El
viaje
Estíbaliz
Madrazo San Emeterio
Nazarí
Granada,
2024
166
páginas
Vivir
consiste en ir descubriendo que uno está vivo. La palabra clave de la afirmación
es el verbo descubrir. No se trata de caerse del caballo durante el camino a
Damasco, una y otra vez, porque no es necesario un golpe tan fuerte. A veces
basta con mirar alrededor. Y si lo que uno encuentra no es lo bastante
sugerente, o es demasiado conocido, puede largarse a otro lugar que le facilite
los descubrimientos. Si tienes dentro un alma con algún rasgo de poeta, al
regreso estarás en condiciones de descubrir, o de volver a descubrir, como si
nunca lo hubieras hecho, aquello que creías conocer.
El
mérito de Estíbaliz Madrazo San Emeterio (Bilbao, 1979) en este dietario que se
titula El viaje, es el de una persona convencida de que es posible
mantener, a lo largo de muchos años, una mirada no contaminada. La obra se ha
ido gestando a lo largo de diecisiete años, aunque uno debe añadir que son esos
años más toda la vida. Aunque incluye algunos apuntes desde otros lugares, el
grueso del dietario está escrito en Ciudad de Guatemala, Buenos Aires y Bilbao.
Los tres lugares donde se ha formado la autora que confiesa, en una de las
primeras páginas, el sentido de estos viajes: «Ahora que me estoy quedando sola
conmigo misma, empezando a querer y a quererme mejor, es como si tocara el
fondo de las cosas y ya no sé siquiera cuáles son las preguntas». Es posible
que a la hora de la verdad no existan tales preguntas. Es posible que el
descubrimiento sea más fructífero si uno no sabe lo que busca, pues se trata de
estar abierto a que la vida te sorprenda.
Durante
su estancia en Guatemala, la autora se centra en microhistorias, en anécdotas,
en sucesos, en lo que le sale al paso, mientras que más tarde y, nos atreveríamos
a decir, más madura, durante los años de estancia en Argentina, se vuelve
reflexiva. A ambos sitios acude como cooperante, es decir, a ambientes en los
que va a reconocer la necesidad, y en ambos lugares recurre, de vez en cuando,
a la poesía, que es lo que nos salva en los peores momentos de crisis. Es
sensible y no esconde que se ve afectada. De hecho, demuestra que afilar los
sentidos en condiciones sólo puede significar estar dispuesta a mostrarse
sensible con lo que sucede al otro lado de la piel. Pero eso afecta al
interior, y así nos va descubriendo lo que la ha construido, o al menos lo que
ella considera que la ha construido, dejando este libro entre esos del género
que podrían llevar por subtítulo una confesión. Escrito con sencillez,
en este dietario subyace constantemente la cuestión de la felicidad, tomándose
a uno mismo por el mejor registro: ¿soy feliz? ¿Qué me hace feliz? No se trata
de definir la felicidad, que es un concepto confuso, sino de sentirla, que es
un sentimiento claro:
«Percibir
el movimiento. Ser consciente de mí en este momento. Atreverme a soltar.
Reconocer la atracción, el encanto, el enamoramiento, como expresión de Amor
que sostiene la Vida. Celebrar que lo que me apasiona vivir no es solo mío, sino
cómplice del universo. Recorrer el laberinto con asombro e impaciencia. Conmoverme
por la sensación de que todo lo que sueño, lo que anhelo en este tiempo, ya lo
viví, lo estoy viviendo. Saber que tengo el coraje para decidir y actuar.
Sentir que es tiempo de sacarme los zapatos y correr hacia el mar.»
Sigues vivo, sigo vivo. Conjugación a dos voces al despertar de cada día. Luego, seguir.
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