Viaje al interior
Fran
Zabaleta
Los
libros del salvaje
Vigo,
2018
380
páginas
El
mundo se ensancha, o lo hacemos más ancho, para que sea un lugar mejor. Eso es
tanto como decir que si salimos de la zona de confort, es para hacernos
mejores. Ser valiente no significa buscar los lugares donde tomar fotografías para
presumir, donde verse a uno mismo frente al Taj Mahal o el cráter de Ngoro
Ngoro. Aunque esa parte del viaje puede haber ayudado, lo que importa es
regresar siendo otro y sabiendo que los demás también son otros, son tan
importantes como uno mismo. La fase del amor que corresponde a la entrega a los
desconocidos se puede manifestar de muchas maneras, no solo como cooperante de
Médicos sin Fronteras, no solo en los campos de refugiados de Sudán. Salir al exterior
con prejuicios y volver con dudas es la única condición que existe para certificar
que hemos viajado. Los libros de Sergio del Molino, La España vacía y Lugares
fuera de sitio, son un ejemplo magistral de ese espíritu. Porque nos enfrentamos
a la faceta espiritual del autor y de los sitios por los que va atravesando.
Fran
Zabaleta emprende un viaje en solitario, en furgoneta, por regiones de España
donde lo más característico no es la gran fotografía, pero a los que no les
falta belleza, aunque sea la belleza del olvido. Sus intenciones se asemejan a
las de Sergio del Molino. Su estilo, sin embargo, le aleja del autor aragonés.
Zabaleta es socarrón, directo, un compañero de barra de bar, y hasta algo
miedoso. La forma de integrar la erudición, la historia, el pasado, las anécdotas,
es la yuxtaposición. No se atiene a recursos literarios y facilita al lector la
libertad para afrontar el libro, abriéndolo por cualquier capítulo y
ajustándose, a voluntad, a la experiencia del viaje o a las historias de la
historia con la que va componiendo el volumen.
El
viaje comienza en Tenerife, lejos de su Vigo natal. Pero será cuando compre la
furgoneta, él, un hombre solo de más de cincuenta años, para embarcarse en una forma
de vida que desconoce por completo. Viajar en furgoneta es como trepar al
monte: uno tiene que aprender para saber hacerlo bien. Eso sí, la furgoneta
debe desplazarse por carretera, esa materia que es la deyección de las
ciudades, el recuerdo de la civilización. Zabaleta busca líneas de asfalto
secundarias o comarcales, por las que se va a aldeas o pueblos, o puentes o
parques nacionales. De camino reflexiona de la misma forma que pensamos cualquiera
de nosotros. Resulta sencillo identificarse con el Zabaleta viajero, porque
podría ser uno más de nuestro entorno. El libro se extiende a merced no ya del
viaje, sino de los libros que va leyendo. En ese sentido se aleja de la pureza
y la intriga que genera el referente que toma desde el principio: Viajes con Charley, de John Steinbeck. El
escritor americano era un genio en recursos narrativos, en la mirada hacia todo
lo social, que es tanto como decir al hombre en el mundo, creando autonomía
para sus personajes y una afección democrática, y se empeñaba en alcanzar el
fondo de la humanidad sin atribuir rencores. Zabaleta no posee tanto talento,
como no lo poseemos ninguno. Pero sí mucha voluntad. De esos buenos
sentimientos surge este viaje.
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