miércoles, 27 de septiembre de 2017

ERNESTO

Ernesto

Umberto Saba

Traducción de Isabel Verdejo
Pre-Textos
Valencia, 2005
175 páginas
18 euros

Cuando crecer es incómodo


He aquí la propuesta más arriesgada que cabe leer sobre la adolescencia, sobre los cambios en el cuerpo que nos hacen dudar de nuestro yo, sobre la construcción del carácter y la evolución que nos define y nos destruye pese a nosotros mismos. La editorial Pre-textos recupera un texto de Umberto Saba demoledor pero sin sentimentalismos, pues el narrador, que parece conocer muy bien al protagonista sin terminar de saberse todos los recovecos de su alma, actúa de testigo para nosotros, es un cronista que traduce los episodios más determinantes de la vida del muchacho sin atreverse a interpretar, dejando que sea el lector quien determine qué significa, para él o para los actores, aquello que está leyendo. Se trata de un texto sin concesiones, sin aire entre líneas, seco, en el que adivinar las sensaciones es un trabajo incómodo para quien empieza a conocer algo tan vital como es el despertar a la sexualidad. A caballo entre la novela erótica con trasfondo social, realista hasta la extenuación y alejado del estudio de la estética que proponen obras como La muerte en Venecia, con la que comparte la idea del amor entre un hombre maduro y un adolescente, y de la aventura del viaje iniciático, recurso muy utilizado en las novelas que tratan el abandono de la infancia para traspasar las barreras hacia la madurez.
Eligiendo cinco episodios significativos, Saba nos acerca la historia de un adolescente de clase baja que sobrevive en el Trieste portuario de finales del siglo XIX, y que acepta sin regañadientes y sin emociones, la relación sexual con un descargador maduro, una relación que por su parte se limita a permitir que el otro lo sodomice en cuanto surge un momento oportuno. El primero de los episodios da fe del inicio de este encuentro, sin vaticinar nada; en el segundo, en el que las conjeturas emotivas apenas están enunciadas, reseña las trampas a que se ve abocada la relación por ser tan ilegal como mal vista en la sociedad pública; en el tercero Umberto se cuestiona su sexualidad en un trance con una prostituta al que se somete tanto por voluntad propia como por el empuje tácito de los muchachos de su quinta, que indica que esa es la situación que debe vivir a su edad; en el tercero se plantea la necesidad sin culpa de obtener una redención a partir de una confesión que le hace regresar por unos minutos a los valores seguros de la infancia, y el libro termina enunciando someramente cuál es la decisión amorosa por la que opta, merced a unas experiencias que le han hecho dejar atrás la inocencia, y que sí se rigen, en cierta medida, por criterios vinculados a la belleza.
Durante este periodo de su vida, Umberto va conociendo el precio del silencio obligado por lo clandestino, que le tallará hasta transformarlo en una persona muy especial, razón por la cual Saba ha escogido relatar esta historia. No ha vivido nada platónico, sino sodomizaciones reales en manos de un hombre a quien se supone preso de amor, de manera que Umberto es tan incapaz de amarle como de odiarle. Y ha practicado sus últimos juegos infantiles, ha leído y escrito sus últimas poesías, ha sido vencido por el trato de un tutor malnacido que sustituyó a su padre, comido sus últimos dulces y reivindicado sus últimas ilusiones socialistas. El paso del mundo infantil al adulto se ha movido de manera pendular, y así Saba no se recrea en ninguna de las facetas, limitándose a enunciarlas como quien dice: sí, en el mundo hay una cosa que se llama pecado. Porque la materia del libro es el mundo, de ahí la variedad de distancias humanas que lo protagonizan.


Fuente: Culturas/Tribuna

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