Si pudiera cambiarlos
Anónimo
Traducción
de Jesús Carlos Álvarez Crespo
Satori
Gijón,
2018
298
páginas
Cabe
decir, antes que nada, que el trabajo del traductor y editor, Jesús Carlos
Álvarez Crespo, es exquisito. El texto bien lo merece, pero su labor para
darnos a conocer esta novela, destaca en una tendencia más general a redactar
de forma apresurada lo que otros se tomaron mucho tiempo para escribir en otra
lengua. En este caso, la dedicación bien merece la pena. La novela está escrita
con una delicadeza que uno atribuye, fácilmente, a ciertas clases sociales del
país del que procede. Es una obra esmerada, sin frases que sobren no frases que
sobreimpacten, en la que se fía todo a la pura narración y se hace con un
estilo sencillo y, sobre todo, cortés. La novela destila una pureza que destaca
en el panorama narrativo y que se agradece, mucho, muchísimo, sin perder, por
otra parte, la actualidad. Está escrita en el siglo XII y, sin embargo, es uno
de los títulos más importantes publicados en el año 2018.
La
trama se nos antoja de comedia de enredo: dos hermanos, varón y mujer, nacen
con el cuerpo equivocado y deciden, con un insólito consentimiento del padre,
cambiar de género. Desde el padre que quiere la felicidad de sus hijos antes
que a la tradición, hasta la resolución interior del conflicto, la novela rompe
moldes. Se trata, en buena medida, de una muestra de rechazo, insistimos, de
rechazo cortés, a las costumbres. Hasta el día en que cambian de sexo, las
familias les estaban escribiendo el futuro, la biografía. Y esto es
especialmente pernicioso en el rol de la mujer. De hecho, será ella, la niña
transformada en hombre, sobre la que se construya el hilo argumental. Su
historia se impondrá y cuando aparezca el hermano transformado en mujer, será
para retomar su lugar. Los conflictos de amor, uno piensa mientras lee, darán
pie a una tragicomedia. Pero quien escribiera esta historia tenía algo
diferente en la cabeza. No es una obra que podamos inscribir en ningún género.
Nos metemos de lleno en las cabezas de los personajes, que piensan con poesía,
y vamos destilando las proyecciones y los deseos. Al mismo tiempo, los hermanos
tienen muy clara su identidad y no la defienden con argumentos, sino con
hechos. En la novela no sobra una sola línea, solo se narra lo que importa.
Cualquier
consecuencia debemos deducirla de la acción y de las tankas con las que se comunican, los poemas cortos corteses y
cortesanos. Los amores, es fácil deducir, serán imposibles. Sobre todo en su
consumación, pues la obligación de casarse está más que servida, será un baldón
del que no se pueden escapar, excepto tal y como lo resuelve el autor. A pesar
de la tensión, el texto jamás pierde la delicadeza que se debe mostrar a las
personas. De ahí que rebose de vida. Es más, hasta los hombres de una época
medieval lloran sin reparo. Porque los personajes viven en los sentimientos y
de los sentimientos. Mientras tanto, estos ser reproducen, maduran, se
transforman, como se transforman por fuera los protagonistas, dando lugar a
pérdidas y encuentros constante, que forman el grueso de la actividad en el
libro.
La
pregunta a la que intenta responder es hasta qué punto se impondrá el supuesto
orden natural. Este tiene por principio la separación de sexos, aunque solo sea
para facilitar el enamoramiento y la reproducción, pero también la dificultad
humana para sostener una relación de pareja estable. De ahí brota el conflicto
que sostiene al lector durante esta lectura que, por otra parte, es bellísima.
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