El francés y otros
relatos
Borja Coyenechea
Kalathos
Madrid, 2020
120 páginas
Goyenechea construye con
personajes que nos resultan familiares, que viven en un extrañamiento no del
todo imposible. Se trata de seres que podrían transitar por una vida que ojalá
nos hubiera correspondido, como nos ojalá nos correspondiera la de tantos que
habitan dentro de las películas si se nos garantiza un final feliz. Ese es otro
de los grandes artificios del relato, que existe un final, mientras que aquí,
en nuestra película real, de haber un final feliz se nos condenaría a un destino
sin objetivo: habiendo llegado a Ítaca, ¿para qué seguir viaje?
Lleno de detalles que
explican y ambientan, con una prosa lúcida, Goyenechea nos lleva por la piel
del planeta, por terrenos conocidos. En ocasiones podemos ser presa de la
impresión de haber leído antes ese relato. Porque no se esconde tras una farsa que
oculte el aprendizaje. La literatura debería ser una constante muestra de
curiosidad, y no lo que intenta imponernos tanta gente, que es la iluminación
inteligente, lo contrario a la indulgencia con el ser humano, deslumbrar por
deslumbrar, alzarse a un pedestal solemne, que a la postre no deja de ser un
disfraz de la estupidez. Goyenechea no cae en ese pecado: es humilde y a la vez
que trabaja con la imaginación. Porque es la imaginación su punto fuerte.
Además, posee un oído al que no estamos acostumbrados, en un territorio en el
que tanta gente confunde el estilo con el vicio. De ahí que este libro sea un
descubrimiento, algo a lo que le falla, tal vez, la consistencia de un tema contundente,
tener algo de lo que hablar, uno de esos temas que afectan al alma y la
doblegan hasta llevarnos casi a las lágrimas, aunque sea a las lágrimas de
risa. Pero no nos cabe duda de que en el futuro a Goyenechea se le impondrá, y escribirá
una obra maestra. Suerte.
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