domingo, 23 de diciembre de 2018

SI PUDIERA CAMBIARLOS


Si pudiera cambiarlos
Anónimo
Traducción de Jesús Carlos Álvarez Crespo
Satori
Gijón, 2018
298 páginas


Cabe decir, antes que nada, que el trabajo del traductor y editor, Jesús Carlos Álvarez Crespo, es exquisito. El texto bien lo merece, pero su labor para darnos a conocer esta novela, destaca en una tendencia más general a redactar de forma apresurada lo que otros se tomaron mucho tiempo para escribir en otra lengua. En este caso, la dedicación bien merece la pena. La novela está escrita con una delicadeza que uno atribuye, fácilmente, a ciertas clases sociales del país del que procede. Es una obra esmerada, sin frases que sobren no frases que sobreimpacten, en la que se fía todo a la pura narración y se hace con un estilo sencillo y, sobre todo, cortés. La novela destila una pureza que destaca en el panorama narrativo y que se agradece, mucho, muchísimo, sin perder, por otra parte, la actualidad. Está escrita en el siglo XII y, sin embargo, es uno de los títulos más importantes publicados en el año 2018.
La trama se nos antoja de comedia de enredo: dos hermanos, varón y mujer, nacen con el cuerpo equivocado y deciden, con un insólito consentimiento del padre, cambiar de género. Desde el padre que quiere la felicidad de sus hijos antes que a la tradición, hasta la resolución interior del conflicto, la novela rompe moldes. Se trata, en buena medida, de una muestra de rechazo, insistimos, de rechazo cortés, a las costumbres. Hasta el día en que cambian de sexo, las familias les estaban escribiendo el futuro, la biografía. Y esto es especialmente pernicioso en el rol de la mujer. De hecho, será ella, la niña transformada en hombre, sobre la que se construya el hilo argumental. Su historia se impondrá y cuando aparezca el hermano transformado en mujer, será para retomar su lugar. Los conflictos de amor, uno piensa mientras lee, darán pie a una tragicomedia. Pero quien escribiera esta historia tenía algo diferente en la cabeza. No es una obra que podamos inscribir en ningún género. Nos metemos de lleno en las cabezas de los personajes, que piensan con poesía, y vamos destilando las proyecciones y los deseos. Al mismo tiempo, los hermanos tienen muy clara su identidad y no la defienden con argumentos, sino con hechos. En la novela no sobra una sola línea, solo se narra lo que importa.
Cualquier consecuencia debemos deducirla de la acción y de las tankas con las que se comunican, los poemas cortos corteses y cortesanos. Los amores, es fácil deducir, serán imposibles. Sobre todo en su consumación, pues la obligación de casarse está más que servida, será un baldón del que no se pueden escapar, excepto tal y como lo resuelve el autor. A pesar de la tensión, el texto jamás pierde la delicadeza que se debe mostrar a las personas. De ahí que rebose de vida. Es más, hasta los hombres de una época medieval lloran sin reparo. Porque los personajes viven en los sentimientos y de los sentimientos. Mientras tanto, estos ser reproducen, maduran, se transforman, como se transforman por fuera los protagonistas, dando lugar a pérdidas y encuentros constante, que forman el grueso de la actividad en el libro.
La pregunta a la que intenta responder es hasta qué punto se impondrá el supuesto orden natural. Este tiene por principio la separación de sexos, aunque solo sea para facilitar el enamoramiento y la reproducción, pero también la dificultad humana para sostener una relación de pareja estable. De ahí brota el conflicto que sostiene al lector durante esta lectura que, por otra parte, es bellísima.

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