Noctámbulos
Cristina Cerrada
IV
Premio Casa de América de Narrativa
Lengua
de Trapo
Madrid
2003
160
páginas
13,50
euros
De los dieciséis relatos que componen el volumen
pocos son los que se alejan de la ciudad como decorado narrativo, y cuando lo
hacen siempre es de forma que esa ciudad ausente los justifique: es el caso de Tránsito, por ejemplo, que sucede en un
autobús en marcha, y la carretera siempre puede considerarse como una
prolongación de la materia urbana; y también está La cantera, que cierra el volumen, donde nos encontramos con los
personajes en un ambiente casi rural que les aburre tanto como para que opten
por rellenar su tiempo, se nos insinúa, con tramas y actos turbios. Y así, en
un ámbito conocido, tomando como referentes unos autores de sobra visitados (se
nos advierte sobre la influencia de los ubícuos Carver y Salinger), Cristina
Cerrada construye un libro de relatos que bien podrían ser episodios de una
novela de vidas cruzadas sin necesidad de ampliar la extensión del volumen,
pues maneja los registros más conocidos, más divulgados, los que conviene
matizar con imaginación para evitar caer en lugares comunes: los personajes
actúan según los cánones previsibles (fuman, ponen la mano en el hombro, bajan
la cabeza); los fenómenos meteorológicos representan los estados de ánimo que
todos esperamos que representen, sobre todo la lluvia y el viento, símbolos de
la melancolía; los decorados son reconocibles hasta para un lector dormido,
como también lo son las descripciones físicas; los borrachos son perdedores...
incluso anochece cuando todos esperamos que anochezca. De hecho, hasta los
diálogos aparentan ser lugares comunes, si bien son un fiel reflejo de diálogos
reales, voces creíbles, preguntas y réplicas cuyo acierto radica en la
verosimilitud. Si a ésto unimos el abanico de estrategias de composición
–acciones paralelas, resolución en diálogos, combinación de transcursos
temporales, etc.-, cabe preguntarse qué aporta el libro de una autora que
conoce bien la tierra que pisa. Sin que ninguno de los relatos sea dañino, cosa
que, en los tiempos que corren ya es todo un elogio, lo mejor del volumen se
encuentra en lo que no se nos dice en alguna de las historias, en esa segunda
trama que aflora cada tres o cuatro párrafos, en ocasiones en frases muy
breves, y que nos sugiere cuáles son las pequeñas tragedias de los
protagonistas, por qué se ven obligados a considerar que no viven, sino que se
sobreviven a sí mismos. Ahí está el caso de la coja que parece ser el segundo
personaje en el excelente cuento que da título al libro, y cuya relación con el
alcohol y con su pierna queda meramente esbozada, tan poco explícita como para
obligar al lector a que sea él quien ponga su imaginación al servicio de la
lectura; posiblemente, ésta sea la razón por la que también el lenguaje es
reconocible, para evitar que sea un obstáculo en el trabajo del montaje
especulativo en la mente del lector. Ahí es donde Cristina Cerrada demuestra su
talento, cuando no apuesta por lo seguro.
Fuente: Lateral
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