No habíamos terminado de reponernos de la lectura de Salvaje (Capitán Swing), cuando tenemos que dar paso a los inseparables compañeros en nuestras aventuras y nuestras actividades: la parte animal de la naturaleza. De aquí que las recomendaciones vengan determinadas por la compasión y la reivindicación del mundo animal, el zoo moderno que es del aire libre, tan delicado, tan escaso.
Zoópolis
Sue Donaldson y Will Kymlicka
Traducción de Silvia Moreno Parrado
Errata Naturae
550 páginas
Cuando mencionamos compasión, no nos referimos a algo parecido a la piedad. En la piedad el vínculo no deja de ser caritativo, da carta de naturaleza a la desigualdad. Cuando decimos compasión nos referimos a sentir las penas y alegrías, los miedos y los deseos, con la misma intensidad que el agente al que nos enfrentamos. Respecto a los humanos es fácil identificarla en la amistad. Pero en lo que atañe a los animales, da la impresión de que todavía necesitamos de mecanismos de protección legal para torcer la compasión. Y, sin embargo, quien no llora la muerte de su animal doméstico no tiene la sensibilidad puesta al día. Trasladar ese sentimiento al mundo global es de lo que se encarga este ensayo. Los animales en función de sus vínculos con el hombre, sí, pero también como seres que quieren y son queridos. La comunidad humana se enriquece si se amplía. La propuesta de sustituir la comunidad humana por la comunidad salvaje, de seres no ya con derechos concedidos por una parte de ella, el hombre, sino de seres con derechos naturales, es el eje sobre el que rota este libro. Imprescindible para compartir la montaña y el mar con nuestros mejores compañeros de travesía.
Durante el siglo XX y comienzos del XXI, el movimiento en defensa de los animales ha ganado algunas batallas. En nuestro país, por ejemplo, el Congreso de los Diputados acaba de aprobar, en diciembre de 2017, una ley según la cual los animales ya no son considerados «cosas» sino «seres sintientes». Es una victoria, por supuesto, pero la guerra se sigue perdiendo de largo: a pesar de esta nueva ley, los animales seguirán siendo propiedades, se los podrá comprar y vender, se los podrá usar en espectáculos, así como maltratar y sacrificar en beneficio de los humanos. De hecho, la magnitud de la explotación animal sigue creciendo en todo el planeta: actualmente los humanos matan a 56.000 millones de animales al año, tres veces más que en 1980. Cualquier persona preocupada por el destino de los animales debe entender como una prioridad la salida de este punto muerto de carácter político. Para ello, además del imprescindible activismo, necesitamos un cambio radical de paradigma teórico. Es lo que propone este libro imprescindible que ha revolucionado el pensamiento sobre la «cuestión animal», yendo más allá de la insuficiente y nebulosa teoría tradicional de los derechos animales (según la cual los animales domésticos deberían extinguirse y los animales salvajes ser dejados en paz).
A partir de la idea de igualdad moral, autonomía y prosperidad para todos los seres sintientes y con intereses propios, los autores plantean un nuevo modelo integral de las relaciones entre seres humanos y animales, así como de los distintos modos en que los propios animales pueden vincularse con las instituciones políticas, las prácticas de soberanía del estado y las nociones de ciudadanía, territorio, pertenencia, autonomía, colonización o migración. Se conforma así la base de una nueva comunidad (de humanos y animales) regida por un concepto compartido de justicia.
Manifiesto animalista
Corine Pelluchon
Traducción de Juan Vivanco Gefaell
Reservoir Books
160 páginas
Complemento perfecto del anterior libro, este manifiesto recompone la idea de la política desde la raíz del término. La Polis, todos lo sabemos, es la ciudad, el invento humano, lo contrario, tal vez, a la naturaleza. La política es la forma en que se organiza y dispone, en que se gobierna y se estructura, en que se comparte la vida en la Polis. Pelluchon propone extender el concepto de Polis a la aldea global. Y eso implica, como no, a la naturaleza, a lo supuestamente salvaje. Eso implica considerar a los animales como miembros íntegros de la Polis, y sugiere hacerlo ya. Desde las instituciones, sí, pero también desde la sociedad civil, desde el individuo, desde la humanidad.
Luchar contra el maltrato animal es rebelarse contra una sociedad basada en la explotación, y por ello la causa animalista es una cuestión política mayor que nos concierne a todos, más allá de ideologías o conflictos de intereses.
Con un estilo vivo, persuasivo e inspirador, la autora propone un camino posible y factible para llevar el debate a la esfera política con tanta claridad y urgencia como sea posible.
Al margen de los dos libros de cabecera de este mes, destacamos otros tres por su alto interés y valor literario: un viaje a las condiciones extremas, un viaje en el tren más famoso del mundo y un viaje en vertical. Lugares y trayectos aptos solo para los más valientes.
Hielo negro
Juan Luis Conde
Desnivel
208 páginas
Una experiencia literaria única en nuestro país. Por fin alguien se propone escribir una novela de aventuras y, perfectamente documentado, lleva al protagonista a la última frontera: la Antártida. Un viejo alpinista recorre el territorio helado, en misteriosa compañía, para resolver un enigma que intriga a la comunidad científica y económica. El estilo que Juan Luis Conde, uno de los mejores escritores de nuestro país, imprime a la aventura, hacen de la experiencia un viaje tan terrorífico como magnético para el lector. Una obra maestra que se merecía esta segunda oportunidad.
Hielo negro es la narración de una extraordinaria aventura en la Antártida, el último territorio salvaje y reserva natural del planeta. Hasta ese mundo remoto, tanto geográfica como mentalmente, llega Ordino, un curtido montañero capaz de ascender ochomiles sin oxígeno, retirado ya, y que intenta ganarse la vida escribiendo el relato de sus aventuras.
De su retiro familiar le ha sacado la misión de aclarar un misterio enterrado en el corazón del hielo: recluida en condiciones poco explicables en una base situada en el polo sur geomagnético, una glacióloga asegura haber desvelado un secreto crucial para la historia de la ciencia y de la humanidad que ha permanecido sepultado durante milenios bajo la costra helada.
El descubrimiento de Ordino será de otro tipo: no es tan solo un montañero de leyenda, un aventurero puro que se mueve a golpe de corazonadas, sino también un trabajador, un padre y un marido que abandona el hogar familiar para escapar a responsabilidades que no se ve en condiciones de afrontar y, al mismo tiempo, satisfacer su nostalgia irreprimible de la acción, el frío y la intemperie.
Relatado en primera persona, su viaje, una interminable caminata sobre los esquís a través de un paisaje sin horizonte y en condiciones extremas, le llevará hasta el límite de la supervivencia.
En su incierta travesía, no estará solo: encontrará compañía en un personaje cuyo papel cambia de forma desconcertante y camaleónica, un grupo de científicos que experimentan la debilidad humana en el continente helado y, en el último y desesperado instante, una familia de pingüinos emperador, tan extravagante como salvadora.
Transiberiano
Albert Thomas
Traducción de José Jesús Fornieles
Confluencias
94 páginas
Un delicioso libro de bolsillo, editado con un gusto exquisito, que nos remite a experiencias anteriores a las que hasta ahora hemos conocido sobre el Transiberiano. El libro original está escrito a principios del siglo XX, cuando el Transiberiano, el tren al que todos hemos soñado que nos aupábamos, era a la vez romántico e indescifrable. Una experiencia vital, porque la incertidumbre sobre lo que sucedería durante el trayecto sumaba una nota de 9,8 sobre 10.
Considerado uno de los viajes de culto, el Transiberiano, viaje y destino atrapa el alma del viajero infatigable.
«En la mecedura indolente del vagón, pasamos allí horas deliciosas de ensueño nos abandonábamos entero a la influencia dulce de la potencia de la llanura.»
El tren rueda. La llanura cercana no envía ningún ruido. Se extiende, inmenso, a los dos lados de la vía. Cereales, pastos, ramos de árboles, varían a veces el aspecto. [...] La llanura invita al viaje: atrae, toma, como el mar toma a los pilluelos de los pescadores; y los campesinos se van, como dicen,” del lado donde miran los ojos “. [...] Y comprendemos entonces, en este infinito de la llanura, con cual pasión los campesinos viajeros desean Moscú, la ciudad santa, con su Kremlin soberbio y sus catedrales doradas, que deben surgir, allá, detrás del horizonte. Es casi la impaciencia del pasajero que espera al fin de las travesías largas la aparición de la costa. Y esta impaciencia nos atrapa también también.
Las catedrales del cielo
Michel Moutot
Traducción de Elena Bernardo y Alicia Martorell
Grijalbo
656 páginas
No nos hemos equivocado, no. Son pocas las veces que recomendamos un libro tan urbano, a no ser que consideremos que el libro posee una gran calidad literaria o cierta épica. Este segundo caso, sin minusvalorar el trabajo de Moutot, es la razón por la que figura entre nuestras recomendaciones. En la actualidad, estos trabajos de altura, en grandes edificaciones, como los rascacielos de Manhattan, los realizan especialistas, muchos de ellos hombres de montaña. El mundo de la alta montaña tiene algo en común con el de los rascacielos: lo vertical. Pero esta obra nos lleva a una época en la que trepar a los andamios y las vigas, a cien pisos de altura, era tarea de desesperados, no de alpinistas. Es como si estuvieran trepando un Big Wall con pantalones de peto, una gorra visera y la colilla del cigarrillo en la boca, sujetando la tartera con la mano libre. Va por ellos, por los valientes anónimos.
Nueva York, 11 de septiembre de 2001. John LaLiberté, un indio mohawk y trabajador del acero como sus antepasados, acaba de presenciar el derrumbe de las Torres Gemelas y, soplete en mano, penetra como voluntario en ese infierno de la Zona Cero cortando las vigas en búsqueda de supervivientes. La historia de su familia está ligada a la silueta urbana de Nueva York. Su propio padre participó en la construcción de esas mismas Torres.
Nueva York, 1968. Jack LaLiberté participa en la construcción de las llamadas Torres Gemelas. Esta obra colosal ha creado una gran expectación y se convertirá en los rascacielos más altos del mundo hasta entonces. Durante unos días lo acompaña por la ciudad su hijo John, quien años más tarde seguirá los pasos de su padre como ironworker igual que Jack siguió los del suyo y abandonó la reserva para aprender el oficio que ha unido las últimas generaciones de indios mohawks.
Kahnawake (Canadá), 1886. Un grupo de adolescentes de la tribu de los mohawks, entre ellos Manish, aprende el oficio de montadores y remachadores de estructuras metálicas. Los aprendices se inician en una obra ferroviaria que pretende unir Canadá y Estados Unidos mediante un puente sobre el río San Lorenzo. Pronto comienza a correr la leyenda de que los hombres de esa tribu no conocen el vértigo y que por eso son capaces de trabajar donde otros no se atreverían ni a subirse. Manish LaLiberté encabeza una saga de trabajadores del acero que transformará el corazón de Nueva York: desde las primeras construcciones del siglo XX hasta las Torres Gemelas y la posterior construcción de la Torre de la Libertad.
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