viernes, 8 de agosto de 2025

APUNTES PARA JOHN

 

Apuntes para John

Joan Didion

Traducción de Gabriela Ellena Castellotti

Random House

Barcelona, 2025

254 páginas

 

 


Un oficio no se puede ejercer sin experiencia, que es lo que nos dará el beneficio de la intuición. Un oficio es algo que se aprende y en lo que uno debe ir perfeccionándose día a día, noche a noche. No se puede ejercer un oficio por inercia, como no se puede vivir por inercia. Si uno se queda parado, la vida le arrolla. Si uno no aprende a vivir, todo lo que vaya surgiendo le parecerán escollos que, si uno carece del humor apropiado, pueden terminar por arrastrarnos a la obsesión, a lo compulsivo e incluso a la paranoia. De ahí la importancia que tienen los maestros. De ahí la importancia que tiene la auténtica humildad, esa que nos indica que precisamos de la maestría de quienes nos rodean, o nos lleva a buscar esa suerte de apoyos cuando todo viene demasiado torcido.

Esto es lo que hace Joan Didion (Sacramento, 1934 – Nueva York, 2011) en el año 2000, cuando su hija de treinta y cuatro años está con serios problemas para superar el alcoholismo y ella se ve desbordada para encontrar cómo garantizar su ayuda. Didion está convencida de que hemos venido a este mundo a bailar, y el problema que tenemos es el de encontrar la mejor música. Este libro no parece estar diseñado para ser publicado como tal, pero su lectura nos entrega la humanidad de una autora, que ni siquiera en El año del pensamiento mágico pudimos resolver. Apuntes para John es el libro más humano de Didion, posiblemente el que más merezca la pena leer de toda una obra en la que no sobra una sola línea. Didion acude a un veterano psiquiatra y va recogiendo retazos de las conversaciones, que redacta como si se tratara de una carta, pues las dirige a una segunda persona, a un tú, que sabemos que es su pareja, el padre de la hija. Y a lo que asistimos es a un intercambio de aprendizaje en el oficio de vivir. Por regla general, Didion reserva la reproducción del diálogo directo a la voz del maestro, guardándose para ella las intervenciones como si fueran reflexivas. En ningún momento pone en duda el punto de vista que su contertulio le ofrece, que nos va garantizando, eso sí, otras formas de enfocar los valores. Vamos descubriendo así que el buen juicio no es una línea única, y que para aprender, necesitamos una constante revisión de nosotros mismos. Las contraintuiciones que salen al paso durante el diálogo sirven para romper bucles y obligan, tanto a Didion como al lector, que inevitablemente se va a sentir identificado en algún grado con la situación, a romper bucles, a reestructurar lo aprendido.

Hay que tener en cuenta, y así lo hace el psiquiatra, que enfrente no solo tiene a una persona inteligente, sino también a una persona con alta sensibilidad. Aunque podemos deducir que así es como ha aprendido él a tratar a todo paciente. En el momento que vive Didion, la maternidad a lo que más se asemeja es a una patología. Las relaciones de familia, lo que nos ha ido construyendo y lo que hemos ido construyendo, están sobre el tapete: todos estamos aquí dentro, haciendo algo de terapia, mientras leemos esta obra, en la que nos cuestionamos constantemente qué es lo que importa, que es lo significativo de lo que hemos vivido: «aprender puede ser muy doloroso, debe revisar cosas que preferiría olvidar», advierte el psiquiatra en una de las primeras sesiones. De ahí el valor que tiene este libro, valor en el doble sentido, por lo que aprendemos en él y por el coraje que le echa la autora. Este libro es un compendio de humanidad, una obra que remueve y que nos da la oportunidad de hacernos mejores. Una lección inmensa que nos regala Joan Didion.


Fuente: Zenda

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