domingo, 19 de noviembre de 2017

PARPADEO

Parpadeo
Theodore Roszak
Traducción de José Luis Amores
Pálido Fuego
Málaga, 2017
780 páginas

Espejos, ventanas, niebla, bruma, luz sobre agua… eso era el cine para Max, para Max Castle, un director de segunda fila que intriga al protagonista tanto, como para plantearse si nos encontramos ante un artista de culto. Y así comienza su investigación, que será un relato lleno de espejos, que tienen la horrible manía de multiplicar a los hombres. Como por ejemplo uniformándolos en un grupo, tal vez una secta, de huérfanos, algo terrible que va ganando peso en la propuesta de la novela, a medida que avanzamos, transformándola a cada página, más y más en una novela negra. El horror de cultivar huérfanos, pero prohibir tener hijos a los miembros de la comunidad, será un abismo al que nos asomemos porque, ¿qué estrategias utilizan, entonces, para conseguir los cuerpos? Pero no nos adelantemos. Parpadeo es una novela con muchos niveles de lectura. El amante de Best Sellers estará encantado, por su ritmo, por sus enigmas, por su dosificación, por las limitaciones del autor de la investigación sobre algo que le supera, por los recursos efectistas, por la trama. Pero detrás está la historia del cine, con la que el bueno de Theodore Roszak (Chicago, 1923 – Berkeley, 2011) juega mezclando realidad y ficción, atreviéndose a reseñar algunas de las obras cumbres del séptimo arte e, incluso, a derribar mitos, como Orson Wells. El cine, de hecho, será una herramienta tan potente como plantearnos que nos enfrentamos a una novela con fines morales; el cine puede ser un instrumento a favor del mal, o un reflejo de modas, eso tan efímero que cada seis meses debe ser cambiado. Así pues, tenemos la crítica a la moda estética en el arte, que en el caso del cine nos lleva un punto más allá, dado que el cine no es un arte que represente la realidad, ese papel lo cumple el teatro. Si Roszak eligió el cine para esta novela, es porque el cine es la realidad.
Otro de los niveles de lectura es la psicología de la percepción visual y cómo esta puede influir generando mucho más que emociones, generando hasta ideologías. De hecho, el descubrimiento de la imagen subliminal marcará la trayectoria del cambio de rumbo en varias ocasiones a lo largo del relato. Y ese relato está marcado por el tema del horror, que abarca desde el género de casquería celebrado por gente sin escrúpulos y por gente sin materia gris, hasta la rendición frente a la imposible adaptación de El corazón de las tinieblas, una de las películas inacabadas del desaparecido Max Castle, de origen alemán, pero que cambió su nombre y apellidos al exiliarse a Estados Unidos. Hemos mencionado modas, pero también deberíamos mencionar vanguardias y el debate entre los protagonistas sobre la sinceridad de ambos en el cine. De los vínculos que mantienen con la gente del cine, se extrae otro de los niveles de lectura de Parpadeo, que es la desmitificación de todos y de todo, excepto del sexo. De hecho, llega a celebrarse algo como ritos de sexo sin orgasmo ni aviso de tal. Se critica, a conciencia, la sociedad americana, y lo hace a lo largo de las décadas en que se lleva a cabo la investigación, los años 40, 50, 60, los años en que el peso cultural del cine va creciendo en el mundo. Pero de dos tipos de cine que luchan por diferenciarse: el cultural y el comercial. Sin embargo, la novela, como el buen cine, es cultural y es comercial, es intensa, sin párrafos baratos, y es novela negra, con sus conspiraciones hasta en la curia vaticana, porque el protagonista tiene que emprender viaje para proseguir sus investigaciones. Es, por tanto, una novela itinerante.
Pero es una celebración de buena literatura. De hecho, al autor que más se asemeja no es a Stephen King, como puede darse a entender dado el volumen y el diseño de la portada, sino a Paul Auster. ¿Es Roszak y Parpadeo un predecesor de Auster? No da la impresión. Más bien parece que los juegos de azar, los círculos que se van cerrando sin que los protagonistas puedan manejar sus destinos, son materia a la que ambos autores han llegado cada uno por su cuenta. Pero, para los amantes de Auster, este Parpadeo será una nueva celebración literaria. Nos falta señalar un último nivel de lectura, que es el sueño americano. Los protagonistas comienzan siendo pobres como ratas y en cierta medida cumplen con el progreso propio del sueño americano, que no sale barato. Les supone tal esfuerzo, que destruye la posibilidad de una novela de amor. ¿Dijimos último nivel de lectura? Parpadeo también versa sobre la educación sentimental y eso que nos ha marcado en la educación sentimental que es el peso de la religión (o la carencia obligada de ella). Pero todo esto, que da la sensación de que nos vamos a enfrentar a un libro tan complejo como el Ulises, lo maneja Roszak con un oficio que hace del relato algo tan sencillo que da envidia. El libro se leería de una sentada si dispusiéramos del tiempo suficiente. Sigue un orden cronológico y los personajes que maneja el autor, que son muchos, se presentan cuando ya nos hemos familiarizado tanto con los anteriores que nos resulta imposible perder el hilo de la narración. Tampoco cuando retrocede en el tiempo o se permite introducir alguna reflexión.

Lo que comienza siendo una novela sobre gente normal, con sus aspiraciones normales, va inventándose el enigma, va anunciándonos el horror que supone esa secta de huérfanos, de la altura de la novela de Conrad, celebrada por el cineasta desaparecido, que se anuncian como los próximos amos del mundo. Algo que se verá facilitado por el nihilismo de las transvanguardias, la mayoría idiotas, y por el miedo a la aplicación de sus sistemas de manipulación al joven medio que es la televisión. El protagonista se encontrará a gente de variado pelaje a lo largo de su itinerario, desde la vieja actriz que le revela ceremonias eróticas sin sexo, hasta catequistas y dueños de negocios que saben explotar la estupidez humana. Y están, por otra parte, las obsesiones por las que empieza a investigar, como el vampirismo y la empalación, que poco a poco irán cediendo terreno para que, en lugar de tratar de escribir una tesis, el protagonista se embarque, sin encomendarse ni a dios ni al diablo, en la tarea de salvar el mundo. Un mundo en el que se confunde la civilización con los escrúpulos. ¿Se trata de otro nivel de lectura? Tal vez, y tal vez no sea intencionado por parte de Roszak, pero qué gran novela nos ha regalado. De esas que uno está deseando dejar cualquier cosa que tenga entre manos, aunque se le inunde el piso, para volver a su lectura.

Fuente: Culturamas

No hay comentarios:

Publicar un comentario