Lobo negro
Historia de una
amistad salvaje
Nick
Jans
Traducción
de Miguel Ros González
Errata
Naturae
Madrid,
2017
407
páginas
Existen
miles de tratados sobre ética y millones de discusiones morales que se
ramifican hasta formar selvas de discursos, sentencias, comunicaciones,
volúmenes y enciclopedias. Sin embargo, la ética solo tiene una raíz, que nadie
menciona, y esta es el cariño. Mientras filósofos o eruditos, o teólogos o Don
Nadie se anda por las ramas, ahí arriba, en el espacio, aquí en la tierra, una
caricia es el don supremo de la ética, porque hace presente al otro. Una
caricia o un beso son una muestra de cariño. También una mirada. Porque la
mirada es el alma y no oculta ninguna farsa, como la puede ocultar el lenguaje.
De eso trata este hermoso libro, del cariño como la raíz de toda ética. El
planteamiento, por lo demás, es muy sencillo: Nick Jans, reportero y fotógrafo
de viajes, unifica en su voz la de todo un pueblo que se encariñó con un lobo
negro que, a lo largo de varios años, se acercaba a las lindes de la ciudad de
Juneau, la capital de Alaska. Desde el primer encuentro entre el hermoso y
temible animal salvaje con una perrita labrador del propio Nick Jans, hasta la
fortuna de familias enteras que aprendieron a reconocer la parte humana de lo
salvaje, nuestro ser como naturaleza, en el respeto hacia el lobo. El mismo que
el lobo mostró hacia los habitantes de Juneau y los perros domésticos.
Jans
vive en el límite de una ciudad cuyo entorno ya es una inmersión en la
naturaleza. Alaska tal vez sea la última frontera para el hombre, desde el
momento en que lugares como la Antártida no pueden ser habitados. Juneau está
rodeada por el mar, las montañas, un glaciar, lagos y frío, mucho frío, el
suficiente como para mantener helada la superficie del lago durante meses y
meses. El lago se convierte, en buena medida, en uno de los lugares de recreo
para los habitantes de Juneau. Y es allí donde aparece ese solitario lobo, una
representación de la parte buena que hasta el diablo de los cuentos de hadas
puede tener. Jans es un experto naturalista y mide mucho su acercamiento al
lobo y su contacto con él durante el tiempo en que la convivencia se mantuvo.
Hubo otros naturalistas que quisieron mantener un vínculo más frecuente, y,
como no podía ser menos, la fama de lobo se extendió hasta el punto que, en
ocasiones, demasiada gente lo veía como una atracción de feria. Pero Jans y sus
amigos, y la mayor parte de la población, reconocen que hay un espacio entre la
naturaleza doméstica y la naturaleza salvaje, y que este lobo es una prueba de
ella. En cierta medida, la pregunta que surge, una y otra vez, es semejante a
la nos planteamos al leer Frankestein
o ver Blade Runner: ¿qué es lo que
nos define como humanos? No basta una partida de nacimiento, pues existe más
humanidad en otro tipo de creaciones que en muchas personas. Al igual que
existe más naturaleza, y por tanto más ética, más vida, en este lobo negro que
en el cazador desleal, vanidoso y grotesco, sin duda un cóctel peligroso de
traumas y complejos, que termina por aparecer y mandar lo salvaje a la mierda.
Al
contrario que en otros libros de similar planteamiento, aquí no es un hombre
quien decide convivir con la naturaleza. Aquí lo salvaje se acerca al lugar
donde vive el hombre. Falla, pues, ciencias como la etología. Lo cual facilita
que surja algo tan querido como es el misterio. Jans no resuelve el misterio.
De hecho, no cesa de incrementar las dudas a lo largo del libro. Hay muchas
conjeturas, sí, pero solo una certeza: que la raíz de cualquier valor ético es
el cariño.
Fuente: Culturamas
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