La arena entre los
dedos
Chantal Maillard
Pre-textos
Valencia, 2020
640 páginas
El volumen lo componen
cuatro dietarios que vagan entre la itinerancia y el reposo, con una intención
diletante que se asemeja a la enredadera creciendo alrededor de un árbol. Los
argumentos están tejidos por hilos, según sus palabras, que mantienen tensa a
la conciencia, esa parte preocupada por dar cuenta de sí, esa parte consciente
o que quiere ser consciente. ¿Pero en qué consisten esos argumentos? Hay temas
centrales, ejes, troncos, sobre los que trepamos, a los que Maillard llama husos,
que son los que marcan la tónica o sonoridad: en Filosofía en los días
críticos es la pasión; en Diarios indios pretende ser la observación
del viajero; en Husos, notas al margen es el duelo; en Bélgica es
la añoranza, el trabajo de la memoria si es que esa forma de sentir es trabajo.
En realidad, en todos ellos se nos habla de la memoria como viaje y del viaje
como memoria. En buena medida, el espíritu que los recorre es el mismo que
reflejara Cavafis en su famoso poema sobre Ítaca: Ítaca te ha conquistado con un
hermoso viaje y el viaje es la sustancia de la que está hecha la costumbre de
vivir: interesa el trayecto y el punto de partida, el motivo, la ilusión. Detenernos
para darnos cuenta de ello es algo que facilitará la literatura, tal vez, y tal
vez como en su mejor versión de diario.
Maillard convierte la
escritura en meditación: la observación, el observador y lo observado se
unifican. Permite que todos los pensamientos surquen, pero se queda con la
consistencia de lo esencial, con algo que uno se atrevería a llamar espíritu: para
tratarse de un trabajo intelectual, se impone una sospechosa bonhomía. La
escritura es sencilla en el tono y la sintaxis, pero en ocasiones densa. La lectura
del volumen requiere tiempo de sosiego y muy poca prisa: es mejor que nos
acompañe durante días, semanas. Al fin y al cabo, nos enfrentamos a estados de
ánimo y eso supone demorarse a la hora de ir reconociendo. Maillard nos habla
de alientos, de los límites y la finitud de la otra sustancia de la que estamos
hechos, la que no es ni carne ni sangre: “Aun así, asumo el hecho de que
ninguna forma -musical, literaria u otra- abarca la estructura de mi alma, o mi
estructura a secas (¿por qué esta maldita costumbre de hallarle soporte a
todo?)”. De este cariz es el núcleo de esa práctica de observación, que para
ella se transforma en método: “Que la razón atienda, pues, a las cosas de
intendencia y deje a la intuición los asuntos subterráneos”.
“La acción correcta”,
dice en el prólogo, “o la acción libre, es aquella que se realiza sin
condicionamientos, y esto no ocurrirá mientras sigamos identificándonos con
cada uno de nuestros actos mentales. Cuando las imágenes mentales se acumulan,
la velocidad del proceso aumenta. A mayor velocidad de proceso, menor libertad”.
Es posible que esta expresión se parezca bastante a una definición de sabiduría.
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