Con
el agua al cuello
Hibai
Arbide Aza
Capitán
Swing
Madrid,
2025
318
páginas
Lo
que aturde es el sadismo. Hibai Arbide Aza (Leioa, 1979) escribe este libro, Con
el agua al cuello, para denunciar la violencia, pero lo que nos va dejando
sin aliento es que solo cabe atribuir al sadismo que exista en tal grado. Arbide
Aza nos traslada al mar que queda entre Turquía y Grecia, y sobre todo a la
isla de Lesbos, y al fenómeno migratorio que ha tenido lugar allí durante la última
década. Miles de personas se han embarcado en condiciones miserables buscando
una vida que si no puede ser digna, al menos que sea decente. La experiencia
que supone leer esta obra, digámoslo antes que nada, es durísima. En buena
medida, uno se va dando cuenta de lo violento que puede resultar denunciar la
violencia. A no ser que uno se permita llorar y luego muestre respeto, mucho
respeto, por quienes se lo merecen. Porque el sadismo con que ciertas personas
tratan a los humillados, a los desfavorecidos, no se merece ningún respeto. Tal
vez sí diplomacia, pero no respeto.
Leer
Con el agua al cuello nos devuelve la pregunta acerca de qué sería de
nosotros sin estos reporteros que se atreven a llegar a los lugares donde
nuestro miedo no nos permite acudir. Arbide Aza ha acudido con frecuencia a la
llamada de los desfavorecidos en esas aguas, a los campos de refugiados instalados
en las islas, al encuentro con activistas y voluntarios, a recoger testimonios,
todo un trabajo de años que aquí va unificando sin dejar de atender a algunos
de los motivos por los que a estas personas, que padecen el resultado de la
guerra, se ven maltratados. Hemos utilizado la palabra guerra y no de forma
gratuita: lo que nos va exponiendo no cabe dentro del concepto crisis, ni
siquiera el de opresión, solo cabe calificarlo como guerra: impulsos que brotan
de dentro de hombres y que arrojan en masa a otras personas a sufrimientos inimaginables.
Esta situación, cuyo detonante sitúa en el año 2015, no ha cesado de ir a peor.
La legislación europea, las iniciativas de las administraciones, el juego sucio
que vuelve a catalogarse como fascista, la criminalización social (que llega a
extenderse a los voluntarios), son todas formas de maltrato, por utilizar un
eufemismo. La impresión que va dando es que a medida que pasa el tiempo, solo
resisten los enemigos. ¿Pero son enemigos de quién? Porque el libro nos habla
de todo lo contrario a los privilegiados. ¿Cuál es el antónimo de privilegiado?
¿Desafortunados? Demasiado suave.
La
pregunta que va generándose en el ánimo del lector es qué ven los criminales cuando
miran a las personas que llegan en embarcaciones al borde de la muerte. Para
poder ejercer esa violencia, que siguiendo al autor de nuevo calificaremos de
fascista, uno debe comenzar por ignorar muy profundamente que se trata de seres
humanos. A lo mejor la respuesta vuelve a estar en las leyendas clásicas: si no
son elfos, son orcos. Algo que a su vez convierte en orco a quien se orienta
por este principio y decide tomar la justicia por su mano. A medida que
avanzamos en la lectura del libro, la violencia se vuelve más intensa y más
complicada de explicar. Uno no llega a comprender cómo es posible que esto esté
sucediendo aquí, en la frontera de Europa. Aunque el propio autor nos va
aclarando que frontera implica violencia y que violencia implica
militarización, e incluso paramilitarización. Lo que pretende y consigue Arbide
Aza es completar la información que con frecuencia nos llega a través de
agencias, en titulares y atendiendo a términos más propios de la política
institucional. Porque nos lleva a lo humano, nos coloca junto a las personas,
nos induce a la empatía, e incluso a la compasión. Es la carga de humanidad con
la que se elabora esta crónica lo que la convierte en un libro necesario.
Fuente: Zenda
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