Viaje de Egeria.
El primer relato de una
viajera hispana.
Edición
de Carlos Pascual
La
línea del horizonte
Madrid,
2017
157
páginas
Las
pasiones son las mismas, aunque lo que cambien sean las vestiduras. En una época en
que la celebración máxima de religiosidad cristiana era volverse eremita, el
rezo y la austeridad en un lugar, inmóvil, una mujer emprendió un viaje hacia
oriente. No había ánimo de mercado en el grupo que, según deducimos de sus
escritos, ella lideraba en buena medida. Su pasión era el viaje, el gozo, el
mismo gozo que vivió Moisés y las doce tribus, desde Egipto hasta Mesopotamia.
Corre el siglo IV bajo la Pax Romana,
esa que respetaba tradiciones, pero cobraba impuestos. En apenas algunos
lugares, serán los cuarteles romanos y sus soldados quienes les aseguren en un
viaje que no carece de peligros. El primero, el de no poseer ningún mapa, sino
una brújula que se llama Antiguo Testamento. Egeria, la protagonista de esta
pasión, está convencida de que ardió la zarza y las cenizas todavía se
mantienen allí, donde Dios habló a Moisés. Todo lo que visita, demuestra que el
relato del Antiguo Testamento no es una fantasía. No cesa de hallar pruebas,
custodiadas por monjes o algún cristiano, alguno de los pocos cristianos que
habitan en ciertas regiones orientales, siempre respetados por los gentiles. En
el relato, la palabra gentil, una muestra de humildad de Egeria y de respeto
hacia quienes no profesan su fe, cobra una bondad que caerá tiempo más tarde,
en la época de las Cruzadas y los Borgia.
Pero
Egeria no tiene la sensación de estar viajando, sino de estar reproduciendo
otros viajes. Comenzando por Moisés. Y por tanto al llegar a un sitio su afán
no es contemplar el paisaje o el exotismo, sino orar. Porque esa es la voluntad
divina. A caballo, retoma su viaje con una vitalidad que da envidia. Y así nos
narra su hazaña en una forma epistolar, que el trabajo de edición de Carlos
Pascual y los editores de La línea del
horizonte, nos ha traducido de forma sutil, ajustada y con los reflejos del
momento. El trabajo de investigación y acotación es de gran valía, así como el
formato siempre cuidado que imprime esta editorial en sus libros.
Por
lo demás, no nos queda sino reflejar la loa que Valero dicta a los monjes del
Bierzo en el siglo VII refiriéndose a Egeria. Este atrevimiento habla por sí
solo: “¿Quién podría hacerse una cabal idea del temor que anidó en su corazón
al juicio que ha de venir; del amor de dilección de la más alta caridad que
arrastraba; del fervor ardientísimo de la esperanza y de la fe divinas que la
abrasaba; a ella, a quien no debilitaron los caminos de todo el mundo; a quien
no detuvieron los piélagos procelosos ni los ríos caudalosos; a quien no
amilanó la excelsitud ni la severa aspereza de los montes; a quien no causó
espanto la fiera sevicia de las gentes impías, hasta que alcanzó por completo y
hasta el colmo sus devotos afanes, con la ayuda del Señor, y con una audacia
alejada de toda vacilación?”
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