Y Dios irrumpió de buen rollo
Román
Piña Valls
Sloper
Palma
de Mallorca, 2015
246
páginas
En
el cuadro de Goya donde dos hombres intentan tumbarse a garrotazos, los
detalles más llamativos no son, en realidad, los metafóricos, sino el hecho de
que ambos tengan el as de bastos dispuesto a lanzar el golpe, y no sacudiendo,
y que sus piernas estén hundidas en un fango que imposibilita la escapatoria.
Esta situación es la del destino de la amenaza condenado no a repetirse, sino a
perpetuarse. En buena medida, el cuadro repite el mito de Sísifo: cuando está a
punto de alcanzar la luz de la cima, la piedra cae de forma que su ida y vuelta
sea, también, una permanencia, y Sísifo esté citándose con la violencia que no
llega a suceder: Sísifo suda, pero la piedra jamás le arrolla.
Ese
estado de la historia condenada a repetirse es el de la humanidad cumpliendo
una y otra vez idénticos paradigmas. Y de ellos no se puede salir ileso, aunque
las torceduras en las articulaciones y los ardores de estómago tampoco impidan imaginar
que existe una vida. Que en el caso de la propuesta de Román Piña Valls (Palma de Mallorca, 1966) en este Y Dios irrumpió de buen rollo, se centra
en la vida social y en la articulación de la Polis; es decir, en el hecho
inevitable de que cada acto que intenta modificar un trozo de la vida en común
es política. La novela está escrita en este tiempo presente, cuando la
irrupción de Podemos y el separatismo catalán supone la pérdida de los clásicos
partidos entre el Real Madrid y el Barcelona. La presencia de lo propio de
nuestros días, como los twits o las redes sociales tampoco impiden la
universalización de esta obra. Aunque habrá que ver cómo resiste el paso del
tiempo.
Por
un lado, se trata de una novela de género: la actualidad. Y por otro no deja de
representar algo que ha sucedido en más ocasiones a lo largo de la historia:
durante los reinados de los borbones, por ejemplo, o al principio de los años
ochenta. Los protagonistas son dos personajes antagónicos, una monja y un
periodista que se confabulan para tratar de salvar los muebles de la patria. Si
es que eso que aparece delimitado por líneas que llamamos fronteras en los
mapas, es la patria. En medio de este naufragio, que es un lugar común desde
antes de los tiempos de Goya, de vez en cuando aparecen escritores como Román
Piña Valls, dispuestos a sentarse sobre su propia ironía para traducirnos el
espectáculo del momento, ese que abre los telediarios. Esta novela es un órdago
a tomarnos todo como una sátira seria y un relato de humor. Román Piña es de
esos escritores capaces de descubrir en mitad de un bosque a una pareja de
ratas grises encaramadas a las ramas para comer cerezas encendidas, y sabe que
de ahí cabe sacar una novela que nos ayude a mirar con sonrisa cómo se apaga
otro día.
Fuente: Culturamas
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