Por orden de desaparición
David
Torres
Obra
gráfica de Javier Gella
Sloper
Palma
de Mallorca, 2017
354
páginas
Con
este libro, David Torres (Madrid, 1966) celebra la mayoría de edad. Hace
dieciocho años que se publicó su primera obra, Nanga Parbat, ganadora de la primera edición del Premio Desnivel.
Ha pasado mucha agua por debajo del puente en estos años, muchísima. De hecho,
al leer estos breves perfiles, uno se da cuenta de que aquella novela era un
ejercicio de estilo en el que lo lírico cojeaba por metáforas repetidas y la
imaginación por intentar abarcar el cielo que, como dice David Torres,
poniéndolo en boca de Pedro Reyes, es infinito y estrecho. O al menos lo fue en
ese momento. Desde entonces, el tiempo dedicado a la literatura ha sabido aprovecharlo.
Sus novelas son más consistentes. Pero, sobre todo, se ha visto obligado a
ejercitarse en la distancia corta, por imperativo monetario, y de esa presión
han salido unos textos en los que lo que era truco, se ha transformado en
estilo.
El
volumen recopila las filias de David, aunque también alguna fobia, pues es
difícil comprender que entre tanto esteta figure Patton, un general
caracterizado por su instinto de victoria, es decir, por saber cómo matar más
enemigos. Excepto este caso, y algunos arranques violentos de algún músico, por
ejemplo, o autistas de algún escritor, los demás son tipos sensibles, o David
Torres da por supuesto que deberían serlo, pues los perfiles demuestran
sensibilidad incluso en los suicidios. Decimos perfiles, cuando se trata de
obituarios, por no decir de necrologías. Excepto en un par de casos, Torres no
ha conocido ni entrevistado personalmente a la persona, pero si escribe sobre
ella es porque ha fallecido o porque se cumplen tantos años, un número redondo,
desde su fallecimiento. Pero el diálogo con el escritor, con el músico, con el
físico nuclear, con el actor, con el director de cine, con el alpinista es una
celebración de la vida, no una melancolía por su ausencia. El mundo es mejor
porque ellos han existido, no más feo desde su desaparición. Aunque, bien es
cierto, que a todos nos gustaría que John Ford siguiera dirigiendo películas o
que Borges, de quien bebe, y mucho, David Torres, tenga una obra que ya hemos
leído más de una vez. Nombramos a Borges, pero se nos ocurre también Marcel
Schwob. La diferencia es que mientras en uno y otro algo de la enciclopedia se
incrusta en la ficción, en estos textos todo es real. O al menos las anécdotas
son leyenda, lo que quiere decir que se han hecho realidad. Al homenajear a
Groucho Marx se menciona el célebre epitafio ‘Perdone que no me levante’; tal
epitafio es leyenda. Pero es real, porque a nadie más que a él se le ocurriría
una disculpa tal para grabarla en su lápida.
David
Torres coge el toro por los cuernos nada más empezar el perfil, pero aguarda
unas pocas líneas antes de soltar el momento en que la personalidad de Sibelius
o de Buñuel se desatan, se manifiestan. Consigue mantener el pulso, de modo que
no nos cansemos, acertando siempre con el tono y las metáforas, porque escribir
es cuestión de oído, hasta que intenta llegar a un final deslumbrante. Sin
embargo, donde nos ha sorprendido ha sido antes de esa última frase, que deja a
modo de recuerdo, a modo de cariño. Por ejemplo: en el perfil de Marilyn Monroe
termina apelando a nuestro deseo, el de los hombres, no el de las mujeres,
representado en forma de sueño, y por tanto toma como referencia el mito de
Orfeo y Eurídice. Es cierto que todos soñamos con protagonizar la película del
mito, en la que nosotros tendríamos el papel de Orfeo, en tanto que Monroe es
la Eurídice más universal de los sueños. Pero el golpe bajo nos lo ha pegado
antes, cuando tras referir la infancia sexualmente violenta que sufrió Norma
Jean Baker, asegura que no aprendió que el amor no se hace en defensa propia.
En cualquier caso, Norma Jean Baker, como aseguraba Billy Wilder, era la actriz
con más talento de la historia: si conseguía tanta presencia presentándose en
los rodajes con resaca y sin haberse leído el guion, lo que hubiera conseguido
de consagrarse a su oficio. Pero no es del mérito de lo que nos habla David
Torres en los perfiles, es del talento. Ese es el eje sobre el que orbita su
entusiasmo.
Fuente: Culturamas
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