Estrómboli
Jon
Bilbao
Impedimenta
Madrid,
2016
268
páginas
Uno
se despierta por la mañana con una música interior que le alegra el diafragma.
Al abrir la ventana entra un aire morado que vaticina un día con el punto
perfecto de sal. Prepara café. Se equivoca y tiene que cargar de nuevo la
cafetera porque no termina de acostumbrarse a que ahora los desayunos en su
casa son para dos personas, y se dispone a afrontar el día. Cuando la mugre del
atardecer ha arrugado esa música con la que se levantó, por culpa de dos
palabras que no han estado ni bien ni mal cruzadas, se da cuenta de que la
relación entre las personas, al menos las que él mantiene y, sospecha, las de
todos los demás, se caracterizan por una sola consistencia: y esa es la
incertidumbre. De eso tratan los relatos de Jon Bilbao (Ribadesella, 1972), de
esa compleja combinación de dos afirmaciones tan ciertas como contradictorias:
por un lado, no somos dueños de nuestro destino; pero por otro, la suerte nos
la hacemos. ¿Qué es lo que queda? Lo que queda es la deriva, así, sin más, sin
adjetivos.
Y
esto puede suceder tanto en Estados Unidos como en una aldea española. Pues
este libro de relatos, de una lectura muy agradecida, con unas narraciones en
un tono sano para el lector, se dividen en dos grupos: al principio, Bilbao se
ciñe a los clásicos americanos del siglo XX, algo que, tras comprobar que es
capaz de otras estructuras, no puede sino calificarse como un homenaje. La
ventaja que le otorga el llevar allí la acción es que el escenario nos resulta
familiar, pertenece al imaginario colectivo por su entrada en nuestras vidas a
través del cine y la televisión. Y por esa misma razón, cualquier cosa que allí
suceda será creíble, sobre todo lo fronterizo. Si, por ejemplo, nos creímos una
película como Perros de paja, ¿por
qué no íbamos a confabularnos con un relato que le diera la vuelta a la
tortilla a esa historia? Eso es lo que sucede con el cuento que da inicio al
volumen. La infancia y la senectud –como el amanecer y el crepúsculo-
participan del siguiente relato, donde uno lo lee preguntándose qué es lo que
realmente queda de lo que yo soy: pues al final de la vida esos restos serán lo
que decidan quienes nos sufren o disfrutan.
Si
bien la mayor parte de los relatos entran en otra dinámica, son puestas en
escena más largas, alguna polifónica, con violines desafinados, como Una boda en invierno, con uno de los
mejores finales que se han escrito en años. Como
en un idioma desconocido sucede con una central nuclear como epítome del
mundo: es cosmopolita y se degenera, da pie a la picaresca y a la lucha de
clases, y el sexo es una de las cargas que hacen difícil encontrar nuestro
sitio en el mundo. En Avicularia
Avicularia, cuya trama no desvelamos, destaca esos dos recursos que una
pareja utiliza para salir adelante: mientras la madre cocina galletas, el padre
se come una tarántula. Sirva como ejemplo de que uno de los puntos fuertes de
Bilbao como narrador es la imaginación por el detalle. Algo que sabe combinar
con paisajes inmensos, como el mar, que pese a ello no es capaz de contener
todo, la memoria de uno y el olvido de su amigo, como sucede en El castigo más deseado. Finalmente, Estrómboli habla de esa costumbre de
huir o esconderse, o de creer que huyendo o escondiéndose uno se salvará,
cuando en realidad no se trata de nada más que un ejercicio de autohipnosis que
se vendrá abajo con el más mínimo roce del pasado. En definitiva, Jon Bilbao ha
escrito un libro en condiciones, unas narraciones redondas sobre temas que
avalan que nos cuestionemos la costumbre de vivir, con sus derivas.
Fuente: Culturamas
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