Los bosques imantados
Juan
Vico
Seix
Barral
Barcelona,
2016
220
páginas
Desde
un refugio en el que siempre brilla la lumbre exacta, esa que nos permite
narrar cualquier historia, verídica o de ficción, a ser posible de ficción,
seguimos sintiendo la presencia de autores que nos han regalado los momentos
más felices de nuestras lecturas. Son muchos los mejores escritores de la
historia, pero apenas un puñado los que habitan esa cueva donde nunca falta el
vino, la sonrisa y la camaradería. La enumeración es parcial y no siempre
exacta, pero allí estaría Stevenson, Chesterton, Mark Twain, a veces Borges y
algún que otro espadachín de primera fila. Y, sin duda, Wilkie Collins. Sus
novelas nunca tenían la pretensión de llegar a cimas sobreculturales, algunas
tan aburridas como Finnegans Wake,
pero estaban pensadas para que el lector, todo tipo de lector, disfrutara. La piedra lunar es uno de los libros que
más noches en blanco ha debido provocar a lo largo de la historia.
Siguiendo
la tradición que nace con Wilkie Collins, Juan Vico (Badalona, 1975) nos
presenta unos bosques imantados que son dignos herederos del encanto del autor
británico. Una trama que implica a los personajes poco a poco, sin que ellos
apenas se den cuenta de qué es en lo que están participando, una intriga basada
en un misterio que no sabemos si se resolverá por la magia, unos perfiles bien
trazados para que sepamos reconocer los motivos que guían a cada personaje
dentro de la actuación, y una construcción que parece pensada en su traducción
a guión cinematográfico, que supone manterse fiel a la época en que está escrito,
tanto como la historia es fiel al siglo XIX. Un coro de voces dicharachero,
variado, que da lugar a diálogos en los que no sobra una coma, y son
imprescindibles para el desarrollo de la acción, y una serie de referencias
textuales, como la lectura de Julio Verne, hacen de esta obra una novela
técnicamente intachable.
Pero
Juan Vico da un par de pasos más, los justos para que Los bosques imantados estén por encima del mero entretenimiento.
Por ejemplo, no nos permite ver los personajes completos, filtra lo que hace
que la historia se ponga en marcha y deja que supongamos que todavía queda algo
de ellos en la sombra, que será lo que nos muestre el final de la trama. Y, por
otra parte, la intriga se sostiene sobre el magnetismo, cuando la ciencia todavía
no había resuelto en qué consistía, pero ya estaba enfrascada en las primeras
investigaciones. Al mismo tiempo, la gente alejada del mundo científico
observaba los efectos del magnetismo como si se tratara de magia. Y es aquí
donde Juan Vico da ese segundo paso. Por norma general, se sostiene que eso que
a lo largo de la historia se conocía como magia era ciencia todavía no
resuelta. Pero en esta novela el deseo del narrador, el deseo del autor, es que
todavía quede magia que la ciencia jamás pueda llegar a explicar. De ahí que el
personaje que convoca en un bosque a una multitud para que contemplen el
milagro del magnetismo sea un personaje ausente. Porque una magia que jamás
pueda resolverse a base de ciencia supondría que todavía queda un residuo para las
hipótesis románticas… Y sí, luego está todos los recursos estilísticos, la
buena prosa que nos mantiene en el ambiente histórico y la estructura de novela
policiaca. Pero ese oficio, ya lo sabíamos, es un oficio que Juan Vico
interpreta muy bien.
Fuente: Culturamas
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