Mango con pimienta
Ángel
Martínez Bermejo
Onada
Benicarló,
2014
157
páginas
Quizá
se trate del más atractivo de los países que uno desea visitar, si es que no ha
pasado antes por allí. Las fotografías que ofrecen de la India las revistas de
viajes, los blogs de viajes, los documentales, incluso películas como Slumdog Millionaire, invitan a recorrer
el país. Un lugar en el que la palabra exótico se convierte en un eufemismo.
Allí donde los cinco sentidos obligarán a estar alerta para no perderse
detalles. Y uno se acostará sin haber digerido cada detalle de lo acontecido
durante el día, que no podrá de identificar con el máximo grado de algo que se
podría denominar aventura pedestre. Por esas razones, es, o ha sido a lo largo
de décadas, el paraíso de los jóvenes mochileros.
En
una conversación entre un grupo de gente que había visitado la India en varias
ocasiones, sin embargo, no podían dejar de comparar los parajes, sobre todo los
urbanos, por los que pisas, con el cubo de la basura. La India es un país
sucio, al que uno debe regresar al menos tres veces para darse cuenta de todo lo
bueno que esconde. En el primer viaje se apoderará de él la secuencia de
sucesos que le convierten en un aventurero de andar por casa. En el segundo
lamentará la posibilidad perdida al no topar con un poco más de cuidado en la
forma como se trata la superficie del país. Del tercero regresará convencido de
que un sitio así, que en cualquier otro lugar del mundo estaría poblados de
neuróticos violentos, es un lugar donde residen las mejores de las personas,
que no son aquellas que te sacuden en los comercios y en los hoteles.
Ángel Martínez Bermejo
(Madrid, 1959) es un experto en esto del tema de los viajes y si decide moverse
a la India, sabe muy bien qué recorridos proponerse. Como lo demuestra durante
su estancia, reflejada en este Mango con
pimienta. Para ser sincero, el texto es obra de un periodista en el que se
echa un tanto de menos el trabajo con el estilo. La sonoridad de las frases, la
presencia de un lirismo que refleje a los cinco sentidos o la prosa que atrape,
no son los puntos fuertes de Martínez Bermejo. Y, a la hora de la verdad, eso
es lo que menos importa. Una cosa es el libro que uno lee y otra el que le
hubiera gustado leer. Y el que uno lee es el de un viajero capaz de hacer lo
más difícil a la hora de reflejar su viaje: expresarse de modo que nos demos
cuentas que viajó y narró sin prejuicios. Mango
con pimienta es un relato honesto, sin intenciones de impresionar con
recursos fáciles, el resultado de alguien que sabe que viajar no es caer en las
redes monumentales de los espacios míticos o de los hombres abrumadores por su
conversación. Es el libro de alguien que rompe suelas. Que sigue la ruta
paralela, cuatro kilómetros más allá, de la transitada por los turistas, con
los fenómenos tan engorrosos que pueden provocar. Donde le será permitido
conocer. Y lo que él conoce, y nos transmite, es la que tal vez sea la región
más amable de la India, el estado de Kerala.
Repleto
de documentación, que nos ayuda a saber que la lectura también es parte del
viaje, habla de la historia y los datos que hacen de este lugar algo tan
especial: un territorio donde existe el respeto. Y luego sigue un itinerario
que va saltando de casilla a casilla por los centros de interés que ha elegido:
los olores, los tigres, los bailes, la playa, los festivales. Siempre
apartándose un poco, para conocer a los personajes secundarios. Nadie viajaría
hasta allí sólo para hablar con un vendedor de té que está a la vuelta de la
esquina, sin apenas vender té, porque la muchedumbre se encuentra a la puerta
de la fiesta, unos metros más allá. Pero él lo hace.
Martínez
Bermejo no cesa de encontrar buena gente por el camino. Y algo así no es
casualidad. Se dice que la violencia provoca violencia. Si ese mismo fenómeno
sucede con bondad, no es complicado resolver la ecuación de por qué él no cesa
de tropezar con hombres amables, generosos, leales.
Fuente: La línea del horizonte
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