lunes, 4 de agosto de 2025

HISTORIAS FANTÁSTICAS DE ISLAS VERDADERAS

 

Historias fantásticas de islas verdaderas

Ernesto Franco

Traducción de Natalia Zarco

Gatopardo

Barcelona, 2025

174 páginas

 

 


La diferencia entre viajar y soñar es que para lo segundo no hace falta moverse, pero sí haberse movido. De cualquiera de las dos maneras uno puede llegar a lugares maravillosos, aquellos en los que uno se siente auténtico. ¿Un auténtico qué? Podríamos preguntarnos. Un auténtico intruso, es la única respuesta que se nos ocurre como factor común a todas estas experiencias. Por lo demás, uno es libre de ejercitar cualquier emoción cuando tiene enfrente lo que le presentan los viajes, que es algo que también sucede cuando uno sueña despierto. Es posible que no seamos dueños de nuestro destino, como no lo somos del destino al que llegamos, pero también es cierto que la suerte nos la hacemos, es decir, que podemos elegir cualquier gris que caiga entre la gama que va de la alegría a la tristeza, porque a veces uno se pone triste en los lugares en los que está siendo feliz, pues le falta a su lado aquella persona con la que le hubiera gustado compartir ese momento.

Y luego está la posibilidad de viajar y soñar a través de los viajes y los sueños de los otros. Con esa materia se han elaborado algunos de los mejores libros que se han publicado en las últimas décadas, como por ejemplo los de Alastair Bonnet —El mapa de las islas, Lugares sin mapa, Fuera del mapa—. A esa corriente viene a unirse este delicioso Historias fantásticas de islas verdaderas, de Ernesto Franco (1956-2024), de quien recordamos haber leído Vidas sin fin en la desaparecida editorial Tropismos. Recorreremos una buena parte del planeta, viajando de isla en isla, de las Galápagos a Creta, de Ítaca a Tortuga, con una voz que nos resultará sincera y melancólica. Franco, traductor al italiano de buena parte de los autores del Boom latinoamericano, crea a un personaje, Pilota, que nos remite a Maqrol el Gaviero, por su espíritu vagabundo, o al mismísimo Robert Louis Stevenson, por su facilidad narrativa. Pilota es alguien que ya ha detenido sus pasos pero que se entretiene rememorando, para una sola persona que quisiéramos ser nosotros, las leyendas de las islas. Hay mucha belleza en sus narraciones, y mucho deseo de belleza. Se trata tanto de reencontrarse con los anhelos propios como de desvelar los que son más comunes. En realidad, Pilota sabe que uno no puede volver al lugar donde se encontró con lo mejor de la vida, a no ser que lo repita relatándolo.

Franco reproduce un tipo de literatura que tiene mucho que ver con la oralidad, de hecho, se trata de poner en negro sobre blanco la parte más importante de un diálogo, transformando los textos en unos momentos que durante la lectura nos resultarán tan enigmáticos como lenitivos. Leer este libro se asemeja mucho a descansar después de una aventura. Ernesto franco, como hiciera Alastair Bonnet en alguno de sus libros, ha elegido las islas, esos trozos de tierra firme que en el buen imaginario colectivo garantizan apartarse del acoso de la vida rutinaria, y así, echando a un lado la neurosis, nos facilitan el camino a la felicidad. ¿No es la búsqueda de la felicidad de lo que se trata el oficio de vivir? Ítaca, lo dijo Kavafis, es una idea que nos permite avanzar y disfrutar de la ruta, porque llegar a ella no te garantiza librarte de las zarzas del bosque. En esa ruta nos encontraremos obras como esta Historias fantásticas de islas verdaderas, que durante unas horas nos indican que sí, que eso de la felicidad sigue siendo una Ítaca que merece la pena buscar.


Fuente: Zenda

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