Adiós a Sidonie
Erich Hackl
Trad. Esperanza Romero y Richard Gross
Pre-Textos
Valencia 2002
119 páginas
12 euros
Adiós a Sidonie es un libro que no debería haberse escrito nunca. Porque es un libro
que reniega de su propia existencia, que maldice su razón de ser. Porque es un
libro humano que nos recuerda nuestras propias debilidades, un libro en el que
frente a los hombres y mujeres que combaten por la justicia y por la protección
de sus seres queridos en un mundo que se derrumba, surge el atributo humano más
infeliz, que es el miedo, esa cobardía triste –más triste aún porque resulta
posible comprenderla- que transforma a las personas en algo parecido a mala
gente.
Y Erich Hackl, consciente de
que no cualquier causa justifica un relato, comienza por escoger el mejor de
los motivos para ponerse manos a la obra: dar voz a los que no la tienen. En un
mundo que se viene rigiendo por los principios del “arte por el arte”, que
tantas veces sirven para justificar lo banal creado por los poderosos, la
historia de una niña gitana desfavorecida, sobre la que se va cerrando el cerco
de la mala fortuna y de la pesadumbre, es una apuesta valiente porque obliga a
su autor a construir un libro necesario, en el sentido en que son necesarias
las emociones, y un libro sincero pues se ve obligado a transformar en creíble
la siempre inverosímil realidad. Para ello Hackl ha escrito una obra a caballo
entre la crónica y la novela breve; en Adiós
a Sidonie conviven la historia de una población pequeña y pobre sobre la
que cae como una sombra la época de la Segunda Guerra Mundial, con la vida de
una familia que adopta a una niña gitana en un acto de heroicidad sencillo, en
una demostración de que el acto épico más meritorio es mantener la dignidad
frente al desaliento. Así, al tiempo que se nos relata el acoso y derribo al
que se va sometiendo a los débiles, y se despliega frente a nosotros una época
de desgracias en la que cualquier clase de amor o de fracaso es posible,
conocemos a unos personajes sencillos, definidos con rasgos básicos y por tanto
bien reconocibles, que no son dueños de su destino: la vida irá decidiendo por
ellos, y cada vez que lo haga lo hará en su contra. El gran mérito de Hackl es
conseguir que estos dos registros, los recursos periodísticos y los narrativos
propios de la ficción, se desplieguen con naturalidad, convivan sin que se
noten las costuras.
Espero que el lector no se
confunda: no estamos ante un libro cuya utilidad es enviarnos a la cama con una
nueva forma de depresión. Hackl lo evita recurriendo a una dosificación de
sucesos que nos hace digerible la historia y, sobre todo, con un lenguaje
escueto, funcional, que nos ayuda a mantener la entereza durante la lectura,
aunque una vez cerrado el libro nos damos cuenta de que esa falta de
expresividad nos ha dejado sordos.
Fuente: Lateral
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