El libro de los peces de
William Gould.
Un libro en doce peces
Richard
Flannagan
Traducción
de Gema Moral
Literatura
Random House
Barcelona,
2017
413
páginas
¿Qué
es la literatura? En realidad, algo muy sencillo, aunque tal vez un poco largo.
“Si tu camino es recto como el de los romanos tendrás suerte si consigues tres
palabras: Veni, vidi, vinci. Si, por
el contrario, lo que tienes es un tortuoso camino de cabras como los griegos,
¿qué consigues? Toda la maldita Odiesa
y Edipo Rey, eso es lo que
consigues”. La literatura es, pues, algo tan sencillo como una maldición. ¿Hay
algo más maldito que ser artista y criminal dentro de la misma piel? Porque ese
es William Gould, el personaje protagonista y narrador de este libro en doce
peces. El arranque tiene bastante de clásico: un manuscrito encontrado. Pero en
este caso, fue un manuscrito perdido y luego reescrito por Richard Flannagan
(Tasmania, 1961), de quien hace poco reseñábamos la extraordinaria El camino estrecho al norte profundo. La
reescritura obliga al autor a referirse al protagonista en primera o tercera
persona, en función de la proximidad de la influencia del acto: si afecta al
personaje, será en primera persona, si es un paréntesis narrativo, resumirá
recurriendo a la tercera.
William
Gould escribe la mayor parte del libro en la cárcel. Se trata de una versión
marina de cárcel, afectada por las mareas, que inundan la celda. Llega incluso
a valerse de la tinta de una sepia encallada para escribir, así como de su
propia sangre, y de una pluma tallada en el hueso de un ave. En realidad,
Flannagan está llevando al extremo recursos clásicos de la novela europea.
Rinde tributo a Cervantes y a Dumas, y a la novela itinerante inglesa, e
incluso a un pintor como Constable, ya que el Gould confiesa que intenta
escribir como pintó el clásico inglés. Pero también rinde tributo a Audubon,
quien dibujó aves con una exactitud verosímil, que será el maestro de Gould a la
hora de dibujar los doce peces que dividen los acontecimientos de la novela. Y
cada uno de los peces está dotado de humanidad, al igual que cada humano que
aparece será caracterizado por rasgos propios de tal o cual especie animal. La
animalidad dará personalidad a los personajes, y condicionará la aventura que
se desarrolle en cada momento. Unas aventuras que pueden tener el calado y el
antojo que cabe en el más amplio espectro y seguir siendo creíbles, porque se
desarrollan en un territorio vacío, en la Australia y Tasmania colonizada por
la primera gente que desembarcó allí. Ambiciosos, valientes, desesperados,
delincuentes, calaña, tiranos con una vasta extensión de tierra por delante, y
ninguna ley. En ese sentido, es una novela fronteriza.
Los
castigos y las torturas no obedecen a nada que no sea capricho o leyes
neuróticas del poderoso de turno. Gould, desde una celda insalobre, narra
viviendo lo que fue una colonización que imita grotescamente a la civilización.
Sus sueños de evasión se corresponden a las actitudes bárbaras, y las actitudes
bárbaras a la construcción sin medios, sin ejército, sin disciplina, de una
colonia en la que uno puede poner muchos kilómetros de por medio para aislarse,
pero así jugarse la vida. En este territorio, los vínculos siempre se
establecen entre dos personas. Raro es encontrar una relación a tres bandas en
la novela. Y raro es no darse de bruces, en cada página, con la estupidez
humana, que es el tema de la obra: un monumento a la estupidez. Solo la
simbología de los colores salva a Gould de convertirse en otro animal. Eso y el
anhelo de escapar, reflejado en los peces como en las prisiones con forma de
torre se refleja en las aves. Y sí, finalmente, Gould conseguirá escapar. La
crueldad de la supervivencia en la naturaleza hostil es de un gore hiperbólico.
Lo hiperbólico ha atravesado toda la novela, pero ha sido verosímil. La
exageración de una colonización bárbara es tan grotesca que impide el reflejo
de lo pícaro. Y la novela picaresca subyace en la estructura de la novela. Otro
tributo a los clásicos, sí, pero que en el caso de esta magnífica obra, al
contrario que en el de la novela europea, consigue convertir la locura real, la
inhabitable, en papel.
Fuente: Culturamas
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