lunes, 16 de octubre de 2017

LOS CUARTELES DE LA MEMORIA

Los cuarteles de la memoria

Xuan Bello

Debate
Barcelona 2003
284 páginas

He aquí un libro que plantea una interesante versión de la fenomenología: en lugar de proponer que no existe la verdad, sino solamente las verdades, sugiere que no existe la realidad, sino solamente las realidades, y que de éstas no nos queda sino el polvo de la memoria. Es evidente que la memoria lo es todo para Xuan Bello. Acaso demasiado evidente. Pues si en su obra anterior Bello marcaba un territorio geográfico y un tiempo lírico que podía ser todos y ninguno, en esta decide afrontar el culto a los recuerdos que le construyen observándolos con la pose del espectador que fija su mirada en un crepúsculo, con los codos tiernamente apoyados en el alféizar de la ventana. Para comenzar señalando el mal que salpica con frecuencia las páginas del libro, la repetición constante de esta pose, la supuesta hipersensibilidad nostálgica del narrador, cansa hasta el punto que acaba por delatar cierto narcisismo melancólico: en un libro en el que la identificación del autor y el narrador se hace evidente (pues no puede tener otra intención una obra de estas características que la defensa y exposición de lo que le ha ido construyendo), reflexionar sobre la memoria se convierte en un ejercicio en el que la inteligencia trata sobre la propia inteligencia. Y, a mi juicio, esa presunción es una pose narcisista.
Ahora bien, una vez que nos olvidemos de esas meditaciones, algunas bastante tópicas y que podrían haberse suprimido para que ganara en intensidad la secuencia de historias, anécdotas y cuadros que componen la cartografía personal de Bello -o de Bello hecho escritor- es fácil comprobar un importante avance respecto a su anterior obra; si en Historia universal de Paniceiros las mejores piezas eran aquéllas en las que tomaba posición de testigo y reflejaba pensamientos que no pretendían responder a ninguna pregunta, al estilo de Pla, en ésta son los relatos los que destacan por su imaginación y facilidad narrativa; aquí la ficción pura, independientemente de que los cuentos narrados sean invención total o reinvención vital o un refrito, sale indemne de la batalla contra el tiempo que tanto esfuerzo le supone vivir al narrador. En algunas ocasiones el cuento no supera las tres frases y en otras, como en el buen relato titulado Una historia vulgar, alcanzan las cuarenta páginas, y en todas ellas el que siente no haber perdido el tiempo registrándolas es el lector.
Es una lástima ese repetido y explícito elogio hipocondríaco de la memoria, que debería traslucirse únicamente de la narración, y que es arena en el engranaje de un libro del que lo mejor que puede decirse es que no hace daño.

Fuente: Lateral

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