La
biblia de los idiotas
Lorenzo
Luengo
Marelle
Madrid,
2025
217
páginas
No
es necesario levantarse del sillón para encontrarse con la religión, la poesía
o la ciencia que explica la galaxia. Una vez que conoces las razones y te
enamoras de las intuiciones maravillosas que conllevan las tres formas de
entender el universo, está permitido combinarlas en un cóctel artístico, narrativo,
literario. Hay libros que tienen que ver con las lecturas, y que en ocasiones
dan lugar a relatos maravillosos. Borges, ya lo sabemos, fue un maestro y nos
enseñó que la literatura se puede elaborar a partir de la literatura, cambiando
las pautas del cuento que hasta la fecha, como en el caso de Chéjov o de Maupassant,
tenía que ver con la lectura de la realidad. Lorenzo Luengo (Madrid, 1974) no
esconde esta forma de comprender la creación en esta recopilación de relatos, La
biblia de los idiotas, que reúne obras escritas hace años, propias de
alguien en formación, pero también propias de alguien que sabe bien lo que
tiene entre manos.
Hemos
mencionado a Borges, pero por las primeras páginas circulan varios de los
amores de Luengo, que influirán en lo que nos vamos a encontrar: Monterroso,
Walser, Kafka, Yeats, Pessoa, Canetti, etc. Una pequeña relación de quienes
cambiaron la literatura del siglo pasado, gente que mostraba conciencia de
crear, hasta el punto de que en ocasiones, como hará el propio Luengo, se inmiscuye
plenamente en la narración, interviniendo libremente y modificando la línea
temporal a su antojo. Desde el principio, el autor mostrará la idea, que permanece
siempre con él, de que la fantasía es lo mismo que el deseo de estar vivo: ¿de
qué manera viajará, si no, un oficinista anclado a la silla, y que significará
ese viaje? Recurriremos a la falsa enciclopedia para enriquecer el movimiento
sin desplazarnos, y volveremos a clamar que la creación sigue siendo necesaria
a pesar de todo lo creado. No existe nada que sea inútil porque existe la
literatura para contarlo, para conseguir que lo que nos parece que no tiene
sentido práctico no nos parezca idiota.
El
narrador de estos relatos, al margen de la persona gramatical que elija, es un
testigo que camina entre los personajes y las secuencias. Luengo llevará al
lector al límite del extrañamiento sin necesidad de mostrar agresividad,
homenajeará aquí y allá al maestro Borges, a veces recurriendo a la pareja
sorprendente: ¿qué sucede si reunimos a Byron con Goya? Lo que sucede es que
podremos darle una vuelta de tuerca al cuento romántico, con sus niños
internados, sus muertos y sus fantasmas, con la aparición del primer amor, con
su ambiente gótico religioso. En buena medida, son hechos históricos los que
dan pie a reinvenciones, como la cotorra de Humboldt, en la que el miedo a
perder la humanidad que tenemos se concreta en la pérdida del lenguaje, o la
exploración de los afectos y las relaciones de la justicia con el amor cuando
reinterpreta la vida de Joseph Merrick, el Hombre Elefante. De hecho, nos
llevará por diversas batallas y refriegas históricas, desde las Termópilas hasta
el Titanic, a través de un personaje que suponemos inmortal y que extrañamente ve
con distancia aquello en lo que participa. Luengo mostrará también su habilidad
en algún relato que nos recuerda a Roald Dahl, antes de entregarnos una suerte
de epílogo en el que se desnuda como autor, es decir, nos aclara el origen de
lo que hemos leído, esos puntos de inflexión en los que el espectador de la
galaxia se detiene, porque la línea que va siguiendo está anudada con
imperfecciones y serán estas las que despierten la inquietud emocional. «Trazar
un mundo sobre el mundo», será la expresión que utilice él en su introducción,
en el que también confiesa que la necesidad de la creación, y en la creación
incluimos la lectura es que «en cierto modo, dejo de ser yo cuando vivo vidas
ajenas». De ahí que obras como esta nos resulten tan gratificantes, porque nos
permiten salir un momento de la fatiga de ser nosotros mismos.
Fuente: Zenda
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