¡Corre!
Santiago
Carabias
Baile
del sol
Tenerife,
2017
172
páginas
Uno
puede perder la razón precisamente por no poder salir de la belleza. Ese es el
tema de Robisón Crusoe, la lucha por mantener el equilibrio, en una isla del
paraíso. Pero el equilibrio, al contrario de lo que nos creemos, no consiste en
estar compensado. El equilibrio está a mitad de camino entre estar compensado y
descompensado. Así pues, uno debe permitirse una fuga de locura para mantenerse
cuerdo.
Esta
novela surge de uno de los arrebatos más humanos que el hombre puede afrontar
en estos días: un tipo atropella a tu perro y la rabia no puede ser mayor.
Quien no quiere a su perro no tiene sentimientos, o es una persona cruel
disfrazada de princesita. Algo que está a la orden del día. El problema es que
el dueño del perro se enfurece tanto que termina por asesinar al conductor.
Para mayor gloria de los tópicos hispanos, el muerto es un concejal de un
ayuntamiento de la sierra de Madrid y Segovia.
Así
pues, el asesino, un chico con un pasado difícil, adoptado por sus tíos tras la
muerte de sus padres y desahuciado por sus primos tras la muerte de los tíos,
procede a traducir su huida en otro de los tópicos, este muy nuevo, de la piel
de toro: el ultra Trail. Y se pone a correr como un loco por la sierra, para
evitar que se le encuentre.
Sumando
a la élite del panorama narrativo español, los encargados del caso son dos
guardias civiles, uno de ellos de Cádiz. Llega un momento en que uno no duda
que esta robinsonada, esta persecución, esta fatiga, es en realidad un homenaje
al humor a través de los lugares comunes. El perro era un galgo, los montañeros
con quien se tropieza el que huye fuman porros y beben calimocho, los diálogos
entre los miembros de la benemérita son herederos del cine de los setenta. Un
humor, una adaptación de lo que podría ser una suerte de thriller de
persecución, que oculta algo más. Lo exhibido es un esfuerzo por construir una
novela. Los detalles que hacen que ¡Correr!
pueda ser interesante parten del odio con el que comienza a saltar por el
monte, y las dudas que le van surgiendo en los periodos en que se le da voz al
protagonista, en una suerte de flujo de conciencia obsesivo, a flor de terreno,
sabiendo que se está trastornando. Y luego están esos detalles de amante de la
naturaleza, la denuncia de lo que uno se encuentra cuando sale al monte, la basura
en la que lo vamos convirtiendo, y la colonización que hacen tan difícil
esconderse en él, que no quepa otra opción que el movimiento.
Fuente: Culturamas
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