martes, 26 de septiembre de 2017

CUANDO DIOS BAILABA EL TANGO

Cuando Dios bailaba el tango
Laura Pariani
Traducción de Patricia Orts
Pre-textos
Valencia, 2005
372 páginas
25 euros


La trastienda de la historia



He aquí la mejor manera de dar respuesta a la pregunta: “¿qué es la historia?, ¿la verdadera historia?”. La historia, la de verdad, la que nos construye, es la historia de la gente. Y en este caso, la historia de los que no aparecen en libros de texto, ni quedaron registrados en las hemerotecas, verdaderos archivos de lo que sucedió en el siglo XX. Cuando Dios bailaba el tango es una muestra de la vida de las mujeres que esperan sin saber qué objeto tiene seguir viviendo. Para ello Pariani construye las voces y las biografías de dieciséis mujeres inmigrantes, que nadan en las aguas nada fértiles de la existencia de un país, Argentina, tan maleado a lo largo de los últimos cien años. Con un estilo seco, directo y si tapujos, como se corresponde al realismo más legítimo, aquel en el que los personajes se cuestionan cuál es su sitio en el mundo, el lector afronta un puñado de minúsculas novelas en las que cada mujer toma el relevo de la anterior cuando el aliento de esta ya se agota, cuando se le acaba lo que tuvo que decir. Pariani elude el orden cronológico, pese a que los relatos comienzan a finales del siglo XIX y terminan en el año 2001, porque el orden cronológico no es el mismo que el de la memoria, ni siquiera que el de la memoria colectiva, y mucho menos que el de la memoria coral, que es la impresión que guardará en el recuerdo quien lea este magnífico libro.
Y así, a través de estas mujeres que fatigan la soledad, que han visto cómo sus familias se deshacen o se desguazan, se ahogan o se parten, se nos va hablando acerca del desasosiego de no ser de ninguna parte, ni de esperar ya nada de nadie, con resentimiento o con tristeza, o con miedo o con nostalgia o con gritos que reclaman justicia social, o con desengaño o con la resignación de quien ha visto cómo se le ha ido al traste la ilusión de vivir. Pues Pariani consigue que alguno de estos sentimientos cobre especial relevancia en cada capítulo, sin que se obvien los demás, sin que cada una de las mujeres deje de sufrir el complejo nido de sentimientos que todos ellos componen, y que padecen al tiempo que se preguntan hacia dónde deben mirar para encontrar consuelo. Para conseguir al lector involucrar en ese potaje de la gente que nunca tuvo voz, Pariani no tiene problemas en cambiar las distancias de los narradores con el lector, de manera que aunque se dirija a él directamente, utilizando la primera persona, acude al interpelación directa en ocasiones, camuflada a modo de carta o de monólogo, o le facilite la visión del cuadro desde fuera recurriendo a una tercera persona que persigue la biografía del personaje elegido. De esta manera, acabamos descubriendo, al final de la lectura, que acabamos de encontrar la trastienda de un país, de la historia de un país. Y la trastienda es el lugar donde se almacenan los objetos fuera de la vista de los clientes que acuden a comprar.


Fuente: Culturas/Tribuna

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