Radiografías de la melancolía
y la nostalgia
José
Manuel Bielsa-Gibaja
El
Transbordador
Málaga,
2018
120
páginas
Un
buen radiólogo reconoce en las imágenes no solo la patología, sino la historia
del cuerpo retratado, con sus nudos y desenlaces. De ahí que buena parte del
libro esté dedicado a la historia de la melancolía y la nostalgia, la una
considerada enfermedad mayor, la otra un apéndice de la primera que, a su vez,
se define por remitirse al pasado sin cortesía. De hecho, José Manuel
Bielsa-Gibaja tiene el acierto de no hablar en abstracto sobre ambas, de
referirse a ellas en tanto que sentimientos humanos, como algo concreto.
Digamos que como algo que atañe a los enfermos, no a las enfermedades. De ahí
que buena parte del libro sea una confrontación socio-histórica entre la
depresión, con sus contextos, y las convicciones. Son las convicciones, los
ideales, los sueños, las causas de justicia lo que nos arranca de los brazos de
la melancolía -y la nostalgia- para permitirnos vivir en el presente y construir
proyectos de vida. Sobre esa hipótesis se cimenta este ensayo que comienza en
el momento en que el mono se baja del árbol y agarra un palo gracias al dedo
gordo o, para ser más exactos, con el momento en que el hombre pone en marcha
el relato.
Durante
siglos lo que se impone, con uno u otro nombre, es el mito. El carácter del
melancólico es inexplicable y como a todo lo que carece de concreción, se le
viste con mito o con leyenda. Así pasa el depresivo, que es el enfermo de
melancolía, al colectivo imaginario y se le integra socialmente, o se le deriva
socialmente. Los mitos y la religión, tan estrechamente vinculados (si no se
considera lo mismo) dominarán el parecer público sobre el melancólico, sin
negar dos aspectos en los que se centran los estudios de quienes se preocupan
por ellos: el médico y el político. Sí, porque son parte de la polis y es
preciso gobernar con ellos y para ellos. Mientras tanto, los estudios en
medicina siguen corrientes que, desde la descripción que nos hace Bielsa-Gibaja,
a fecha de hoy resultan, de nuevo, míticos. Las lecturas pueblan el ensayo, así
como las facultades de resumen del autor, que son precisas y, tal y como las
expresa, nos entregan al texto con una facilidad inesperada en el panorama del
ensayo español, donde se premia lo oscuro.
Todo
lo que viene siendo mito, política o ciencia, terminará acabando en corrientes
filosóficas, en ética, hasta que se fundan la psicología y la psiquiatría. Las
fechas que parecen figurar como los cambios de perspectiva sobre la melancolía
y, sobre todo, la nostalgia, son el inicio y el fin de las corrientes
románticas. A partir de entonces Bielsa-Gibaja nos lleva al ensayo de
actualidad, a la tristeza del mundo actual, una forma de arrancarnos el yo, de
desnaturalizarnos, en la que la pérdida de contacto humano, y con la
naturaleza, predice un futuro sombrío. Son párrafos escritos desde la
reflexión, ideas cogidas a vuela pluma mientras pasea por las calles de un
polígono industrial, confiesa, que se emparejan con las de algún autor que ha
tratado el tema con rigor, como Byung-Chul Han. Son conclusiones sobre un tema
que ha llevado a la humanidad a identificar un temperamento con el hombre lobo
y, más recientemente, con los zombis y vampiros. Existir es difícil, y hacerlo
sin melancolía es casi imposible. La diferencia es de grado, de definición patológica,
como expresa Bielsa-Gibaja, por ejemplo, cuando compara un cuadro de Vermeer
con uno de Hopper. Y parece que se está haciendo tarde para reaccionar. Aunque
el optimismo del autor es de un incorregible que agradecemos. Al fin y al cabo,
si no se confía en el resto de la estirpe humana para salir del atolladero, ¿en
quién podemos confiar?
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