Apuntes
para John
Joan
Didion
Traducción
de Gabriela Ellena Castellotti
Random
House
Barcelona,
2025
254
páginas
Un
oficio no se puede ejercer sin experiencia, que es lo que nos dará el beneficio
de la intuición. Un oficio es algo que se aprende y en lo que uno debe ir
perfeccionándose día a día, noche a noche. No se puede ejercer un oficio por
inercia, como no se puede vivir por inercia. Si uno se queda parado, la vida le
arrolla. Si uno no aprende a vivir, todo lo que vaya surgiendo le parecerán
escollos que, si uno carece del humor apropiado, pueden terminar por
arrastrarnos a la obsesión, a lo compulsivo e incluso a la paranoia. De ahí la
importancia que tienen los maestros. De ahí la importancia que tiene la
auténtica humildad, esa que nos indica que precisamos de la maestría de quienes
nos rodean, o nos lleva a buscar esa suerte de apoyos cuando todo viene
demasiado torcido.
Esto
es lo que hace Joan Didion (Sacramento, 1934 – Nueva York, 2011) en el año 2000,
cuando su hija de treinta y cuatro años está con serios problemas para superar
el alcoholismo y ella se ve desbordada para encontrar cómo garantizar su ayuda.
Didion está convencida de que hemos venido a este mundo a bailar, y el problema
que tenemos es el de encontrar la mejor música. Este libro no parece estar
diseñado para ser publicado como tal, pero su lectura nos entrega la humanidad de
una autora, que ni siquiera en El año del pensamiento mágico pudimos
resolver. Apuntes para John es el libro más humano de Didion,
posiblemente el que más merezca la pena leer de toda una obra en la que no
sobra una sola línea. Didion acude a un veterano psiquiatra y va recogiendo retazos
de las conversaciones, que redacta como si se tratara de una carta, pues las
dirige a una segunda persona, a un tú, que sabemos que es su pareja, el padre
de la hija. Y a lo que asistimos es a un intercambio de aprendizaje en el
oficio de vivir. Por regla general, Didion reserva la reproducción del diálogo
directo a la voz del maestro, guardándose para ella las intervenciones como si
fueran reflexivas. En ningún momento pone en duda el punto de vista que su
contertulio le ofrece, que nos va garantizando, eso sí, otras formas de enfocar
los valores. Vamos descubriendo así que el buen juicio no es una línea única, y
que para aprender, necesitamos una constante revisión de nosotros mismos. Las
contraintuiciones que salen al paso durante el diálogo sirven para romper
bucles y obligan, tanto a Didion como al lector, que inevitablemente se va a
sentir identificado en algún grado con la situación, a romper bucles, a
reestructurar lo aprendido.
Hay
que tener en cuenta, y así lo hace el psiquiatra, que enfrente no solo tiene a
una persona inteligente, sino también a una persona con alta sensibilidad.
Aunque podemos deducir que así es como ha aprendido él a tratar a todo
paciente. En el momento que vive Didion, la maternidad a lo que más se asemeja es
a una patología. Las relaciones de familia, lo que nos ha ido construyendo y lo
que hemos ido construyendo, están sobre el tapete: todos estamos aquí dentro,
haciendo algo de terapia, mientras leemos esta obra, en la que nos cuestionamos
constantemente qué es lo que importa, que es lo significativo de lo que hemos
vivido: «aprender puede ser muy doloroso, debe revisar cosas que preferiría
olvidar», advierte el psiquiatra en una de las primeras sesiones. De ahí el
valor que tiene este libro, valor en el doble sentido, por lo que aprendemos en
él y por el coraje que le echa la autora. Este libro es un compendio de
humanidad, una obra que remueve y que nos da la oportunidad de hacernos mejores.
Una lección inmensa que nos regala Joan Didion.
Fuente: Zenda
No hay comentarios:
Publicar un comentario