lunes, 16 de octubre de 2017

LOS BOSQUES IMANTADOS

Los bosques imantados
Juan Vico
Seix Barral
Barcelona, 2016
220 páginas

Desde un refugio en el que siempre brilla la lumbre exacta, esa que nos permite narrar cualquier historia, verídica o de ficción, a ser posible de ficción, seguimos sintiendo la presencia de autores que nos han regalado los momentos más felices de nuestras lecturas. Son muchos los mejores escritores de la historia, pero apenas un puñado los que habitan esa cueva donde nunca falta el vino, la sonrisa y la camaradería. La enumeración es parcial y no siempre exacta, pero allí estaría Stevenson, Chesterton, Mark Twain, a veces Borges y algún que otro espadachín de primera fila. Y, sin duda, Wilkie Collins. Sus novelas nunca tenían la pretensión de llegar a cimas sobreculturales, algunas tan aburridas como Finnegans Wake, pero estaban pensadas para que el lector, todo tipo de lector, disfrutara. La piedra lunar es uno de los libros que más noches en blanco ha debido provocar a lo largo de la historia.
Siguiendo la tradición que nace con Wilkie Collins, Juan Vico (Badalona, 1975) nos presenta unos bosques imantados que son dignos herederos del encanto del autor británico. Una trama que implica a los personajes poco a poco, sin que ellos apenas se den cuenta de qué es en lo que están participando, una intriga basada en un misterio que no sabemos si se resolverá por la magia, unos perfiles bien trazados para que sepamos reconocer los motivos que guían a cada personaje dentro de la actuación, y una construcción que parece pensada en su traducción a guión cinematográfico, que supone manterse fiel a la época en que está escrito, tanto como la historia es fiel al siglo XIX. Un coro de voces dicharachero, variado, que da lugar a diálogos en los que no sobra una coma, y son imprescindibles para el desarrollo de la acción, y una serie de referencias textuales, como la lectura de Julio Verne, hacen de esta obra una novela técnicamente intachable.
Pero Juan Vico da un par de pasos más, los justos para que Los bosques imantados estén por encima del mero entretenimiento. Por ejemplo, no nos permite ver los personajes completos, filtra lo que hace que la historia se ponga en marcha y deja que supongamos que todavía queda algo de ellos en la sombra, que será lo que nos muestre el final de la trama. Y, por otra parte, la intriga se sostiene sobre el magnetismo, cuando la ciencia todavía no había resuelto en qué consistía, pero ya estaba enfrascada en las primeras investigaciones. Al mismo tiempo, la gente alejada del mundo científico observaba los efectos del magnetismo como si se tratara de magia. Y es aquí donde Juan Vico da ese segundo paso. Por norma general, se sostiene que eso que a lo largo de la historia se conocía como magia era ciencia todavía no resuelta. Pero en esta novela el deseo del narrador, el deseo del autor, es que todavía quede magia que la ciencia jamás pueda llegar a explicar. De ahí que el personaje que convoca en un bosque a una multitud para que contemplen el milagro del magnetismo sea un personaje ausente. Porque una magia que jamás pueda resolverse a base de ciencia supondría que todavía queda un residuo para las hipótesis románticas… Y sí, luego está todos los recursos estilísticos, la buena prosa que nos mantiene en el ambiente histórico y la estructura de novela policiaca. Pero ese oficio, ya lo sabíamos, es un oficio que Juan Vico interpreta muy bien.


Fuente: Culturamas

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