domingo, 9 de julio de 2017

El gran vacío amarillo

La Torá, la Biblia y el Corán, son literatura del desierto; como los libros de Theodor Monod y Paul Bowles, como los westerns y como ‘El gran vacío amarillo’, una novela escrita por quienes conocen a la perfección el desierto (si es que eso, en el caso del Sahara, es posible…).


Hablemos, pues, de la literatura del desierto. Unos pocos cuentos de Paul Bowles y los diarios de Theodor Monod bastarían para crear un género. Paul Bowles disputa a cualquier escritor del siglo XX el título de mejor autor de relatos cortos. Al margen de la excelente El cielo protector, que ya es en sí misma un subgénero. En cuanto a Monod, piadoso, un hombre que busca en el desierto el espíritu del bien humano, sobre todo en los lugares donde el desierto es más puro, que es tanto como decir donde más vacío de vida se halla, crea unos textos portentosos en los que la ecología se mezcla con la intriga religiosa. Sus paseos por las dunas armado del Nuevo Testamento crean, también, un subgénero de la escritura

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