jueves, 17 de diciembre de 2020

EL FRANCÉS Y OTRO RELATOS

 

El francés y otros relatos

Borja Coyenechea

Kalathos

Madrid, 2020

120 páginas

 


Una obra corta tiene que ser redonda. Es decir, su anclaje está sujeto a las más puras técnicas narrativas, a la condensación, al inicio que engancha y el final que sorprende, a la escritura en función de la acción, a la dosificación de datos, etc. Mientras que la novela puede sostenerse en otra sustancia, el relato está obligado a ser periplo con reglas que beben de la leyenda, del mito, de la literatura oral. Los maestros son de sobra conocidos y vuelven a salir, inevitablemente, a la memoria durante la lectura de este libro, El francés y otros relatos, que nos descubre a un autor peruano, Borja Goyenechea (1990). Ahí está la influencia de los clásicos de América latina: Borges, Rulfo, Cortázar, Ribeyro.

Goyenechea construye con personajes que nos resultan familiares, que viven en un extrañamiento no del todo imposible. Se trata de seres que podrían transitar por una vida que ojalá nos hubiera correspondido, como nos ojalá nos correspondiera la de tantos que habitan dentro de las películas si se nos garantiza un final feliz. Ese es otro de los grandes artificios del relato, que existe un final, mientras que aquí, en nuestra película real, de haber un final feliz se nos condenaría a un destino sin objetivo: habiendo llegado a Ítaca, ¿para qué seguir viaje?

Lleno de detalles que explican y ambientan, con una prosa lúcida, Goyenechea nos lleva por la piel del planeta, por terrenos conocidos. En ocasiones podemos ser presa de la impresión de haber leído antes ese relato. Porque no se esconde tras una farsa que oculte el aprendizaje. La literatura debería ser una constante muestra de curiosidad, y no lo que intenta imponernos tanta gente, que es la iluminación inteligente, lo contrario a la indulgencia con el ser humano, deslumbrar por deslumbrar, alzarse a un pedestal solemne, que a la postre no deja de ser un disfraz de la estupidez. Goyenechea no cae en ese pecado: es humilde y a la vez que trabaja con la imaginación. Porque es la imaginación su punto fuerte. Además, posee un oído al que no estamos acostumbrados, en un territorio en el que tanta gente confunde el estilo con el vicio. De ahí que este libro sea un descubrimiento, algo a lo que le falla, tal vez, la consistencia de un tema contundente, tener algo de lo que hablar, uno de esos temas que afectan al alma y la doblegan hasta llevarnos casi a las lágrimas, aunque sea a las lágrimas de risa. Pero no nos cabe duda de que en el futuro a Goyenechea se le impondrá, y escribirá una obra maestra. Suerte.

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