lunes, 21 de abril de 2025

LARVAS

 

Larvas

Tamara Silva Bernaschina

Páginas de espuma

Madrid, 2025

101 páginas



 

Siempre habrá tiempo para entonar el canto melancólico: «Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora, campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa». Mientras tanto, no nos queda más remedio que seguir naciendo. En ello estamos. Cuando uno ya está plenamente de cuerpo presente en este mundo y vuelve a nacer, es porque ha pasado por el proceso de la crisálida. Antes de ser crisálida, somos larvas, seres con potencial, con autonomía, pero todavía sin formar. Es posible que ahí esté la pequeña sabiduría de Tamara Silva Bernaschina (Minas-Uruguay, 2000) en la escritura de este libro de relatos: darse cuenta de que nadie acaba de estar formado, completo, de que hay que renacer y que renacer es algo que supone mucho esfuerzo. De hecho, no lo consigue casi nadie.

El motivo por el que no terminamos de fraguar ese acto tan necesario es el mismo por el que se mueve casi todo en este planeta humano: el miedo. Silva Bernaschina lo sabe, y nos va dejando en el paladar, a medida que leemos, la sensación de que ese es el sustrato de la obra. Hay un miedo esencial, un miedo vital. Porque el miedo no es nada concreto, pero sí se relaciona con algunas otras emociones primarias, que no tienen porque ser agradables, claro está: «Porque las cicatrices dan asco. Y el asco es algo que se aprende temprano». De hecho, se aprende demasiado pronto, tanto como para que dé miedo traer a nuevas criaturas al mundo.

«—¿Y las yeguas son las que huelen?

»—La muerta, sí.»

Estamos frente a un libro de relatos escritos visceralmente, que pretende transmitir más sensaciones que impresionar por otros recursos. El planteamiento puede resultar sencillo, pero lograrlo no lo es tanto. Se recurre a la frase corta, a la que ya reconocemos como propia de la descripción de seres feos, de deformaciones y de condenas. Las relaciones entre personajes son de carácter inmediato y su vida se reduce a un solipsismo emocional. Uno se va preguntando si quienes habitan en el mundo que nos muestra la autora podrán algún día formarse, salir de su condición de larvas. Porque, en realidad, nosotros no querríamos vivir en ese mundo, y no sabemos bien si los seres que Silva Bernaschina crea se avienen a él porque no les queda más remedio o si ni siquiera se dan cuenta de que no les queda más remedio que vivir en él.

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