Fuente: Culturamas
Asesinato
Danielle
Collobert
Traducción
de Pablo Moíño Sánchez
La
Navaja Suiza
Madrid,
2017
137
páginas
Muerta
tantas veces la literatura de viajes, al igual que la novela, nos sigue
quedando la literatura, que siempre es un viaje, y la narración que nos
cautiva, que es la cualidad imprescindible de la novela. Asesinato no es una novela. Aunque solo sea por su extensión, no
podría considerarse tal. Tal vez una nouvelle,
una novela breve de situación, una obra de interiorización, de narcisismo o de
cuestionamiento del narcisismo, una secuencia de ideas, imágenes y sucesos que
se corresponden a un estado de ánimo, que es el que los unifica. Y, por
supuesto, un viaje interior. Desconocemos cuánto hay de autobiográfico en las
imágenes de la playa, por ejemplo, pero sí sabemos, porque no puede ser de otro
modo, que se alimentan de lo vivido. No negaremos el solipsismo, esa forma de
centrarse en el conocimiento inmediato como única realidad de la que podemos
dar fe. Pero Danielle Collobert (Rostrenen, 1940 – París, 1978) no cae en el
preciosismo tan habitual de quien sabe que maneja el lenguaje, de quien cree
que su único compromiso es con la literatura, creando algunas obras huecas,
como es el caso de parte de la obra de Beckett, uno de los supuestos
precursores de Collobert.
De
hecho, está más próxima a la prosa Duras, con un negativismo de Pavese que
presta contundencia a las frases, a los párrafos, a las imágenes. Como en los
diarios de Pavese, el dolor se impone. Y junto al dolor su sedimento: el miedo.
A partir de ahí, y de una primera palabra, Collobert construye este libro
existencialista, con un automatismo casi surrealista, pero sabiendo bien a
dónde quiere llegar: su propósito es demostrar que existe una deformación del
arte de meditar, de la que surgen monstruos. Si la meditación es un estado en
el que los pensamientos suceden a su antojo, o nos libramos de ellos, la
apuesta de Collobert es un estado en el que los acontecimientos se proyectan
hacia un final, que se posterga indefinidamente. Para mayor desgracia, vienen in media res, sin que atisbemos su
origen. Ante esta forma de estar, solo cabe verse sumergido en un océano de
inquietud. Eso es lo que expresa Asesinato,
inquietud. Un exceso de ser uno mismo, una conciencia de no saber cuál es la
consistencia propia. Una intuición de ser feo, de no encontrar en uno mismo esa
parte que salvar y, por tanto, ser a la vez Sodoma y Gomorra por imperio de la
conciencia.
Aunque
sí existe la belleza, atisbada en raras ocasiones, que viene siempre desde el
exterior y es efímera: el mar, el viento… lo que nos embriaga hasta la llegada
del otoño, que no se menciona, pero da carácter a la obra. Ante esta
perspectiva, se necesita mucha entereza para vivir. De la biografía de
Collobert sabemos poco, entre otras cosas su suicidio a los treinta y ocho
años. En ese instante, su mirada debió de terminar de infectarse y eso dio con
su descomposición. Pero no debemos caer en el desánimo. El libro trata sobre la
tristeza de lo corriente. Pero no cede ante el empuje del horror. Existe una
belleza elegante cuando uno sabe estar triste sin perder la dignidad.
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