Cuando Dios bailaba
el tango
Laura Pariani
Traducción de Patricia Orts
Pre-textos
Valencia, 2005
372 páginas
25 euros
La trastienda de la historia
He aquí la mejor manera de dar
respuesta a la pregunta: “¿qué es la historia?, ¿la verdadera historia?”. La
historia, la de verdad, la que nos construye, es la historia de la gente. Y en
este caso, la historia de los que no aparecen en libros de texto, ni quedaron
registrados en las hemerotecas, verdaderos archivos de lo que sucedió en el
siglo XX. Cuando Dios bailaba el tango
es una muestra de la vida de las mujeres que esperan sin saber qué objeto tiene
seguir viviendo. Para ello Pariani construye las voces y las biografías de
dieciséis mujeres inmigrantes, que nadan en las aguas nada fértiles de la
existencia de un país, Argentina, tan maleado a lo largo de los últimos cien
años. Con un estilo seco, directo y si tapujos, como se corresponde al realismo
más legítimo, aquel en el que los personajes se cuestionan cuál es su sitio en
el mundo, el lector afronta un puñado de minúsculas novelas en las que cada
mujer toma el relevo de la anterior cuando el aliento de esta ya se agota,
cuando se le acaba lo que tuvo que decir. Pariani elude el orden cronológico,
pese a que los relatos comienzan a finales del siglo XIX y terminan en el año
2001, porque el orden cronológico no es el mismo que el de la memoria, ni
siquiera que el de la memoria colectiva, y mucho menos que el de la memoria
coral, que es la impresión que guardará en el recuerdo quien lea este magnífico
libro.
Y así, a través de estas mujeres
que fatigan la soledad, que han visto cómo sus familias se deshacen o se
desguazan, se ahogan o se parten, se nos va hablando acerca del desasosiego de
no ser de ninguna parte, ni de esperar ya nada de nadie, con resentimiento o
con tristeza, o con miedo o con nostalgia o con gritos que reclaman justicia
social, o con desengaño o con la resignación de quien ha visto cómo se le ha
ido al traste la ilusión de vivir. Pues Pariani consigue que alguno de estos
sentimientos cobre especial relevancia en cada capítulo, sin que se obvien los
demás, sin que cada una de las mujeres deje de sufrir el complejo nido de
sentimientos que todos ellos componen, y que padecen al tiempo que se preguntan
hacia dónde deben mirar para encontrar consuelo. Para conseguir al lector
involucrar en ese potaje de la gente que nunca tuvo voz, Pariani no tiene
problemas en cambiar las distancias de los narradores con el lector, de manera
que aunque se dirija a él directamente, utilizando la primera persona, acude al
interpelación directa en ocasiones, camuflada a modo de carta o de monólogo, o
le facilite la visión del cuadro desde fuera recurriendo a una tercera persona
que persigue la biografía del personaje elegido. De esta manera, acabamos
descubriendo, al final de la lectura, que acabamos de encontrar la trastienda
de un país, de la historia de un país. Y la trastienda es el lugar donde se
almacenan los objetos fuera de la vista de los clientes que acuden a comprar.
Fuente: Culturas/Tribuna
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