Nirliit
Juliana Léveillé-Trudel
Traducción de Iballa
López Hernández
Barrett
Sevilla, 2020
158 páginas
A ese territorio aterriza
la autora del libro, que se enfrenta a un cosmos dividido y la división es otra
forma de violencia. Con afán de denunciar la violencia, todo tipo de violencia,
Juliana Léveillé-Trudel (Montreal, 1985) escribe esta obra que es testimonio y
es, a la vez, coral, una sucesión encadenada de los hechos de los que es
testigo: una confrontación de costumbres que es mucho peor que la disonancia
cultural, una exposición salvaje del racismo de estado o la xenofobia interior,
una expresión de la marginación hacia las mujeres. No hay ganadores, pero los
mayores perdedores del lugar, la comunidad inuit, si cae en excesos ilegales no
se podrían considerar delincuencia, pues son respuesta a una opresión violenta,
la que impone en peor paradigma creado por los occidentales, a quienes solo les
interesa el beneficio desde sus despachos en los que controlan los mercados
financieros.
Sobresalen, aquí y allá,
en algunos momentos atisbos de belleza, que tienen que ver con el paraje y nos
ofrecen consuelo ante la destrucción, ante la exposición de excesos. Entre la
inhumanidad y la humanidad, entre esa tensión, se exploran los límites hasta el
punto de ir creando una suerte de preguntas existencialistas en la mente del
lector. En realidad, uno termina cerrando el libro y rememorando aquellas
palabras con las que Albert Camus nos adentraba en El mito de Sísifo: “No
hay mas que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”.
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