miércoles, 5 de marzo de 2025

CÓMO SUSPENDER LITERATURA

 

Cómo suspender literatura

Celia Corral Cañas

La Consentida

Valencia, 2025

205 páginas


 


Dos amigos, compañeros en la facultad de filología, crean un personaje de ficción, un escritor de éxito, pero no en esos lugares donde es frecuente la creación, sino en la propia realidad. Logran que ese tipo exista, será un escritor maldito, y a su alrededor se creará un fenómeno propio del fanatismo, es decir, del torrente emocional que define a los fans. A partir de esa idea, Celia Corral Cañas (Santander, 1987) escribe esta novela, Cómo suspender literatura, sobre un caso de mitomanía social, que pretende ser una llamada de atención sobre la farsa que es, o puede ser, la educación universitaria y cierto ambiente cultural. Se atribuye a Montesquieu la sentencia que dicta que la solemnidad es el escudo de la estupidez. Ese es el espíritu que atraviesa esta obra, que comienza con un experimento más bien gamberro y que, como el lector puede suponer, está texturizada con fino humor, de ese que nos retrata mejor que cualquier fotografía, y que llega al síncope con el análisis de un texto que escribe uno de los protagonistas a cuenta de un examen de literatura contemporánea.

Basta con acercarse a la propuesta del índice para entender a qué nos referimos: personajes, vida y obra del autor, puesta en escena, ritmo, figuras retóricas, argumento y trama, narrador, etc. Lo que vendrían a ser los epígrafes explícitos de un estudio literario, lo que viene a ser, en buena medida, el formalismo filológico. Celia Corral Cañas parece sugerirnos que apliquemos esta estrategia de estudio a su propia obra, a esta novela, para poner a prueba el texto y al lector. Lo cual no deja de ser un juego metaliterario. La obra está llevada con tal fluidez, que de seguir esta propuesta veríamos enturbiada la lectura, y la experiencia, creemos, no merecería la pena.

El grueso de la obra es algo parecido a una carta mental que uno de los muchachos dicta al otro, arreglando cuentas, tras un inicio en el que se nos describe una relación entre ambos casi simbiótica. Parte del desencadenante de la situación de enredo es un malentendido, de un volumen tan alto que podría suponer tragedia para alguno de los personajes, aunque está disfrazado de engaño. La figura de este escritor adquiere tal calado en el mundo intelectual que llegará un momento en que no tendrán más remedio que construirlo en carne y piel, y a partir de ahí se desencadenará el lío, que les superará con creces. No se puede dominar la estupidez, que es contagiosa y va creciendo como una bola de nieve rodando pendiente abajo.

Y durante el proceso asistiremos a una descripción de ambientes socioculturales en los que la autora demuestra que la enumeración, siguiendo el barrido que efectúa su activa mirada observando, puede ser un recurso literario que vaya un paso más allá del ingenio: nos está poniendo frente al público que es capaz de aplaudir la solemnidad, incluso de confundir mear en un escenario con un acto de rebeldía ceremoniosa. Lo que nos puede incomodar es sospechar que todos hemos respirado esos ambientes en alguna ocasión. Manteniéndonos dentro de la cabeza del narrador, de la que se sale en alguna ocasión para aclarar sucesos que él no llega a conocer, que le hubieran evitado la malinterpretación, Celia Corral Cañas atiende a esa parte de la inteligencia que es el ingenio, pero lo hace dentro del panorama de la ficción porque «Nosotros, los que estudiamos Filología Hispánica, lo sabemos. Sabemos que necesitamos la ficción para aceptar la realidad y por eso estamos aquí». Pero los estudiantes reclamados no son casta aparte ni necesitan la ficción con intensidad diferente a la de cualquier otra persona. Que esta novela suceda entre ellos bien puede deberse a la recreación del mundo vivido por la autora, que es doctora en Literatura Española. Lo que importa es lo que nos afecta, y eso supone una lectura límpida que nos dejará ese punto exacto de inquietud, el que nos advierte sobre la estupidez.


Fuente: Zenda

lunes, 3 de marzo de 2025

VITA LONGA

 

Vita longa

Mary Oliver

Traducción de Regina López Muñoz

Errata Naturae

Madrid, 2025

220 páginas

 



La soledad es una bendición cuando sucede en plena naturaleza. Al menos esa es la idea, tal vez el mito, que se nos ha transmitido: la soledad es una patología en la ciudad, pero reposo rodeado de cualquier entorno natural, del mar, del desierto, del bosque, de la montaña. La condición del solitario, para ser feliz, es estar en paz con todo, y eso supone alejarse de los codazos que propina la gente para respirar sin sentir que hay que contar las inhalaciones porque a uno no le da tiempo a hacer todo lo que tenía previsto a lo largo del día. Esta leyenda viene alimentada por el segundo Épodo de Horacio, ese que comienza con las palabras Beatus Ille, y ha tenído acérrimos defensores, como Thoreau, como Théodore Monod, como Fray Luis de León, como Mary Oliver (Ohio, 1935 – Florida, 2019), de quien ahora nos llega este libro, Vita longa, una colección de poemas y pensamientos.

Lo más destacable de la obra de Oliver es su disposición a vivir. Sabe que no es posible vivir por inercia, que si no pone en marcha las piernas no sirven de nada los caminos, y sabe que la vida merece la pena si es vivida poéticamente. Para ello nada mejor que tener siempre abiertos los cinco sentidos, a través de los que recibimos las buenas sensaciones y los malos presagios. Para evitar los malos presagios, nada mejor que alejarse del ruido. La conclusión resultante es que si merece la pena vivir en algún lugar, ese lugar tiene que ser, a la fuerza, naturaleza. Oliver sabe que el paisaje también nos construye, que contribuye a formar el espíritu y que el espíritu que todos deseamos tener se caracteriza por el reposo. Vivir agitado no es una buena idea. «Nuestras pautas nos delatan. Nuestros hábitos nos evalúan. Nuestras batallas con nuestros hábitos hablan de sueños aún por cumplirse», afirma, en lo que parece ser una advertencia contra la ansiedad anunciando que está muy en nuestra mano no elegirla.

El volumen adquiere el formato de un dietario, muy libre, en el que se alternan los versos, la prosa poética y los aforismos, también poéticos. Se estudia la obra de dos de sus autores de referencia, Emerson y Hawthorne, de los que considera que escribían con reverencia por el entorno y por las palabras que iban utilizando. La música, los ríos, la hierba son referencias constantes de bondad natural y todo el conocimiento que de ellos obtenemos nos ayuda a congraciarnos con la vida y a reconciliarnos con la muerte. «Pero lo que yo quiero ensalzar no es ni la dulzura ni la placidez del perro, sino el carácter salvaje del que no sabe desprenderse del todo, y del que los demás nos beneficiamos», sostiene, hablando de su compañero de cuatro patas. Y es que la moral que ella defiende se distingue por algo tan sencillo e ingenuo como es la bondad. ¿Y qué es la bondad? La bondad es todo aquello que ayuda a formar vida, sugiere. La justicia, la belleza, y la condición que es común a justicia y belleza, la armonía, no dejan de atravesar cada frase del libro: «La experiencia —con la lluvia, y con los árboles, y con toda su parentela— me ha proporcionado un consuelo y un pudor y una devoción a la inclusividad a los que no renunciaría ni por todo el oro de todas las montañas del mundo».

«Camino por el mundo para amarlo», resume así el sentido de la vida, esta mujer que identifica el tiempo con la brisa, algo complicado de conseguir si se vive entre edificios. Si uno quiere elegir maestros entre los escritores y poetas, Mary Oliver, lo decimos sin rubor, es una elección estupenda, un pequeño manantial de pequeña sabiduría, que es la que todos terminamos por necesitar.


Fuente: Zenda