático, entusiasta y con unas pretensiones
picarescas, incluso gamberras, frustradas por la condición económica alta en la
que nacieron y se criaron los protagonistas. Esa misma condición es la que le
otorga a Byron la cultura y el estilo para crear un libro muy dinámico, que
sería elegante de no caer en un espíritu deportivo, en el que se impone la
reivindicación del único motivo que existe para viajar: recuperar la sensación
de sentirse libre.
Fuente: La línea del horizonte
Por ser de los periodos más largo los especialistas lo tuvieron que dividir en 3 etapas, en donde se tomó como referencia para hacerlo era el cómo trabajaba las piedras. Estas son las etapas diarioelcallao.net/que-es-el-paleolitico/
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