lunes, 28 de julio de 2025

CONVENCER O MORIR

 

Convencer o morir

Juan Luis Conde

Arpa

Barcelona, 2025

216 páginas

 

 


La elocuencia sigue siendo un valor capaz de transformar pulgas en diamantes. Buena parte de la obra de Juan Luis Conde (Ciudad Rodrigo, 1959) está dedicada al estudio del arte de la retórica, la expresividad, la convicción. Preocupado por la construcción del pensamiento y las manipulaciones a las que estamos expuestos a través del lenguaje, ha escrito ensayos tan ilustrativos como Armónicos del cinismo o La lengua del imperio, siempre acercándose a nuestros orígenes, escrutando en el interior de nuestra cultura, la occidental, y su construcción. Pero aquí, en este Convencer o morir, se vale de la sinología, la historia y la dialéctica para tratar de comprender la forma en que construyeron sus discursos los asesores de los antiguos gobernantes chinos. El efecto sobre el lector es de sorpresa, en primer lugar, y de hallazgo, inmediatamente después. Nos encontramos frente a un libro que se asemeja al tesoro escondido, cuyo mapa sólo alguien como Juan Luis Conde pudo concebir.

Debemos aclarar que, si algo considera el autor que tenemos en común con otra geografía y otro tiempo, son las mismas miserias de la política institucional de siempre, esas que tienen que ver con la pirámide de poder y sus sistemas de distribución. La diferencia fundamental, que se estudia a través de las figuras de varios consejeros, algunos de los cuales dejaron testimonio por escrito, tiene que ver con las formas de persuasión. Acostumbrados a que estas sucedan, en nuestra cultura, desde un estrado o púlpito y hacia un grupo de gente más o menos numeroso, en la vieja China tenía lugar de forma totalmente contraria: desde abajo y personalmente. Lo que nosotros construimos como oratoria, sostiene el autor, aquí pasa a ser diálogo y la orientación que el consejero da a ese diálogo. Podríamos hablar de manipulación, pero también podríamos hablar de estilo, y cuando este es muy elocuente y persuasivo, podríamos hablar de unas clases de retórica de las que cabe colegir que aún no hemos llegado al final de las posibilidades que ofrece el lenguaje.

El verbo aprender será clave en el estudio a conciencia que elabora Juan Luis Conde. El arte de la oratoria con forma diálogo no prospera si no es gracias al arte de la escucha: quien no atiende, no aprende, y quien no está dispuesto a aprender no puede tocar ni siquiera la superficie de la sabiduría. La escucha será lo que separe a esta, a la sabiduría, de la astucia. Así nos va descubriendo cómo se ha ido modelando una civilización en la que estaban muy presentes los combates, también los que sucedían en los momentos de relacionarse con los poderosos. Estos humanistas a los que se aproxima, preocupados por hacer alma, procuraron encontrar los medios de salirse con la suya, y que la decisión consecuente fuera una razón que favoreciera a la mayoría.

A medida que avanzamos con la lectura, las referencias más próximas a nuestra civilización aumentan, construyendo un ensayo que gana en nitidez, y también en fascinación, de forma creciente, por este arte de la interlocución y el diálogo que, a su vez, se convierte en un arte de defensa personal a través del cual los asesores conseguían en ocasiones hasta salvar su vida. A través de los tratados de retórica china, elaborados siglos antes de nuestro año uno, estudiamos como tratar con el peor enemigo de la sabiduría, que es el idiota con poder. El dominado podrá tratar y tal vez vencer al dominante dirigiendo la conversación como si se tratara de una esgrima sin violencia. Pero previamente ha debido existir una construcción de intenciones y la previsión de las muchas derivas que podrían surgir a lo largo de un ejercicio de preguntas y respuestas. De esta manera, el arte de la elocuencia es activo, es personal y es, también, peligroso, pues no deja de estar sujeto a la capacidad y habilidad de escucha del poderoso.

Es fácil deducir que Juan Luis Conde se muestra como un intelectual comprometido, como alguien que pone en práctica un estudio magnético para que podamos entender y cultivarnos, confiando en que el lector sigue siendo parte activa en el proceso de construcción de la civilización, y que esta se construye, en buena medida, con la palabra. Nos encontramos, seguro, frente a uno de los grandes ensayos de este año, porque está pensado tanto para atraparnos por su interés como para descubrir dónde podemos contribuir a hacer de este mundo un lugar donde entendernos.


Fuente: Zenda

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