Soy
sensible
Anna
Romeu
Traducción
de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera
Alba
Barcelona,
2025
177
páginas
Que
la felicidad sea un concepto muy difícil de explicar, pero una sensación muy
clara, lo demuestra el recuerdo que tenemos de aquel paseo que nos dimos de
niños, en pleno verano y en bicicleta, junto al grupo de amigos con el que nos
bañábamos en las pozas que formaba el río. Atrás quedaba la autoridad
implacable de los padres, encerrada en casa, y la del colegio, apagada tras finalizar
el mes de junio. Aunque si uno se pone hoy a razonar, se plantea si esa misma
felicidad era la que sentían los demás niños, que hoy son probos funcionarios o
regentan una tienda de moda. Cuando hablas con ellos, no parece que les brille
el mismo destello de vino blanco en los ojos que a ti te aparece a la hora de
recordar el sol batiendo contra el agua de la poza, en la que nadaban los
zapateros. Todos somos sensibles, como lo demuestra que todos seamos capaces de
echar de menos, pero no todos lo somos de idéntica manera. Pertenecer al grupo
de la gente con alta sensibilidad, a ese veinte por ciento de la población, te
permite emitir más luz, pero también sentir que la nostalgia llega a
acribillar. Aprender a vivir con esa cualidad no es sencillo y no estaría de
más que nos propusiéramos divulgar cómo conseguirlo.
Hasta
la fecha en España no se había publicado mucho sobre el tema, y obras como Vivir
con alta sensibilidad, de Antje Sabine Naegeli, era una voz en el desierto.
Hoy la psicóloga Anna Romeu (Villafranca de Penedés, 1972) une sus esfuerzos a
esta buena causa, y nos entrega este volumen, sensato, divulgativo, en el que
se resume el mundo de las personas con alta sensibilidad. La propia autora se
encuentra entre las personas con alta sensibilidad, y ella misma ha tenido que
aprender a conocerse, y conocerse a uno mismo supone mejorar las posibilidades
de convivencia. La obra comienza definiendo qué es sensibilidad y abriendo una
puerta a este territorio, sin considerar, en ningún momento, que se trate de nada
semejante a una patología. Aunque lo más importante vendrá a continuación,
cuando irá dando pautas sobre estrategias para afrontar el día a día si eres
una persona con alta sensibilidad, porque ahí fuera llueven ladrillos de canto
y vuelan los cuchillos. En ese sentido, Soy sensible ejerce como manual,
aunque propone, eso sí, mantener una postura terapéutica a lo largo de toda una
vida, dado que la hipersensibilidad no es algo que pueda quedar atrás.
Finalmente, terminará hablando sobre la educación de los niños con alta
sensibilidad, de la que uno concluye que debería educarse a todos como si fueran
altamente sensibles, y sobre la adaptación al entorno laboral de estas
personas.
El
autoconocimiento, la gestión emocional, los patrones sociales, las estrategias
de compensación, fomentar la autoestima y otras cuantas facetas, que ella ha
ido aprendiendo y poniendo en práctica en su labor como psicóloga, se ponen
sobre la mesa para mostrar que una vida digna es posible, aunque sufras más que
los demás cuando toque sufrir, y disfrutes más que los otros cuando es el
tiempo de la gloria. Romeu acude constantemente a ejemplos de casos que ha tenido
en su trabajo, y que han superado los inconvenientes que brotan de vivir en un
mundo no pensado para seres sensibles, animando así a las personas con alta
sensibilidad, pero también dictando a los demás una advertencia seria: que todos
debemos ser siempre delicados y respetuosos. No es la fragilidad lo que
caracteriza a las personas altamente sensibles, porque esto puede ser un valor
de otros rasgos, ni las considera especiales en grado sumo: Romeu sencillamente
llama la atención sobre ese grupo de personas y esa cualidad a la que no hemos
estado suficientemente atentos. Y esa, repetimos, es una buena causa.
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