Fuente: Tribuna/Culturas
La clave Pinner
Andrés Pérez Domínguez
Roca Editorial
Barcelona 2004
238 páginas
17 euros
Ser espía a pesar de la condición humana
Pinner es el apellido de alguien que elige convertirse en
un despojo humano, un borracho que lamenta sus fracasos para no afrontarlos,
grandote y de pelo bermejo, a quien el servicio secreto británico le ofrece una
oportunidad para salvar su honra sirviendo a su país en una acción clave que
puede darles la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Pero él acepta por
motivos bien diferentes, acepta para correr al encuentro de sus fantasmas,
trabajando así por amistad y superando con un resto de entereza su senilidad
prematura, enfrentándose a unos fantasmas agazapados en los recuerdos de
episodios que vivió durante la Guerra Civil española. A Pinner se le encarga la
misión de localizar a un antiguo amigo, un republicano peleón, el último
resistente, asegurándole que posee información básica sobre los planes aliados,
y que de caer ésta en poder de Alemania la guerra se resolverá a favor del Eje.
El amigo de Pinner, Carmona, está huyendo de las fuerzas de seguridad de la
España de posguerra, al tiempo que él le persigue los talones, convencido de
saber cómo encontrarlo a través de una mujer, la esposa de un compañero caído
luchando contra los insurgentes. Y así, los dos primeros tercios de la novela
se resuelven en unas secuencias de acciones paralelas en las que Pérez
Domínguez (Sevilla, 1969) no corre más riesgo narrativo que el hecho de que no
sean tan paralelas, pues las referidas a Carmona, el perseguido, han sucedido
tres, cuatro o seis días antes a las que atañen a Pinner pisando los mismos
lugares, sin que el autor tenga reparos en recurrir a saltos de tiempo mayores
cuando necesita retroceder años para contar un lance sin el cual sería
imposible comprender por qué los personajes hacen lo que hacen. A partir del
momento en que ambos confluyen en el lugar estratégico, un bar regentado por la
mujer, las piezas que Pérez Domínguez ha conjurado ya están dispuestas sobre el
tablero y sólo cabe manipularlas con oficio para no desvelar antes de tiempo el
final del relato.
La clave
Pinner es
una novela de espías en la que prima, por encima de los demás aspectos de la
literatura, la trama. De ahí que convenga exponer el argumento y dejar que
luego sea el lector el que escoja hasta qué punto resultará de su interés la
obra. Que nadie confíe en topar con personajes de una atormentada profundidad
psicológica como los de Dostoievsky, o unos fuegos artificiales verbales
propios, por ejemplo, de Joyce. Esta novela no pretende nada semejante y, en
palabras de Raymond Chandler, “la honestidad es todo un arte”. La propuesta del
autor, en este caso, no le convierte en un artista –con mayúsculas- si no en un
buen cocinero.
El planteamiento de Pérez Domínguez pasa por no
aburrir y por programar cómo será el vestido con que unas tramas al estilo de
John Le Carré se disfrace el traje típico español. De ahí las reuniones frente
al vino y el jamón, los nombres al estilo Artemio, Rosa, Dolores o Lacruz, las
playas de Huelva, las corridas de toros y, sobre todo, la aparición en segundo
plano de El Caudillo. Y de ahí, también, que elija la España de posguerra como
un tiempo representativo de nuestro país. Tal vez cabría pedirle una visión
menos tibia de esa España, dado que pertenece a la primera generación que podría
hablar libremente sobre esta época. Aunque, insistimos, la vitalidad de su
labor narrativa se condensa en la acción y como consecuencia de ésta en los
rasgos propios del género: las fronteras como línea de terror y la aventura de
los contrabandistas, las huidas tan relacionadas con la noche, los vínculos
entre los estados y los traficantes de armas, el acoso de los fracasos y de los
viejos amores, los supuestamente terribles episodios de torturas y extorsiones,
la traición, o la presencia de una prostituta que enamora.
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