Yo misma, supongo
Natalia
Carrero
Rata
Books
Barcelona,
160
páginas
Viaje al supermercado
Autoficción.
Esa es la palabra que ha venido a salvar a este tipo de literatura, que la
constituye en un género literario. Uno no puede dejar de recordar la anécdota
de la conversación entre Juan Carlos Onetti y Eduardo Galeano. El primero le
dijo al segundo que escribía para sí mismo. Galeano le contestó que entonces se
enviara a sí mismo los manuscritos por correo para poderlos leer. Sabemos que
lo que Onetti practicaba no era autoficción. Pero da la sensación de que la
respuesta de Galeano se podría aplicar a esa literatura que, hasta la fecha,
los más desconsiderados calificaban como onanismo mental. No seamos groseros.
Ni desconsideremos el valor de esta literatura. Está bien que se catalogue como
un género o subgénero, porque nos ayuda a ubicarla, pero el valor intrínseco de
una obra se desprende de la lectura, no de un catálogo o un juego de
imaginación entre amigos.
Yo misma, supongo, es
algo así como un viaje al supermercado. Existe todo un mundo, cotidiano y hasta
vulgar, que podríamos sonsacar si tomamos ese viaje como una metonimia. Estamos
leyendo una novela de situación, repartida a lo largo de los años, pero en la
que la narradora no parece avanzar hacia ningún lugar, como no parece avanzar
la vida. Se plantea preguntas, pero no encuentra respuestas. De hecho, solo
ocasionalmente las busca. Sin respuestas, es complicado modificarse. A pesar de
la prostitución juvenil que practica para independizarse de la familia. ¡Ah!
Sí, claro. La familia. Es algo inherente al viaje a un supermercado. Las
relaciones filiales están presente en el carrito de la compra, como lo están
eso que se conoce como leyendas urbanas. Un ejemplo de leyenda urbana: la
música de Mecano sonando en los altavoces de ambiente del supermercado. Da la
sensación de que son leyendas con propósitos muy pequeños.
En
ese ambiente, lo normal es la asfixia. Así es como escribe Natalia Carrero, y
como comenta sus pactos de pareja o la resistencia a hacerse mayor. Por
momentos, utiliza la literatura para flagelarse. Eso es algo que nos recuerda,
sin remedio, a Juan Goytisolo. Pero, a diferencia de este, Carrero no quiere
equivocarse. Su intención es otra. Pretende que todos seamos ella, o la
narradora. Si uno se pone estupendo con el análisis, ahora tendríamos que
hablar de rizomas literarios y metatextos. Pero no. Se trata de un ama de casa
que piensa como un ama de casa y escribe como un ama de casa. La literatura es
otra cosa. No pretender hacer literatura, es la mejor forma de llegar a ella.
Carrero escribe con la intuición, pues con eso debería ser suficiente para
hablar de un viaje al supermercado. Aunque no le queda más remedio que sentirse
sometida y desquitarse escribiendo. ¿Para quién? Para desahogarse. Pero
desahogarse no es un lector. Es una inercia. La narradora misma reconoce estar
lejos de la novela clásica, con conocimientos útiles para la convivencia. Eso
es lo que hace interesante este libro: alejarse de la novela clásica. Viajar al
supermercado.
Fuente: Culturamas
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