Los últimos
Voces de la
Laponia española
Paco
Cerdá
Pepitas
de calabaza
Logroño,
2017
163
páginas
En
uno de sus últimos libros de viaje, Paul Theroux se encuentra con alguien que
reclama, con la ingenuidad que solo posee el hombre libre, la leyenda de Walden. Theroux desmonta de un plumazo
lo que podría haber de Beatus Ille en
Thoreau, o al menos en el Thoreau de Walden:
un sendero separaba su cabaña de la ciudad, y la distancia la recorría en
cuarenta y cinco minutos. Según comenta Theroux, Thoreau caminaba a diario por
ese sendero para pasar buena parte del día en la ciudad. Lo cierto es que para
protagonizar una vida como la que se refleja en Walden, uno tiene que tener la cabeza muy bien amueblada o el don
de la locura. Si es que son cosas diferentes.
Cuando
Paco Cerdá (Genovés, 1985) se propone escribir este libro, las dos opciones, o
la única, están presentes tanto durante los diez días del viaje como durante la
redacción. El territorio que recorre se extiende casi tanto como la comunidad
de Castilla y León, y es un páramo deshabitado. De hecho, el índice de
habitantes es inferior al de Laponia. La denominación bajo la que se encuadra
es Serranía Celtibérica y, al margen de la despoblación creciente, el frío
también es un ente común que se instala en esta zona y en el norte de Europa.
Casi toda Cuenca y Teruel, Guadalajara y Soria, una parte de Burgos, Segovia,
Valencia, Castellón y Zaragoza, y, por norma general, un paisaje desolado, en
el que de vez en cuando nos sorprenden hermosos bosques en las sierras que
visita. El paisaje es protagonista, porque el paisaje también nos construye.
Incluso en la destrucción, dado que no todas las personas que aparecen en la
crónica se enorgullecen de elegir permanecer o desplazarse hasta allí.
En
realidad, el libro, excelentemente desarrollado, instructivo y con el ritmo
preciso de una buena crónica periodística, es un lamento. Tal vez incluso una
denuncia, aunque lo denunciable es una abstracción: se denuncia al sistema que
lleva a la conglomeración urbana. Pero el sistema es, en buena medida,
propaganda. En este caso, propaganda capitalista. A lo que sí cabe ponerle
cara, y ese es el empeño de Paco Cerdá, es al afectado por esta amnesia y
muerte de un territorio, su cultura y sus habitantes. La falta de servicios condena
a muerte a más de una persona por no poder acceder a un hospital a tiempo. El
libro, que se abre con un homenaje a la novela Pedro Páramo, es parte de la lucha contra el destino social. Y es
elegía, pero no rendición. Porque vincula el realismo con la resignación, y
reniega de este mal. Estar resignado es el antónimo de la dignidad. No todo lo
que encuentra a su paso Paco Cerdá es digno, pero si lo es, lo refleja.
Si
existiera un periodismo romántico, este libro formaría parte del canon. Vivir
en el pasado, que a nuestro parecer fue mejor, es una de las señas del
romanticismo. Y en ese pasado están presentes los monjes, los emprendedores,
los ancianos, los pastores, los maestros y algún escritor despistado. Lo común
a esta gente, “tan pobres que tienen alma”, como dijo Machado, es sentir como
propio el territorio y la agonía. Pero el tono en el que está escrito contiene
una reserva de optimismo. Mientras esta gente viva, la repoblación y
recuperación de la cultura y el campo, es posible. De otra manera, no habría
merecido la pena el viaje.
Fuente: Culturamas
No hay comentarios:
Publicar un comentario