jueves, 16 de noviembre de 2017

WILLA CATHER

Los libros de cuentos
Willa Cather
Traducción de Olivia de Miguel
Alba
Barcelona, 2006
560 páginas
31,50 euros

La honradez de la memoria



En ocasiones se escucha comentar a algún lector, cuando pretende elogiar un libro, que se trata de una obra sincera. Y uno siempre siente la tentación de preguntar en qué ha reconocido la sinceridad de la obra o, lo que se antoja casi imposible, la sinceridad del autor. Esta labor, aparentemente más propia de un psicólogo que de un crítico literario –aunque sea un lector que ejerza provisionalmente como tal-, queda expuesta a la intuición de quien reciba el mensaje de la obra. De ahí que, por una motivación profundamente emotiva, uno sienta la tentación de calificar como sincera la obra de Willa Cather, caracterizada por un sentido de la vida bañado en la honradez de la memoria, en la fe en las buenas gentes, la misma fe que hace de sus narraciones buenos relatos no sólo en sentido literario, también en el reflejo humano.
Recuperada en España en los últimos años, destacando novelas extraordinarias como Mi Antonia o El canto de la alondra, no se puede dejar de concebir que tras tantas páginas en las que se comparte una reivindicación de la vida noble, de la bonhomía sencilla y sin engranajes ni aristas, no exista una escritora sincera, sobre todo debido a que no aturde con sentimentalismos, ni con reflexiones morales, ni con posturas maniqueas, sino que centra su discurso en la creación de personajes profundos, cargadísimos de vida y de motivos para vivir, incluso cuando los caracteriza a través de la suciedad de la envidia, como en el cuento El funeral del escultor. Baste como ejemplo la fluidez (esta sí que digna de envidia) con que se desarrollan los diálogos. O también las imágenes sencillas, pero demoledoras, que presenta sin estridencias, suavemente –“Los pétalos se derramaban sobre el ennegrecido y escarchado pavimento mientras avanzaba cuidadosamente. Seguirían allí mañana por la mañana y los niños de aquellas casas se preguntarían si había habido un funeral”-, o la naturalidad con que nos dicta que la muerte no es nada más que otro trance de la vida: “las inquietantes visiones se fundieron en negro, y Paul se acostumbró de nuevo al inmenso designio de las cosas”.
Este libro de cuentos, que configura junto a la recopilación de la obra de Flannery O’Connor (Lumen) y los cuentos completos de Herman Melville (Alba) una estupenda trilogía de clásicos norteamericanos que nadie debería perderse, nos transporta nuevamente al mundo de Cather, donde la presencia de los inmigrantes que fueron construyendo Estados Unidos al tiempo que se despedían de sus orígenes, en una lucha interior rumiada desde la conciencia, un tanto crepuscular pero sin rencores nostálgicos, da pie a los encuentros de la gente, que serán los orígenes de las tramas, muy tenues, que trenzan los relatos. En lugar de argumentos que nos atrapen, Cather elige presentar el paso del tiempo y cómo este ha ido labrando los interiores de las personas. Para ello recurre al desagravio de la memoria. Tal vez, en este aspecto el libro más contundente sea el tercero, Oscuros destinos, compuesto por tres novelas breves cuyo nexo es la desaparición de alguien que se hizo querer. El mero hecho de inventarse estas historias supuestamente vividas en una infancia semejante a la que debió vivir Cather, nos habla de alguien que considera que la muerte no es rival de la memoria, es decir, de la vida. Maravilloso, a mi juicio, por su valor sereno y un intenso dramatismo relajado, es el relato Dos amigos, pese a lo previsible de su desarrollo, o quizás gracias a la relajación que dicha cualidad de previsible permite. Aquí ya nos encontramos frente a una escritora madura, que ha superado esas dudas planteadas en los dos libros anteriores en las que los encuentros entre gente del campo o de la ciudad frente a artistas o figurantes de artistas, nos plantean dudas acerca de la condición humana, sobre las múltiples formas del exilio, incluido el exilio interior. Y todo sin desistir de agradar.


Fuente: Tribuna/Culturas

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