Ernesto
Umberto Saba
Traducción
de Isabel Verdejo
Pre-Textos
Valencia,
2005
175
páginas
18
euros
Cuando crecer es incómodo
He aquí la propuesta más arriesgada que cabe leer
sobre la adolescencia, sobre los cambios en el cuerpo que nos hacen dudar de
nuestro yo, sobre la construcción del carácter y la evolución que nos define y
nos destruye pese a nosotros mismos. La editorial Pre-textos recupera un texto
de Umberto Saba demoledor pero sin sentimentalismos, pues el narrador, que
parece conocer muy bien al protagonista sin terminar de saberse todos los
recovecos de su alma, actúa de testigo para nosotros, es un cronista que
traduce los episodios más determinantes de la vida del muchacho sin atreverse a
interpretar, dejando que sea el lector quien determine qué significa, para él o
para los actores, aquello que está leyendo. Se trata de un texto sin
concesiones, sin aire entre líneas, seco, en el que adivinar las sensaciones es
un trabajo incómodo para quien empieza a conocer algo tan vital como es el
despertar a la sexualidad. A caballo entre la novela erótica con trasfondo
social, realista hasta la extenuación y alejado del estudio de la estética que
proponen obras como La muerte en Venecia,
con la que comparte la idea del amor entre un hombre maduro y un adolescente, y
de la aventura del viaje iniciático, recurso muy utilizado en las novelas que
tratan el abandono de la infancia para traspasar las barreras hacia la madurez.
Eligiendo cinco episodios significativos, Saba nos
acerca la historia de un adolescente de clase baja que sobrevive en el Trieste
portuario de finales del siglo XIX, y que acepta sin regañadientes y sin
emociones, la relación sexual con un descargador maduro, una relación que por
su parte se limita a permitir que el otro lo sodomice en cuanto surge un
momento oportuno. El primero de los episodios da fe del inicio de este
encuentro, sin vaticinar nada; en el segundo, en el que las conjeturas emotivas
apenas están enunciadas, reseña las trampas a que se ve abocada la relación por
ser tan ilegal como mal vista en la sociedad pública; en el tercero Umberto se
cuestiona su sexualidad en un trance con una prostituta al que se somete tanto
por voluntad propia como por el empuje tácito de los muchachos de su quinta,
que indica que esa es la situación que debe vivir a su edad; en el tercero se
plantea la necesidad sin culpa de obtener una redención a partir de una
confesión que le hace regresar por unos minutos a los valores seguros de la
infancia, y el libro termina enunciando someramente cuál es la decisión amorosa
por la que opta, merced a unas experiencias que le han hecho dejar atrás la
inocencia, y que sí se rigen, en cierta medida, por criterios vinculados a la
belleza.
Durante este periodo de su vida, Umberto va
conociendo el precio del silencio obligado por lo clandestino, que le tallará
hasta transformarlo en una persona muy especial, razón por la cual Saba ha
escogido relatar esta historia. No ha vivido nada platónico, sino
sodomizaciones reales en manos de un hombre a quien se supone preso de amor, de
manera que Umberto es tan incapaz de amarle como de odiarle. Y ha practicado
sus últimos juegos infantiles, ha leído y escrito sus últimas poesías, ha sido
vencido por el trato de un tutor malnacido que sustituyó a su padre, comido sus
últimos dulces y reivindicado sus últimas ilusiones socialistas. El paso del
mundo infantil al adulto se ha movido de manera pendular, y así Saba no se
recrea en ninguna de las facetas, limitándose a enunciarlas como quien dice:
sí, en el mundo hay una cosa que se llama pecado. Porque la materia del libro
es el mundo, de ahí la variedad de distancias humanas que lo protagonizan.
Fuente: Culturas/Tribuna
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