Sobre el amor y la
muerte
Patrick Süskind
Traducción de Miguel Sáenz
Seix Barral
Barcelona, 2006
69 páginas
El triunfo de Orfeo
En una prodigiosa interpretación
del mito de Orfeo, Patrick Süskind rinde cuentas ideológicas acerca del
verdadero amor. Espero no estropearle a nadie la lectura de este dulce ensayo
al iniciar la reseña comentando el final (si bien no me dispongo a resumirlo),
donde se encuentra lo mejor del parecer del escritor germano. Recurriendo a la
comparación, una de las más socorridas y mejores estrategias de análisis,
contrapone en qué consistía el amor de Orfeo, y que dio lugar a su triunfo y su
fracaso, de una pureza muy superior al episodio bíblico cotejado. Y es que éste
episodio es el referido a la resurrección de Lázaro, donde Cristo se muestra
como un individuo cuyas “manifestaciones están salpicadas de órdenes, amenazas
y el reiterante y apodíctico “pero yo os digo”. Así hablan en todos los tiempos
los que no aman ni quieren salvar a un solo hombre, sino a toda la Humanidad ”. Por el
contrario, “la historia de Orfeo nos conmueve hasta hoy porque es la historia
de un fracaso. Falló el maravilloso intento de reconciliar los dos poderes de
la existencia humana, el amor y la muerte”. Para quien desconozca el mito de
Orfeo, cabe mencionar que fue a través de la música, es decir, de la belleza,
como consiguió rescatar a Eurídice del reino de los muertos, y que algo que
podría interpretarse como vanidad fue lo que provocó un gesto suyo que la
devolvió al mundo subterráneo. Sin duda, Süskind toma partido por esta versión
del amor de entre todas las que va apuntando, pues el personaje de Orfeo lucha
por devolver vida, en tanto que las versiones más románticas del amor, las
pasionales, terminan con un suicidio tópico y vacuo, con una muerte voluntaria
que no aporta nada a nadie.
Como ya se habrá adivinado, el
término amor que utiliza Süskind se refiere tan solo al de contenido erótico.
La verdad es que cualquier otra acepción se ha desgastado de tanto utilizarla,
y en este caso se utiliza por no encontrar un término que acote mejor el
sentido del ensayo. De hecho, en algún momento de la lectura se puede llegar a
pensar que resulta una reflexión un tanto anacrónica. Eso sucede en tanto que Süskind
menciona a Sócrates, a Stendhal, al Wilde que escribió Salomé, a Novalis, a Goethe, a Wagner, además de algún verso del
libreto de La flauta mágica, e
incluso, sin saber muy bien cómo, encuentra motivos para mencionar a
Baudelaire. A todos ellos los interpreta como buen lector; y como buen
habitante del planeta Tierra, también interpreta actos como la última pasión
homoerótica de un envejecido Thomas Mann cuyo sexo apenas tiene nada que decir,
o la cobardía de un Kleist autocompasivo que se sabe incapaz de suicidarse en
solitario. A los episodios históricos añade alguna anécdota de lo cotidiano, de
esas de las que uno es espectador inevitable y a las que conviene recibir con
el sentido del humor bien engrasado, como hace Süskind.
Partiendo de ese abono, y de
calificativos convencionales aplicados al término amor -a saber: importante,
misterioso y personal-, sin andar con rodeos a la hora de afrontar su vertiente
platónica, sin eludir los tópicos que lo vinculan a experiencias de índole
religiosa –de ahí la terminología con que se expresa la gente cuando se refiere
al amor- o el lugar común según el cual el auténtico amor se encuentra más
cómodo en el campo de lo apolíneo, de la belleza; sin dejar de considerar como
atontados a los que practican el amor adolescente (en el sentido más peyorativo
del término), reconociendo que el campo de reflexión es el instinto erótico,
Süskind no llega a ninguna conclusión nueva, dado que nueva no es la magnífica
enseñanza que nos legó el mito de Orfeo, esa que fusiona el amor verdadero con
la aceptación de la muerte. Esa que está muy bien recordar de vez en cuando.
Fuente: Tribuna/Culturas
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