Los países
Marie-Hélène
Lafon
Traducción
de Lluís María Todó
Minúscula
Barcelona,
2016
143
páginas
El
mundo en transformación no es cómodo. Nos resuelve a estar atrapados en una
zona entre el presente y el recuerdo. En buena medida, las mismas ideas y las
mismas sensaciones que nos construyeron nos vuelven una y otra vez, en pugna con
las novedades por abrirse camino entre los sentimientos. Y así somos una
materia en conflicto, lamentando el tiempo pasado y alegrándonos por haberlo
vivido. Al mismo tiempo, no nos falta la inteligencia suficiente como para
volvernos a enamorar. Esto ha llevado a múltiples escritores a producir
relatos, ensayos o poesías, en el que el eje es una idea mutable del amor. Los países es una novela en la que regresamos
a la música que añadimos al oficio de vivir.
Escrita
con frases largas, en las que se combina el pasado rural y el presente urbano,
en las que no se toma partido, pero se confiesa sensaciones, resulta una
experiencia de círculos concéntricos. Otro autor hubiera optado por un monólogo
interior y algo de esa intención asoma. Pero para evitar el enfrascamiento y la
actividad mental sin salida, se nos habla desde fuera de la protagonista. Hay
remolinos, pero asistimos a ellos como espectadores. Se nos devuelven los
sentimientos de forma directa, expresiva, en definitiva, lírica. La obra busca
un preciosismo arriesgado, trabajando el lenguaje para certificar que
necesitaríamos muchas palabras nuevas que nos permitieran describir el planeta
sentimental. Mientras tanto, se advierte sobre el peligro de adocenarse, sobre
el barril de pólvora que es pretender vivir en el pasado sin moverse. Y se
anima, a través de la protagonista, a no nadar contra corriente. El estilo de Marie-Hélène
Lafon tiende a la glosa y al preciosismo, se repite como se repite Sebald, por
ejemplo. Y se vale de él para animar al lector a protagonizar su propia vida.
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