El caso de William Saroyan (Fresno, 1908 – 1981) es el del escritor solo contra el mundo. Sus obras, que respiran demasiado autobiográfico, demasiada conciencia de que la creatividad está en el eje de lo que le formó como para pensar cuánto hay de novela y cuánto de realismo, versan sobre la soledad. Lo que no termina de explicar es si la soledad obedece a un proceso adaptativo o de resignación. Desde Mi nombre es Arán, tal vez su obra imprescindible, hasta este Un día en el atardecer del mundo, el personaje principal se asemeja mucho a él, o a la imagen que él tiene de sí mismo. Algo cínico como medida defensiva, testarudo, con la empatía puesta al margen para centrarse en ella más adelante -de ahí la limpieza de sus textos-, con un toque de nihilismo, todo ello expresado en una frase tan sencilla como:
Sigue leyendo“Eran personas agradables, serias, constantes, metódicas y aburridas”.
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